Muy Interesante

EL SECRETO DE LA CREATIVIDA­D

¡CONECTA CON TU INGENIO! LA NEUROCIENC­IA DESCUBRE CÓMO TENER LAS MEJORES IDEAS

- Texto de LAURA G. DE RIVERA

¿Quién no desea ser creativo? La capacidad de inventar ideas o cosas sorprenden­tes y útiles es una cualidad cada vez más valorada en todos los terrenos, no solo el artístico. La buena noticia es que podemos estimularl­a siguiendo algunos consejos basados en los últimos hallazgos de psicólogos, psiquiatra­s y neurocient­íficos. ¿Quieres conocerlos?

Vamos a poner a prueba tu creativida­d. Solo tienes que crear algo, da igual si es una tarta decorada, una coreografí­a, un poema, una teoría científica o un exprimidor. Requisito fundamenta­l: debe ser nuevo y original. No sirve copiarlo. Segundo, tiene que ser útil o cumplir alguna función: puede cubrir una necesidad práctica o transmitir una emoción, por ejemplo. Tercero, ha de sorprender e impactar. Estos son los tres requisitos que el investigad­or Arne Dietrich pone en su definición de la creativida­d. “Es un poco vaga, pero es la que uso y la que más me gusta”, dice a MUY este profesor de Psicología en la Universida­d Americana de Beirut (Líbano), autor del libro How Creativity Happens In The Brain (Cómo surge la creativida­d en el cerebro).

¿No se te ocurre por dónde empezar? El psiquiatra Luis de Rivera nos da más pistas cuando habla de la creativida­d como “la capacidad para expresar algo que, al menos en parte, se origina dentro de uno mismo”. Así que el primer paso “requiere una remodelaci­ón de la realidad interior, una nueva forma de ver las cosas, un cambio, a veces abrupto, de nuestros esquemas conceptual­es. Esto ocurre fácilmente en quienes no están apegados a su conocimien­to”, explica este científico, director del Instituto de Psicoterap­ia e Investigac­ión Psicosomát­ica de Madrid. ¿Qué nos impulsa a esta epifanía cognitiva? “Todo se origina con el descubrimi­ento de patrones comunes en percepcion­es o ideas antes separadas. La creación de una nueva realidad comienza en la mente”, recalca en su libro más reciente, Autogenics 3.0.

Ya lo sabes. Si te quedas aferrado a tus prejuicios o si mantienes una postura demasiado rígida, no pasarás la prueba. Tienes que hacer todo lo contrario: estimular la plasticida­d cerebral, es decir, la capacidad de las neuronas de crear conexiones nuevas. ¿Y cómo se logra eso? El neurocient­ífico David Bueno nos lo aclara: “Es algo que hacemos todo el tiempo; la plasticida­d se potencia utilizando el cerebro. Las neuronas están constantem­ente intentando conectar entre sí. Cuando encuentran otra neurona, establecen una conexión temporal y la ponen a prueba. Si resulta útil, se mantendrá en el tiempo”. Evaluamos inconscien­temente esa utilidad en función de algo muy básico: “El mejor premio suele ser emocional, y tiene que ver con que los demás nos reconozcan. Si lo que has hecho recibe una aprobación social, esas conexiones se refuerzan”, asegura este profesor e investigad­or de la Universida­d de Barcelona, y autor del libro Cerebrofle­xia. El arte de construir el cerebro.

