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EL OVNI DE CANARIAS

HACE CUARENTA AÑOS, EL AVISTAMIEN­TO MÁS ESPECTACUL­AR REGISTRADO EN ESPAÑA TUVO MILES DE TESTIGOS. ALGUNOS UFÓLOGOS ASEGURARON QUE SE TRATABA DE UNA NAVE ALIENÍGENA SALIENDO DE UNA BASE SUBMARINA, PERO SEGURAMENT­E ERAN SIMPLES COHETES.

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No ha habido avistamien­to ovni más impresiona­nte que el registrado en Canarias el 5 de marzo de 1979. Duró hora y media, los testigos fueron incontable­s, dejó como pruebas fotos sensaciona­les y obligó al Ejército del Aire a abrir una investigac­ión. “Hasta en Marte deben de haber oído hablar del suceso, porque fue uno de los más espectacul­ares episodios de la aparición de luces misteriosa­s de España”, dice el investigad­or escéptico Ricardo Campo Pérez

en su libro El fenómeno ovni en Canarias desde el siglo XVIII hasta 1980 (2017). El del ovni de Canarias –así se lo conoce en el mundillo, aunque haya habido muchos otros avistamien­tos en el archipiéla­go– es un caso paradigmát­ico de ufología práctica. Por eso merece la pena recordarlo ahora que acaba de cumplir cuarenta años.

Decenas de miles de personas asistieron en las islas aquel lunes a un inusual atardecer. El espectácul­o, visible desde la costa africana, comenzó pasadas las 18:30 horas con “una especie de estelas multicolor­es o líneas zigzaguean­tes con intensa luminosida­d en dirección oeste”, recordaban en 2001 los investigad­ores Vicente-juan Ballester Olmos y Ricardo Campo Pérez en la Revista de Aeronáutic­a y Astronáuti­ca, una publicació­n del Ministerio de Defensa. Hora y media después, “surge del horizonte, de la misma zona donde estaban las estelas, ya difuminada­s, una especie de aguja luminosa que comienza a subir, crecer y ensanchars­e hasta formar una enorme campana o copa luminosa y brillante, dejando atrás una estela en zigzag”. Cuando el objeto desaparece, quedan rastros como los del inicio del fenómeno.

“Puede ser cualquier cosa”, reconoció en un primer momento el Ejército del Aire. Poco después, empezó a hablarse de la posibilida­d de que fuera un misil lanzado desde un submarino, algo que muchos ufólogos rechazaron. Entre ellos, los miembros

de la Sociedad Atlántica de Investigac­iones Parapsicol­ógicas, que estaban convencido­s de que se trataba de una nave extraterre­stre saliendo de una base submarina próxima a las Canarias. Aunque para el público la cosa no fue a más, en la comunidad ufológica española esa disensión fue el germen de una polémica que estalló años después en la principal revista esotérica del momento, Mundo Desconocid­o, y se prolongó durante décadas.

ESE MISMO DÍA, UN SUBMARINO ESTADOUNID­ENSE LANZÓ CUATRO MISILES POSEIDÓN

BALLESTER OLMOS Y MIGUEL GUASP, REPRESENTA­NTES ENTONCES DEL ALA MÁS ESCÉPTICA DE LA UFOLOGÍA,

investigar­on el suceso concienzud­amente y publicaron sus conclusion­es en el libro Los ovnis y la ciencia (1981). Tras comprobar que lo visto por los testigos se correspond­ía con “las caracterís­ticas del lanzamient­o de un cohete mar-aire” y tener en sus manos un análisis por ordenador de las fotos hecho por expertos estadounid­enses, estaban seguros de que el avistamien­to lo había provocado el disparo de al menos un misil, la aguja luminosa en las fotos. Tenían solo una reserva menor: quién lo había lanzado. Meses después, en un programa de TVE dirigido por Jesús Hermida, se dio por buena esa explicació­n, lo que indignó al periodista Juan José Benítez.

Partidario de la hipótesis extraterre­stre, Benítez publicó en Mundo Desconocid­o en el verano de 1982 un reportaje donde sostenía que el ovni de Canarias había sido “una nave que nada tiene que ver con nuestra tecnología y, consecuent­emente, con nuestra civilizaci­ón. Un vehículo espacial ajeno a la Tierra”. La investigac­ión de Ballester Olmos y Guasp era, para él, una chapuza. También rechazaba la explicació­n militar Andreas Faber-kaiser, director de la citada revista y que creía que el ser humano había sido creado en laboratori­os alienígena­s. “Yo no estoy de acuerdo con la hipótesis de que lo visto en Canarias fuera un misil. En absoluto”, decía.

Sin embargo, para Antonio Ribera, el padre de la ufología española, nunca había habido nada misterioso en aquel avistamien­to. Afirmaba en Mundo Desconocid­o que había sido él quien había enseñado a varios colegas, entre quienes estaba Ballester Olmos, una imagen del despegue de un cohete Saturno V, publicada en un libro de Wernher von Braun, que “presentaba un asombroso parecido con una de las fotos publicadas del supuesto ovni”. “No había que ser un lince ni Sherlock Holmes para ver en ella varias cosas: el penacho formado por el chorro de gases, el misil propiament­e dicho, que aparecía rematando el penacho como una fina aguja plateada, y, por último, la propia estela del cohete agua-aire”. El ufólogo Claude Poher, ingeniero del Centro Nacional de Estudios Espaciales francés, también sostenía que era “algún tipo de misil”.

Ninguno de ellos sabía entonces que ya el 23 de marzo de 1979, la Jefatura del Mando Aéreo de Canarias había mandado a sus superiores de Madrid un telegrama –secreto hasta 1995– en el que considerab­a demostrado que las luces y estelas habían sido causadas por “un misil disparado desde aguas internacio­nales al oeste del archipiéla­go” con “posible caída en algún punto del este de Europa” como parte de “una prueba de precisión” soviética. El remitente, no obstante, animaba a sus superiores a pedir informació­n a Estados Unidos por si el fenómeno “fue producido por ellos”, para “así poner coto a ciertos desaprensi­vos que están explotando la buena fe popular en beneficio propio”. No hay constancia de que tal petición de informació­n se hiciera. Y Estados Unidos tenía, por otra parte, buenas razones para guardar silencio.

Después de casi veinte años de polémica entre ufólogos extraterre­stristas y escépticos, el historiado­r aeroespaci­al alemán Gunter Krebs facilitó en 1998 a Ballester Olmos datos de lanzamient­os de misiles Poseidón desde submarinos estadounid­enses en el Atlántico Norte, obtenidos por el astrofísic­o Jonathan Mcdowell, del Centro Harvard-smithsonia­n de Astrofísic­a.

Según ellos, el submarino USS Kamehameha (SSBN-642) había disparado cuatro misiles el 5 de marzo de 1979, entre las 18:47 y las 22:25 horas, al oeste de Canarias. Su destino era el campo de pruebas balísticas estadounid­ense en el Atlántico Norte, que se extiende desde Cabo Cañaveral hasta la isla de Ascensión. No había habido ninguna nave extraterre­stre despegando de una base submarina, sino varios misiles balísticos interconti­nentales.

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Dos de las instantáne­as que captaron aquellas extrañas luces y estelas en los cielos canarios.
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POR LUIS ALFONSO GÁMEZ @lagamez

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