ÖTZI, EL PRIMER TATUADO
Cuentan los expertos que el vestigio más antiguo que tenemos de un ser humano tatuado se debe al descubrimiento que un matrimonio, aficionado al alpinismo, realizó en 1991 en las cercanías de la montaña Similaun, en una zona de los Alpes centrales conocida como los Alpes de Ötztal, que se extienden entre Austria e Italia.
Allí, los dos aficionados a la montaña hallaron el cadáver de un desafortunado a quien el frío extremo había momificado. Ötzi –como se apodó al sujeto, por el lugar donde se encontró su cadáver– fue un varón que debió de fallecer cuando tenía unos 46 años, hacia el año 3255 a. C., a finales de primavera o inicios de verano.
Los análisis científicos descubrieron que Ötzi medía aproximadamente 159 cm de altura y pesaba unos 50 kg, y que tenía los ojos marrones, intolerancia a
la lactosa, caries, parásitos internos y la enfermedad bacteriana de Lyme.
Pero, al parecer, Ötzi también padecía una artritis muy extendida, y sobre esas zonas afectadas los científicos encontraron un total de 61 tatuajes en forma de líneas paralelas (en la fotografía de abajo se pueden apreciar algunos claramente, agrupados en bloques de tres o cuatro líneas) que no parecen conformar un dibujo reconocible. La coincidencia entre la posición de sus lesiones y la de sus tatuajes hace suponer que estos últimos se aplicaron como una especie de acupuntura para paliar los efectos y dolores de las lesiones óseas.
Por supuesto, el hecho de que Ötzi sea el hombre tatuado más antiguo que conocemos no significa que fuera el primero en la historia de la humanidad que se los hiciera. Es tan solo el primer caso del que tenemos pruebas.