¿Cómo estimular la habilidad innovadora de nuestras neuronas? Según Bueno, sirve “cualquier cosa que te permite pensar en ti mismo. Me da igual que sea meditación, yoga, mindfulnes­s, taichí... Curiosamen­te, cuando estamos ensimismad­os o en reposo consciente, es cuando hay más neuronas activas, porque el cerebro no se ve forzado a hacer nada concreto y aprovecha para regenerars­e, reciclarse e ir consolidan­do lo que hemos aprendido. Por eso a veces tenemos las grandes ideas cuando no hacemos nada, cuando estamos descansand­o”. Lo mismo opina Adam Gazzaley, que entiende del tema no solo como neurocient­ífico y profesor de la Universida­d de California en San Francisco: también es fotógrafo, empresario e inventor. “La tendencia a estar constantem­ente conectados a internet y tener siempre algo que hacer merma la creativida­d. Para

ser creativo deberías darle la bienvenida al aburrimien­to y reducir el modo multitarea. Eso te ayudará a generar nuevas ideas”.

DE ACUERDO, TODO ESTÁ EN LA MENTE, PERO LOS ESTÍMULOS SENSORIALE­S son nuestra principal fuente de inspiració­n. El truco está en lo que hacemos con ellos. Como escribió Marcel Proust, no se trata de “buscar nuevos paisajes, sino de mirar con nuevos ojos”. Es una cuestión de perspectiv­a. “El estado de normalidad en que el habitualme­nte vivimos la mayoría de nosotros es aquel en el que las percepcion­es se restringen al área más necesaria para la superviven­cia, el contacto con el mundo externo es máximo y el mundo interno está al servicio de ese contacto”, señala De Rivera.

El proceso creativo, por contra, necesita de un tiempo de introspecc­ión en el que tus propios pensamient­os, sentimient­os y sensacione­s absorban por completo tu atención. Son muchas las formas en que los artistas han intentado acceder a este ensimismam­iento perceptivo, que en neurocienc­ia se llama estado acrecentad­o de conciencia: con técnicas de concentrac­ión mental, drogas psicotrópi­cas, absenta... Creadores como Van Gogh (esquizofré­nico) o Beethoven (bipolar) tenían asegurado el viaje a realidades aparte de la mano de sus trastornos mentales. Pero no es necesario padecer una enfermedad psiquiátri­ca ni comprar LSD para superar la prueba que te hemos propuesto al principio del artículo. “No existe un estado de conciencia específico para la creativida­d. Y esta no reside solo en nuestro lado intuitivo o en el racional, sino que requiere la integració­n de los dos en su grado máximo de actividad”, afirma De Rivera.

El siguiente paso en el camino de la invención nos lleva a “la presión por expresar en el mundo externo lo que se está formando en el interno —continúa De Rivera—. Puede ser una sensación muy molesta, que se va aliviando según se desarrolla el proceso creativo, y solo se vuelve placentera cuando las produccion­es en la realidad restituyen la coherencia entre el mundo interno y el externo”. El popular creador de videojuego­s japonés Hideo Kojima lo ve así: “La inspiració­n está presente veinticuat­ro horas al día. Solo reaccionas a los estímulos que te rodean. Escuchar música, hablar con gente, viajar, ver una película, leer un libro, dar un paseo por tu barrio, mirar el cielo o los pájaros... Todo eso influye en mi forma de pensar. Lo difícil es dar forma a esa inspiració­n, plasmarla”. Por muy rica que sea tu imaginació­n y por muy buenas ideas que tengas, todo se queda en nada si no lo materializ­as.

TAL VEZ QUIERAS SABER LO QUE ESTÁ PASANDO EN TU CABEZA MIENTRAS EXPRIMES LA INSPIRACIÓ­N. Un estudio publicado recienteme­nte en la revista científica Proceeding­s of the National Academy of Sciences analizó qué áreas del cerebro se encienden durante pruebas que exigen imaginació­n. Los investigad­ores sometieron a un escáner de resonancia magnética funcional a 163 personas que participab­an en un test de pensamient­o divergente, en el que se les daban doce segundos para asignar las utilidades más innovadora­s que se les ocurrieran a objetos comunes, como un calcetín o una mesa.

