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LA POLÉMICA QUE DURA 500 AÑOS

500 AÑOS DE CONTROVERS­IA

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Cinco siglos después de la epopeya de Hernán Cortés en tierras americanas, sigue la polémica sobre la actuación de sus protagonis­tas. ¿Fue real la leyenda negra y debe España pedir perdón? ¿Habría sido posible sin la colaboraci­ón de los propios mexicanos? Los historiado­res tienen la palabra.

Mientras España ha pasado oficialmen­te de puntillas sobre la conmemorac­ión de los quinientos años, cumplidos en marzo, de la llegada de Hernán Cortés a las costas de México, el país centroamer­icano irrumpió en la efemérides con una petición sin precedente­s, lanzada desde sus más altas instancias. El presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, solicitó por carta al rey Felipe VI que pidiera perdón por la conquista. El encasillam­iento de Cortés como presunto autor de masacres y violencias sin límite sobre los indígenas es una acusación constante en México desde su independen­cia en 1821. Sin embargo, la petición presidenci­al llega en unos momentos en que esa leyenda negra ha empezado a ser cuestionad­a por los profesiona­les de la historia.

“No vuelva a utilizar la palabra genocida, no existió jamás un genocidio en el Imperio español, en ninguno de sus territorio­s”, le espeta a este periodista la historiado­ra María Elvira Roca Barea al preguntarl­e su opinión sobre una acusación que se hace a menudo a Cortés en muchos países latinoamer­icanos junto a referencia­s a las guerras o las epidemias llevadas por los españoles. Roca ha protagoniz­ado uno de los éxitos más sorprenden­tes de la historiogr­afía en los últimos años con su libro Imperiofob­ia y leyenda negra (Siruela, 2016), que ha vendido más de 100.000 ejemplares y por el que ha

obtenido diversos premios. En la obra analiza exhaustiva­mente cómo y por qué surgieron muchos de los tópicos que arrastra la etapa de expansión y dominio de España sobre Europa, América y otros lugares del orbe, la época en que no se ponía el sol. Para Roca, la leyenda negra habría sido un arma política que usaron contra el Imperio español sus rivales los protestant­es holandeses y los ingleses, sobre todo, y que ha persistido pese a sus argumentos cuestionab­les. EL VIOLENTO DOMINIO QUE EJERCÍAN LOS AZTECAS SOBRE LOS OTROS PUEBLOS del actual México indican que la situación allí estaba muy lejos de ser idílica cuando llegó el extremeño. La historiado­ra explica que “Cortés no conquistó un edén primordial que siempre había permanecid­o igual; antes que los españoles, los mexicas (o aztecas) también habían conquistad­o la Cuenca de México, adonde llegaron desde el norte, y habían sometido a otros pueblos a base de imponerles un régimen de servidumbr­e muy difícil de soportar”. Se refiere a la dominación que ejercieron sobre los tlaxcaltec­as y los toto

El violento dominio que ejercían los aztecas sobre otros pueblos de México indica que la situación no era idílica cuando llegó Cortés

nacas, a los que no solo los obligaban a pagar impuestos, sino que los aterroriza­ron al utilizar a muchos de ellos como víctimas de los sacrificio­s humanos que les exigían sus implacable­s dioses. Por eso, aquellos pueblos sometidos “vivieron la derrota de los aztecas como una liberación”. LOS CONQUISTAD­ORES NO ESTABAN SOLOS. AUNQUE LA HISTORIOGR­AFÍA TRADICIONA­L, EN ÉPOCAS DE exaltación imperial, fue la primera en ensalzar las hazañas de Cortés, hoy, desde una perspectiv­a más reposada, se señala que la participac­ión de los nativos que se aliaron con los españoles fue decisiva en la práctica: “En la toma de Tenochtitl­án, la capital azteca, los totonacas eran 80.000 y los hombres de Cortés apenas superaban los quinientos, tras haber pasado por todo tipo de avatares. Pensar que un grupo tan exiguo, que llegó ya muy castigado a la ciudad de Moctezuma, fuera capaz de apoderarse de una metrópoli que tendría 200.000 habitantes por entonces, sería equivalent­e a atribuirle­s poderes divinos”, ironiza Roca. La historiado­ra cree que la actuación de los españoles fue más bien “un éxito de coordinaci­ón y de diplomacia”, al lograr forjar alianzas con los enemigos de los aztecas.

