VON HUMBOLDT Y BONPLAND IMPULSAN EL DESCUBRIMIENTO CIENTÍFICO DE AMÉRICA
EL VIAJE DE ESTOS NATURALISTAS A TRAVÉS DE ALGUNOS DE LOS LUGARES MÁS RECÓNDITOS DEL NUEVO MUNDO, HACE AHORA POCO MÁS DE DOS SIGLOS, SACÓ A LA LUZ NUMEROSAS ESPECIES DESCONOCIDAS E INICIÓ LA ERA DE LA EXPLORACIÓN CIENTÍFICA DEL PLANETA.
Se dice que Alexander von Humboldt fue el último polímata de la historia, al tiempo que un vínculo entre el empirismo ilustrado y el idealismo romántico. Hijo de una acomodada familia prusiana, tanto él como su hermano mayor Wilhelm, recibieron una esmerada educación, que los llevó a destacar en diversos campos de la cultura. Alexander, en particular, dominado por una curiosidad insaciable, dejó a la posteridad sus aportaciones a la geografía y al estudio de la naturaleza, donde destacaron sus notables conocimientos en física, química, tecnología, geología y minería, botánica y zoología, anatomía, etnografía y antropología, climatología, oceanografía y astronomía. Además, durante toda su vida albergó un “deseo vehemente de hacer un viaje a países lejanos y poco visitados por europeos”.
Tras la muerte de su madre, en 1796, heredó una considerable suma económica, lo que le permitió financiar el viaje de sus sueños. Tenía en mente recorrer el norte de África y Egipto, pero al final optó por dirigirse a las regiones ecuatoriales del Nuevo Mundo. Para ello, antes iría a España y solicitaría permiso a la Corona. Acompañado por el botánico francés Aimé Bonpland, cruzó la frontera en La Junquera, desde donde viajaron a Valencia. Su idea era iniciar allí un estudio del perfil de la península ibérica y moverse en dirección sureste-noroeste, primero hacia Madrid y luego hacia La Coruña. Con la ayuda de un barómetro fue midiendo la altura sobre el nivel del mar; así descubrió la existencia de la meseta.
En Aranjuez, Von Humboldt fue recibido por Carlos IV y puso de manifiesto la perfección de sus nuevos instrumentos de medición atmosférica, geográfica y geológica. El pasaporte real que se le concedió instaba a todas las autoridades a facilitarle la realización de exploraciones y experimentos, así como la recolección de
especímenes, con el compromiso de suministrar materiales para el Real Jardín Botánico y el Real Gabinete de Historia Natural. Ya en La Coruña, Von Humboldt y Bonpland embarcaron en la corbeta Pizarro, que partió el 5 de junio de 1799.
EL NAVÍO HIZO ESCALA EN TENERIFE, DONDE EL NATURALISTA PRUSIANO PUDO ESCALAR EL TEIDE.
A mediados de julio, tras cruzar el océano, llegó a Nueva Andalucía (Venezuela). Fascinada, la pareja comenzó sus observaciones de la jungla y los poblados indígenas; navegó ríos, ascendió montañas y recorrió cuevas, con lo que, además, dio cuenta de numerosas especies animales y vegetales desconocidas. Más tarde, en Cuba, Von Humboldt y Bonpland añadieron a sus anotaciones geográficas otras de tipo económico y social, en las que criticaron la esclavitud que imperaba. Su periplo los llevó a Nueva Granada (Colombia), donde conocieron al renombrado médico y botánico José Celestino Mutis; también a Ecuador, Perú –tras estudiar los volcanes de la región, relacionaron su actividad con algunos movimientos sísmicos– y Nueva España (México). Culminaron el viaje con una segunda visita a Cuba y una estancia en Estados Unidos. Regresaron a Europa en agosto de 1804.
La expedición fue la primera de su tipo que tuvo una finalidad exclusivamente investigadora y financiación privada. Las pocas de carácter científico que habían tenido lugar, como la de Mutis a Nueva Granada, eran prácticamente desconocidas. De hecho, se valorarían posteriormente gracias a Von Humboldt, cuya visión integradora del saber aún es reconocida.