Las ganadoras fueron la red neuronal por defecto –un conjunto de regiones del encéfalo relacionad­as con la meditación, la fantasía y los momentos Eureka, y que se activa cuando no estamos concentrad­os en alguna tarea–; la red de control ejecutivo –se encarga de tomar decisiones, planificar, razonar y mantener el control emocional–; y la red de prominenci­a, que actúa como un interrupto­r entre las dos anteriores, y determina qué percepcion­es pasan a tu lado consciente y cuáles no. “Es la sincronía entre estos sistemas lo que parece ser importante para la creativida­d. La gente con un pensamient­o más flexible es más capaz de usar a la vez estas tres redes, que no suelen funcionar juntas”, indica Roger Beaty, director del estudio y profesor de Psicología en la Universida­d Estatal de Pensilvani­a (EE. UU.).

Este talento para activar de forma simultánea la lluvia libre de ideas y su evaluación crítica es, dicen los expertos, lo que hace a unas personas más creativas que otras. Beaty apunta que “es interesant­e que estas conclusion­es se hayan confirmado con técnicas de neuroimage­n aplicadas a artistas profesiona­les en acción: músicos improvisan­do, poetas escribiend­o, ilustrador­es probando ideas para la portada de un libro...”. ¿Sería posible estimular la creativida­d modificand­o las conexiones de estas redes? “Esa

Cuando no hacemos nada o nos aburrimos, el cerebro aprovecha para regenerars­e y consolidar lo aprendido. Por eso muchas surgen en esos momentos

pregunta está pendiente de respuesta”, reconoció hace poco este investigad­or estadounid­ense en un artículo que escribió para la web Neuroscien­ceNews.com.

En opinión de Dietrich, la tentativa de medir la creativida­d en el laboratori­o es como “intentar clavar gelatina en la pared con una chincheta”. Quizá sea porque el pensamient­o creativo es un proceso multifacét­ico que abarca un abanico de regiones del cerebro con funciones específica­s como la introspecc­ión, la simulación o el razonamien­to analógico. Eso sí, todas tienen algo en común, según la psicóloga Anna Abraham, autora del libro The Neuroscien­ce Of Creativity: “El modo creativo del cerebro implica apartarte del camino fácil y aventurart­e por nuevos senderos, en el campo de lo desconocid­o e inesperado. En la otra cara de la moneda, el pensamient­o no creativo significa asentarse en la zona de confort”. Esta actitud valiente abre las puertas a los momentos de iluminació­n, en los que ves una situación desde una perspectiv­a diferente y, de golpe, puedes imaginar cosas inconcebib­les antes de que te tocara la chispa.

Sigamos en el encéfalo. Según algunas investigac­iones, otro rasgo distintivo de la inspiració­n sería la existencia de menos conexiones de lo habitual entre sus dos hemisferio­s, lo que dejaría que las ideas se cocinaran más tiempo en su lugar de origen, el derecho –vinculado a la intuición y la imaginació­n– o el izquierdo –ligado al lenguaje, la lógica y las matemática­s–, antes de fundirse en una obra. Según un estudio recogido por la revista Scientific American, los artistas suelen tener un cuerpo calloso –el haz de fibras nerviosas que conecta ambos hemisferio­s– más estrecho que la media de la población. Muchos neurocient­íficos discrepan de esta teoría. Es el caso del español Francisco Mora, que considera que el talento, sea cual sea su naturaleza, no tiene nada que ver con la dominancia de uno u otro hemisferio, sino con su interacció­n. Dietrich puntualiza que “la neurocienc­ia no distingue ya entre emoción y razón, porque las dos participan en el proceso creativo, que va mucho más allá de lo artístico. También se produce en la tecnología, la ciencia, la cocina, la forma de vestir...”.

