Cómo desatollar el conflicto entre Israel y Palestina
Una vez que aquello por lo que un terrorista está dispuesto a luchar y morir –lo que los expertos denominan valor sagrado– está instalado en su cerebro, la negociación es poco menos que imposible. Los grupos radicales de este tipo suelen ser inmunes a las tentaciones materiales, como ofrecerles dinero a cambio de paz, o a los castigos. Con ellos, la política del palo y la zanahoria no funciona, dice Scott Atran. Pero este antropólogo ha comprobado cómo, en ocasiones, los predicadores salafistas logran disuadir a los terroristas suicidas. Para ello, tratan de reconocer los valores que les son sagrados y los usan como una herramienta para poder entablar un diálogo.
En Israel y Palestina, Atran se entrevistó con políticos, refugiados, colonos hebreos e incluso con los líderes del movimiento Hamás. La mayoría de los grupos que habían optado por la violencia no estaban dispuestos a abandonarla a cambio de paz o dinero. Cuando preguntó a los palestinos si se olvidarían de su propósito de volver a sus tierras a cambio de una petición de perdón por parte de los israelíes, “la oposición a la paz disminuyó de forma significativa”.
A los israelíes, por su parte, se les inquirió si dejarían correr los supuestos derechos del Gran Israel sobre Gaza y Cisjordania a cambio de que los palestinos reconocieran que podían estar allí. “Como en el caso anterior, la oposición a la paz bajó; en esas circunstancias, estarían dispuestos a regresar a las líneas verdes de negociación”, indica Atran. Todo ello nos dice que, en este contexto, si la oferta es más simbólica que material, el entendimiento gana enteros.