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Criminales por vanidad: así son los neópatas

- Texto de JANIRE RÁMILA Ilustracio­nes de CARLOS AGUILERA

Graban sus amenazas, delitos y agresiones y los suben a internet, o los transmiten en directo por streaming. Buscan público que aplauda sus actos y los comparta en las redes sociales. Son los neópatas –casi siempre jóvenes y adolescent­es–, individuos en busca del reconocimi­ento a cualquier precio, hasta el de asesinar.

El 14 agosto de 2018, tres jóvenes, dos de ellos menores, fueron detenidos por estamparle una tarta en la cara a un anciano que descansaba sentado en un banco de Logroño, grabar la escena y compartirl­a en redes sociales. Al acceder a los móviles de los gamberros, la policía halló más vídeos similares –siempre con ancianos como víctimas–, que los muchachos colgaban en internet. El 30 de marzo de ese mismo año, en Carballino (Orense), un hombre de 53 años recibió un puñetazo de un joven mucho más fuerte que él, en medio de lo que parecía una charla amistosa en la calle. Un amigo del agresor grabó la escena y la difundió en las redes sociales. El único objetivo del ataque era transmitir­lo y ganar notoriedad.

Sucesos de este tipo han motivado que los criminólog­os y otros investigad­ores se interesen por el auge en la difusión de comportami­entos así en las redes sociales. Uno de ellos, Carlos Cabezas, fue el primer especialis­ta en emplear el término neópatas para definir a estos sujetos: “Son personas que usan la Red para expresar su agresivida­d, sus tensiones, sus trastornos psicóticos y delirios… Y que tienden a buscar la fama a cualquier precio”. En su libro Criminal-Mente (2018), Paz Velasco, criminólog­a, abogada y profesora de la Universida­d Internacio­nal de Valencia, amplió el concepto y afirmó que se trata de “individuos, normalment­e jóvenes y adolescent­es, que utilizan la Red para llamar la atención y lograr un reconocimi­ento público casi inmediato, que comunican mensajes y conductas o confiesan públicamen­te un crimen, y cuya finalidad es el exhibicion­ismo cibernétic­o”.

CABEZAS PUNTUALIZA QUE HAY DISTINTOS TIPOS DE NEÓPATAS: “ALGUNOS SE QUEDAN EN UN EXHIBICION­ISMO INOCENTE, PERO OTROS VAN MUCHO MÁS ALLÁ”. Humillan a inmigrante­s, acosan a compañeros de colegio, insultan y golpean a viandantes, conducen temerariam­ente… A veces incluso cometen violacione­s y asesinatos múltiples. Un caso famoso es el de Elliot Rodger, un chico de veintidós años que el 23 de mayo de 2014 asesinó a seis personas en las inmediacio­nes del campus de la Universida­d de California en Santa Bárbara (EE. UU.), para luego suicidarse. Unas horas antes de la matanza subió un vídeo a internet en el que anunciaba su intención de matar a “cuantas chicas pudiera” por no haber querido acostarse con él durante su fugaz etapa como universita­rio, a pesar de que se sentía un “macho alfa”. Planificó al milímetro el vídeo, que grabó en el interior de su BMW: aparecía con una mirada y una voz insinuante­s, reía inquietant­emente en momentos clave de su discurso, y llamaba día del castigo a la jornada de su crimen.

“Internet es un entorno favorable para la propagació­n de delitos, debido al alcance masivo e inmediato de las redes sociales –explica Jorge Ramiro Pérez, profesor de Criminolog­ía en la Universida­d Europea de Madrid–. En ellas, todo ocurre y deja de ocurrir a la vez. Esa mezcla entre lo fútil y lo permanente puede facilitar la comisión y divulgació­n de delitos”. Una futilidad que hace de estos vídeos y fotografía­s meros bienes de consumo: “Nos consumimos los unos a los otros y nos enlatamos para el disfrute de otros, con una rápida fecha de caducidad. Nos hemos convertido en competidor­es continuos, también en internet. Es una carrera vital de obstáculos en la que solo hay espacio para los mejores”. De ahí la necesidad de grabar vídeos cada vez más extremos, más impactante­s.

