VAYA, SE ME HA VUELTO A HACER TARDE!
SER IMPUNTUALES NOS HACE PERDER CREDIBILIDAD ANTE LOS DEMÁS, PERO TAMBIÉN NOS PROTEGE DE SUFRIR ENFERMEDADES COMO CARDIOPATÍAS, ICTUS Y CÁNCER.
Mejor tres horas demasiado pronto que un minuto demasiado tarde”, sentenció en cierta ocasión William Shakespeare. Una máxima del dramaturgo inglés que, desde luego, no parece regir la vida de la mayoría de los españoles. La impuntualidad es un defecto demasiado común en nuestro país, donde ya es costumbre conceder “diez minutos de cortesía” a los tardones a la hora de empezar una reunión, una conferencia o una visita guiada a un monumento. Según una encuesta reciente, elaborada por Wave Application –app especializada en el sector de la geolocalización–, el 64% de los españoles admite llegar siempre entre cinco y quince minutos tarde a nuestras citas. Algo impensable en países asiáticos como Japón y Corea del Sur, donde la falta de puntualidad se considera una grave –y casi imperdonable– falta de respeto al prójimo. Un robo a mano armada del tiempo ajeno.
Una de las posibles explicaciones al exceso de laxitud con los horarios es que, por regla general, los seres humanos tendemos a subestimar en nada menos que un 40 % cuánto tardamos en completar cada tarea. Nuestros cálculos de lo que nos da tiempo a hacer antes de acudir a tal reunión, o de a qué hora debemos salir de casa para llegar a tiempo a una cita, suelen ser errados. Ni siquiera contar con la inestimable ayuda de sistemas GPS –que predicen a qué hora llegaremos a nuestro destino– nos salva del vicio de la impuntualidad.
ES MÁS, SEGÚN DEMOSTRARON INVESTIGADORES DEL HELEN WILLS NEUROSCIENCE INSTITUTE,
de la Universidad de California en Berkeley (EE. UU.), si alguien nos pide que calculemos a ojo de buen cubero el recorrido de casa al trabajo, solemos dar una cifra demasiado alta. Pero, paradójicamente, siempre nos quedamos cortos calculando cuánto tardaremos en llegar. En opinión de estos científicos, lo que nos ocurre es que exageramos las distancias de las rutas que nos son familiares porque recordamos más detalles del trayecto –más
espacio en la memoria–. Sin embargo, esa misma familiaridad también provoca que el viaje se nos haga relativamente corto. “Las neuronas que calculan la distancia y el tiempo de un recorrido son distintas”, comentaban los autores del estudio en la revista especializada Hippocampus.
El desfase en los cálculos empeora considerablemente si somos personas propensas a la multitarea, tal y como comprobó Jeff Conte, del Departamento de Psicología de la Universidad Estatal de San Diego (EE. UU.). Llegó asimismo a la conclusión de que podemos dividir a las personas en dos grandes categorías de personalidad, tipo A y tipo B, que aprecian de manera diferente el paso del tiempo. Los que pertenecen al primer tipo, más competitivos, perciben que un minuto real transcurre en 58 segundos, y eso los predispone a ser rígidos con sus horarios. Sin embargo, un minuto de los sujetos de tipo B, optimistas por naturaleza, dura en realidad 77 segundos. Y, por culpa de esos diecisiete segundos de diferencia, tienden a retrasarse por sistema.
El mundo se divide en madrugadores –lo que conocemos como alondras– y trasnochadores –que son los búhos–, y pertenecer a uno u otro grupo también nos condiciona. En un experimento con más de 250 estudiantes universitarios, científicos alemanes de la Universidad de Heidelberg llegaron a la conclusión de que las personas con un cronotipo matutino, es decir, que tienden a despertarse temprano, suelen ser más puntuales que los que por sistema se acuestan tarde.
CLARO QUE NO HAY MAL QUE POR BIEN NO VENGA. Y
aunque ser impuntuales nos desprestigia y nos hace perder credibilidad ante nuestros semejantes, también se ha demostrado que las personas que llegan crónicamente tarde a sus citas suelen ser también más exitosas, creativas e innovadoras.
No solo eso. Resulta que los impuntuales también rebosan optimismo, un rasgo que, según un estudio reciente de la Universidad de Harvard (EE. UU.), sirve de escudo protector frente a enfermedades como los ictus, las cardiopatías, las enfermedades infecciosas e incluso el cáncer. Traducido a cifras, esto significa que las personas optimistas tienen un riesgo hasta un 30% menor de fallecer prematuramente. En otras palabras, parece que los que por sistema acuden con retraso a sus convocatorias también suelen llegar más tarde que el resto a su cita con la parca.