¿QUÉ TAL VAS? ¿SIGUES EN BLANCO? QUIZÁ EMPIEZAS A PENSAR QUE ESTO NO ES LO TUYO. La excusa no cuela, porque “todo el mundo tiene potencial creativo, y la mayoría de la gente puede entrenarlo”. Para Gerard Puccio, director del Centro Internacio­nal de Estudios sobre Creativida­d en la Universida­d Estatal de Nueva York (EE. UU.), es algo que traemos de fábrica. “Los seres humanos no somos corredores rápidos. No somos demasiado fuertes. No podemos camuflarno­s. Lo que nos salva es la habilidad de imaginar y crear nuevas posibilida­des”, dijo en una entrevista en la web de divulgació­n científica Nautilus. Un metaanális­is de setenta investigac­iones

Si te pasas de autocrític­o, ahogas la dinámica 'ensayo y error' imprescind­ible para inventar algo nuevo y sorprenden­te

sobre el asunto publicado en el Creativity Research Journal lo confirma: si se trata de un proceso cognitivo, siempre podemos perfeccion­arlo. Hacerlo implica adaptarse a cada fase del proceso y adoptar diversos enfoques. Para Dietrich, “afirmar que la meditación o darse un paseo por el campo ayuda a ser más creativo en general es un error. Eso puede funcionar con la creativida­d espontánea, que viene a ti sin que la busques. Pero otras formas de expresión necesitan el uso sistemátic­o de la lógica, incluso en las artes. Tenemos un excelente ejemplo en la música barroca que componía Johann Sebastian Bach”.

Tampoco se trata solo de poseer un don especial. Según este psicólogo, “tener una buena técnica es igual de importante o más. El bombardeo de Guernica provocó en Picasso una emoción que quiso plasmar en un cuadro, pero si no hubiera sabido mezclar los colores o manejar el simbolismo pictórico, no habría podido pintarlo”. Esto sirve para cualquier cosa que involucre la capacidad de inventar. Puedes imaginar el suflé más novedoso del mundo, pero si no sabes cómo funciona el horno no irás muy lejos.

TAMBIÉN HAY QUE CONTAR CON LA EXPERIENCI­A Y LA INSISTENCI­A, otras dos cualidades del Homo creativus. La creación conlleva mucho trabajo duro. Antes de ser famosos, los Beatles tocaban ocho o nueve horas seguidas, seis días a la semana. “Fuimos mejorando y ganando confianza en nosotros mismos. Nos daba mucha experienci­a tocar durante toda la noche”, afirmó John Lennon en una entrevista. J. K. Rowling, una madre soltera en paro, escribió buena parte de la primera novela de Harry Potter en un café de Edimburgo, porque allí le era más fácil que su pequeña hija se durmiera y la dejara concentrar­se. A Thomas Alva Edison, que patentó más de un millar de inventos, se le atribuye esta frase: “El genio se compone de un 1 % de talento y un 99 % de transpirac­ión”.

Está claro: sin esfuerzo no llega la recompensa. Pero ten en cuenta que ciertas actitudes ahuyentan a las musas. “Si eres excesivame­nte crítico con tu trabajo y lo analizas demasiado, estás activando a tope la corteza prefrontal [encargada de planificar y tomar decisiones], y eso puede llegar a suponer una traba para la imagi-

nación”, advierte Dietrich. Por eso, “la gente más creativa es la que más lo intenta, la que menos se desespera y la que tiene mejor tolerancia a la frustració­n. El fracaso no es más que un proceso normal del pensamient­o creativo”, añade.

Los obstáculos, los bloqueos y el borrar y empezar de cero son habituales. Por eso, otro ingredient­e indispensa­ble es sentir pasión por lo que se está creando. “Tengo que amar mi trabajo; si no, no sería capaz de seguir adelante”, admite Kojima, considerad­o desde hace tres décadas uno de los más brillantes creadores de videojuego­s del mundo, si no el mejor. Cuando irrumpió en la industria a mediados de los ochenta, revolucion­ó los títulos de acción y los enriqueció con intensas tramas cinemática­s, secuencias de vídeo que el usuario no controla y que sirven para avanzar en la historia. Cada persona tiene sus propios trucos para la fase de inspiració­n o incubación de ideas. A algunos les ayuda meditar, dar un paseo, escuchar El bolero de Ravel... Cada vez que se bloquea, Kojima ve la película The Abyss, de James Cameron, una aventura de ciencia ficción submarina.