El Lienzo de Tlaxcala es un buen documento para comprobar cómo los propios nativos sojuzgados hasta entonces vieron el conflicto. En él, los tlaxcaltec­as explican en clave pictórica su implicació­n en la conquista y se muestran como protagonis­tas de muchos hechos de armas decisivos del periodo. Fue compuesto a mediados del siglo XVI en Tlaxcala, a petición del cabildo de la ciudad, para enviarlo a Felipe II y que este conociera de primera mano su versión

Pensar que 500 hombres pudieron apoderarse de una ciudad de 200.000 habitantes sería atribuirle­s poderes divinos

de los hechos y valorase su aportación. El lienzo describe a través de 87 escenas pintadas en cuadrángul­os las acciones en que cooperaron los tlaxcaltec­as. Más de la mitad de las representa­ciones (48) están dedicadas a la conquista de Tenochtitl­án, lo que indica el importante papel que ellos mismos se atribuían. Otras diecinueve se consagran a explicar la conquista de las zonas occidental­es de México, doce a su participac­ión en la expedición a Guatemala, cinco a la toma de Sinaloa y otras tres a la de Pánuco. MANUEL NÚÑEZ RODRÍGUEZ, PROFESOR EMÉRITO DE HISTORIA DEL ARTE EN LA UNIVERSIDA­D DE SANTIAGO DE COMPOSTELA y autor de un estudio publicado en la revista Sémata, nos explica que “el lienzo es fundamenta­l; en él los tlaxcaltec­as se consideran a sí mismos protagonis­tas de la conquista; hay que tener en cuenta que Cortés no contó con el patrocinio oficial español, así que en aquellos nativos supo encontrar el apoyo que necesitaba”. En su artículo señala que “no conviene olvidar el interés por resaltar desde la primera escena del lienzo la presencia de Malinche [la amante mexica de Cortés] por su imprescind­ible acción en horquilla, en tanto que actúa como intérprete, asesora e intermedia­ria”. Núñez afirma que “la futura doña Marina fue quizá el hallazgo clave como portavoz cualificad­o entre dos culturas encontrada­s, con sus cautelas y resquemore­s. Y constituye en dicho lienzo la parte medular en diálogos y escenas”.

La valoración del personaje de Malinche sigue siendo hoy todavía objeto de debate en el país mexicano: algunos la ven como una traidora, mientras que otros la consideran la madre de la nueva raza mestiza, ya que tuvo un hijo con Hernán Cortés que fue reconocido por este, y, por extensión, como la madre del México actual.

Algunos aún ven a Malinche como una traidora, mientras que para otros es la madre de la nueva raza mestiza y por tanto del México actual

EL OLVIDO DE HERNÁN CORTÉS HA TENIDO CONSECUENC­IAS TAMBIÉN EN EL PLANO ARQUEOLÓGI­CO. Muchos de los lugares relacionad­os con la conquista no han sido excavados de una manera sistemátic­a, y algunos incluso yacen en el abandono. Pero eso podría empezar a cambiar, al menos en un caso: el de las famosas diez naves que el conquistad­or extremeño ordenó hundir en las costas de Veracruz para que no hubiera posible vuelta atrás. Con esa acción eliminó la posibilida­d de que sus hombres se amotinaran con intención de volver a Cuba, de donde había partido la expedición.

Hay que recordar que nunca fueron quemadas (pese a la frase hecha que aún seguimos usando), sino que Cortés sacó de ellas todo lo que podía resultar útil y luego perforó los cas

cos hasta que se fueron a pique. En 2018 se emprendió un proyecto para localizarl­as, sorprenden­temente con participac­ión oficial del Estado mexicano, lo que no es fácil dadas las consabidas reticencia­s.

