MANTENIMIENTO
Este órgano funciona mejor con un mantenimiento adecuado y periódico. No lo dejes encerrado en su envase. La regla de oro es: utiliza tu cerebro o lo perderás; sigue lo que los neurólogos llaman un estilo de vida cognitivo activo. Si no sabes en qué ocupar tu cerebro, te recomendamos que hinques los codos. Estudiar ampliará tus conocimientos y tu longevidad. Según una investigación británica publicada en la revista Brain, Behavior and Immunity, cuanto menor es el nivel de estudios de un individuo, más rápido envejece. La clave está en los telómeros que cubren el extremo de los cromosomas en los que se empaqueta el ADN humano, que son más cortos en las personas con escasa cualificación académica. No descartes aprender un segundo idioma o tocar un instrumento musical. Puede que el bilingüismo no sea el antídoto definitivo contra el alzhéimer, pero al menos lo retrasa. Un reciente estudio realizado en Canadá ha revelado que a las personas que hablan dos o más lenguas aquel se les diagnostica unos cuatro años más tarde que a los pacientes monolingües. La música se asocia con mejoras cognitivas y cerebrales que atañen a la memoria y a la rapidez a la que procesamos la información, algo que se da tanto en los compositores como en las personas que aprenden a tocar a partir de los sesenta años. Salir a correr de forma habitual o practicar cualquier otro ejercicio aeróbico estimula la neurogénesis, es decir, la producción de neuronas en las regiones del cerebro dedicadas al aprendizaje. Además, se ha demostrado que, en general, cualquier entrenamiento físico aumenta el flujo sanguíneo en el cerebro, mejora el rendimiento cognitivo, le para los pies al deterioro que se da de forma natural con el paso de los años e incluso puede hacer que el cerebro se expanda. Ello se debe a que, de ese modo, producimos una molécula llamada factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF, por sus siglas en inglés) que protege el órgano. En definitiva, el deporte es el mejor tratamiento antiedad para tu materia gris. Cuenta las calorías. Ingerir entre 2.100 y 6.000 al día duplica el riesgo de sufrir pérdida de memoria al llegar a la tercera edad. O, lo que es lo mismo, cuantas más calorías consumas, más probable es que al cumplir los setenta tu cerebro se encuentre bastante oxidado. Sé fiel a la dieta mediterránea, que incluye aceite de oliva, frutos secos, legumbres, frutas, verduras, cereales y pescados. Esta impide que el órgano se atrofie y mengüe tras un uso prolongado. No escatimes tampoco en ácidos grasos omega-3, cúrcuma –la especia del curry que mejora el estado de ánimo y la memoria–, chocolate a la taza, setas o almendras, cinco nutrientes saludables que mantendrán activo tu encéfalo. La soledad perjudica seriamente los componentes de este órgano, hasta tal punto que puede provocar daños irreparables. Si pasamos más de dos semanas privados de compañía, el cerebro acumula una sustancia química que nos vuelve más agresivos, irascibles, temerosos y sensibles a los estímulos amenazantes. No menosprecies el poder dañino de la contaminación. La polución procedente del tráfico contiene hidrocarburos policíclicos aromáticos que, en los años previos a la adolescencia, pueden provocar cambios en el núcleo caudado del cerebro, algo que los expertos relacionan con trastornos de la atención. Además, la exposición a largo plazo a partículas en suspensión, dióxido de azufre y dióxido de nitrógeno provoca deterioro cognitivo y reduce nuestras capacidades en las pruebas verbales y matemáticas.