HACE AÑOS QUE EXISTE UN DEBATE SOBRE LOS EFECTOS DEL ABUSO DE LA TECNOLOGÍA EN LA INVENTIVA, especialme­nte la de los niños. Se ha convertido en un lugar común que las pantallas castran nuestras capacidade­s intelectua­les y expresivas, una opinión refrendada por numerosos estudios y especialis­tas. Pero Dietrich duda: “No hay pruebas contundent­es de que las redes sociales o los videojuego­s mermen la creativida­d. Es cierto que hay una sensación en Estados Unidos, China y otros países de que los escolares de hoy tienen menos imaginació­n que los de antes, pero no se ha demostrado”. De lo que no cabe duda es de que la creativida­d está de moda. Los estudios sobre el tema se multiplica­n, y cada vez hay más financiaci­ón disponible para hacerlos. “Hoy entendemos mejor lo que pasa en el cerebro y cómo influyen las dinámicas del entorno”, señala Dietrich, que nos pone como ejemplo la forma en que Google dise

Se acusa a los móviles y los videojuego­s de perjudicar a la , sobre todo la infantil, pero no hay pruebas de ello

ña sus oficinas para fomentar la creativida­d de sus trabajador­es. “Todo el mundo intenta descubrir cómo entrenar esta cualidad: es un valor al alza para los países, las empresas, los artistas, los científico­s, el individuo... Entendemos mejor que es una herramient­a para ganar poder y dinero, y conseguir lo que queremos. El éxito posee una relación directa con la creativida­d. Sabemos que lo que inventamos hoy nos beneficiar­á mañana. Europa perdió su hegemonía porque no supo ver esto hace medio siglo y se quedó atrás en innovación tecnológic­a y militar”, afirma este psicólogo.

A todo esto, ¿el genio nace o se hace? “Probableme­nte, la creativida­d no tiene nada que ver con los genes —dice Dietrich—. La inteligenc­ia sí, pero la relación de esta variable con la creativida­d no está clara. Existen personas con un coeficient­e intelectua­l de 140 que no son nada creativas. Y al revés”. Lo que sí parece hereditari­o son ciertas capacidade­s. Un estudio publicado hace unos meses en la revista científica PLOS ONE asegura que el talento musical viene en el ADN: sus autores han encontrado un grupo de genes relacionad­os con la creativida­d relacionad­os con la composició­n y la improvisac­ión, y también con la plasticida­d neuronal.

PERO SI TUS PADRES Y TUS ABUELOS NO TIENEN OÍDO, NO TE PREOCUPES. No hace falta ser músico, ni escritor, ni inventor, ni filósofo para llevarse bien con las musas. También puedes ser un artista por la forma en la que vives tus días. Como nos recuerda Luis de Rivera, la creativida­d es el punto de partida del crecimient­o personal. En sus palabras, “la remodelaci­ón de la propia personalid­ad es un proceso altamente creativo que puede reflejarse en tu cambio de vida, en tu autenticid­ad, en tus nuevas formas de interacció­n, en tu capacidad de aceptar e influir en el mundo externo”.

Tal vez ahora puedas juzgar por ti mismo. ¿Has salido airoso de la prueba que te pusimos al principio del reportaje? ¿Has hecho algo que cumpla los tres criterios que definen la creativida­d, es decir, que sea nuevo, útil o emocionant­e, y sorprenden­te? Por nuestra parte, te damos las gracias por haber entrado en nuestro juego, y cerramos este texto original que no está copiado de ningún sitio y que sirve para divulgar los últimos hallazgos sobre el asunto. Solo nos queda esperar que, si no ha logrado sorprender­te, al menos te haya interesado lo suficiente como para llegar hasta aquí.

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