UNA TAPADERA PERFECTA
DURANTE LA GUERRA FRÍA, ESTADOS UNIDOS SE APROVECHÓ DEL INTERÉS POPULAR POR LOS OVNIS PARA DESPLEGAR SUS AVIONES ESPÍA DESDE LA FAMOSA ÁREA 51.
LA FIEBRE POR LOS PLATILLOS VOLANTES
fue utilizada por Estados Unidos como cortina de humo de sus vuelos de espionaje desde los años 50. La CIA, que en un primer momento temió que los ovnis fueran aeronaves soviéticas, pronto se dio cuenta de que el interés popular por ellos podía ser muy útil para sus intereses. Así, cuando en 1955 puso en marcha para sus aviones espía la base secreta del lago seco Groom –lo que conocemos como el Área 51–, comprobó que los vuelos de estos se tomaban por apariciones de naves misteriosas. Y no solo entre los legos. “Una vez que el U-2 comenzó a volar a altitudes superiores a los 60.000 pies –ningún otro avión llegaba tan alto–, los controladores de tráfico aéreo empezaron a recibir un número creciente de informes de ovnis”, recuerdan los historiadores Gregory Pedlow y Donald Welzenbach en The Central Intelligence Agency and Overhead Reconnaissance, un estudio encargado por la propia agencia en los años 90 y secreto hasta 2013.
Durante décadas, los aviones espía con base en el Área 51 estuvieron en el origen de centenares de casos de platillos volantes, y al otro lado del Telón de Acero sucedió lo mismo con los lanzamientos de satélites espía. El auténtico encubrimiento ovni por parte de las grandes potencias no perseguía ocultar pruebas de visitas extraterrestres, sino esconder actividades de espionaje y ensayos de armas, y los ufólogos
conspiranoicos las ayudaron en la tarea.