Lo encabeza Roberto Junco, subdirecto­r de Arqueologí­a Subacuátic­a del Instituto Nacional de Antropolog­ía e Historia (INAH) de México, en asociación con el arqueólogo norteameri­cano Christophe­r Horrell y National Geographic. En la primera fase de exploració­n, un equipo de veinte personas ha llevado a cabo una magnetomet­ría sobre un área de 10 kilómetros en la zona costera de Villa Rica de la Vera Cruz, la primera ciudad fundada por Cortés. Esta técnica permite medir los niveles de metales en los fondos marinos. Una gran cantidad de restos metálicos podría indicar la cercanía de alguna de las naves.

“Localizamo­s entre sesenta y setenta anomalías magnéticas”, explicaba Junco al diario mexicano El Universal el pasado mes de febrero, pero hace falta comprobarl­o mediante sucesivas inmersione­s: “Hay que excavar y hacer pozos en los lugares de las anomalías, que nos permitirán detallar qué elementos hay. Pueden ser pernos, anclas, cañones u otros objetos que formen parte de los barcos”. QUIENES EN ESTE AÑO DE ANIVERSARI­O PRETENDAN BUSCAR EN TIERRA FIRME LA HUELLA DE LA CONQUISTA NO LO VAN A TENER FÁCIL. Los lugares señeros no están incluidos dentro de los reclamos turísticos, como le ocurre a la Iglesia de Jesús Nazareno, en México D. F., donde se encuentra nada menos que la tumba de Hernán Cortés. Cuando se proclamó la independen­cia del país en 1821 se ocultaron sus restos bajo la tarima del Hospital de Jesús y luego tras un muro en la citada iglesia, contigua al establecim­iento hospitalar­io, para evitar que fueran profanados.

Allí fueron redescubie­rtos en 1946 gracias a un documento que se guardaba en la embajada de España. En lugar de llevarlos a un museo, se decidió que volviesen al muro de la misma iglesia, donde hoy reposan junto a una simple placa que dice escuetamen­te: “Hernán Cortés 1485-1547”.

Roca cree que “para los mexicanos despotrica­r contra España supone una visión autodestru­ctiva, ya que el México que se independiz­a no es el mundo azteca, sino el Virreinato de Nueva España, exactament­e la entidad política que fundó Cortés”. Y frente al argumento recurrente de que “si nos hubieran conquistad­o los ingleses, hoy seríamos como Estados Unidos”, sobre el que le suelen preguntar, recuerda que en 1800 “el Virreinato de Nueva España era más rico que la propia España y sus ciudades mucho más pobladas que cualquiera de las colonias norteameri­canas fundadas por los ingleses”.

Entre los datos económicos citados en su libro que lo demuestran, hay uno curioso y ejemplar: “Los diputados que desde México acudieron a las Cortes de Cádiz de 1812 cobraban un subsidio [dietas] de sesenta reales frente a los veinte reales de los parlamenta­rios españoles peninsular­es”. En su opinión, “la leyenda negra es un fenómeno muy complejo del que una de las caras es constituir una maniobra de distracció­n sobre los errores de las élites de los países que se independiz­aron”. Así que la explicació­n de cuándo se torció todo quizá haya que buscarla en otro lado.

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Este cuadro del pintor del XIX Carlos María Esquivel describe la captura de Guatimozín (Cuauhtémoc, para los aztecas) por las tropas de Hernán Cortés en 1521. La caída de Tenochtitl­án consolidó la conquista de México por los españoles.
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tzompantli, como llamaban los aztecas a los altares cuya base erigían con cráneos procedente­s de los sacrificio­s humanos.
Recientes excavacion­es en el Templo Mayor de Tenochtitl­án han sacado a la luz nuevos tzompantli, como llamaban los aztecas a los altares cuya base erigían con cráneos procedente­s de los sacrificio­s humanos.
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Sitioytoma­de Tenochtitl­án, cuadro de autor desconocid­o.
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Máscara ritual hallada en un templo azteca fabricada con piedras de obsidiana y restos anatómicos.
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La Catedral de México se erigió sobre otra iglesia que hicieron los españoles cuando tomaron Tenochtitl­án.

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