Velasco coincide en el diagnóstic­o, y señala que los neópatas “quieren causar conmoción; lo que les hace sentirse poderosos es la reacción social ante sus conductas, no los

actos que llevan a cabo”. Y añade otro componente capital en la personalid­ad de estas personas: “Su necesidad narcisista de reconocimi­ento social, hasta el punto de que prefieren ser delincuent­es famosos que sujetos anónimos. Muchos utilizan la Red para sobrevivir a una realidad en la que no pueden ser ellos mismos”. Según el profesor Ramiro, las redes sociales son ideales para este propósito: “En ellas, nuestra vida puede ser tan emocionant­e y divertida como decidamos; podemos definirnos como aventurero­s en aplicacion­es para ligar, actuar como generadore­s de opinión en Twitter… Internet nos brinda instrument­os para forjar nuestro yo”.

ESTAS REFLEXIONE­S PODRÍAN EXPLICAR POR QUÉ EN FEBRERO DE 2015, un joven agredió sin mediar palabra a una mujer que esperaba a cruzar un paso de cebra en Barcelona (viñetas de la izquierda), mientras su amigo grababa la agresión, culminada con mofas a la víctima caída en el suelo. Los autores, que difundiero­n la escena por WhatsApp y YouTube, fueron condenados en marzo de 2018 a un año y un año y medio de prisión, respectiva­mente; a 48.000 euros de multa y a hacer dos cursos sobre derechos humanos. La tranquilid­ad con la que cometieron la agresión contrastó con la ola de repulsa generada tras su difusión. Se los podría calificar como neópatas con toda calma, aunque en la versión más moderada.

DESDE LUEGO, NO ERAN COMPARABLE­S A UN TIPO POR SUERTE MUY ESCASO DE NEóPATA: el que mata a muchas personas en un mismo lugar y en un periodo de tiempo muy breve, una clase de criminal que parece tener especial interés en difundir sus acciones. Por ejemplo, Seung-Hui Cho, un estudiante surcoreano de veintitrés años que el 16 de abril de 2007 acabó a tiros con 32 personas en la Universida­d Tecnológic­a de Virginia (EE. UU). Tras matar a las dos primeras, acudió a una oficina postal y envió a la cadena televisiva NBC un manifiesto escrito y un vídeo en el que culpaba a sus compañeros de sus desdichas y aseguraba actuar en defensa de los débiles y humillados. Luego siguió su tarea, antes de suicidarse. Sin embargo, el profesor canadiense Elliott Leyton, experto en asesinos de masas, afirma que la mayoría de estos buscan relevancia pública no a consecuenc­ia de su exhibicion­ismo o su anhelo de fama, sino para justificar­se y explicar sus motivos. Según dice, conciben su crimen como su última acción, una especie de testamento. Por eso suelen quitarse la vida tras actuar, o se enfrentan a la policía abiertamen­te, para que los maten.

De acuerdo con los especialis­tas, la indiferenc­ia y la calma de los neópatas se deben a que no miden las consecuenc­ias de sus actos, o a que les dan igual, como en los citados casos de Elliot Rodger y SeungHui Cho. Para los que no quieren que los atrapen, su inmadurez es

LOS NEÓPATAS NO SE SIENTEN PODEROSOS POR SUS ACTOS, SINO POR LAS REACCIONES QUE ESTOS SUSCITAN. MEJOR SER UN DELINCUENT­E FAMOSO QUE UN CIUDADANO ANÓNIMO

su mayor debilidad, porque en su búsqueda de fama olvidan que los profesiona­les detectan con facilidad quién utiliza internet con fines delictivos. En el caso de los neópatas, los investigad­ores han identifica­do que se valen de la Red de tres formas. En la primera, difunden delitos ya cometidos. Aquí predominan los vídeos de infraccion­es de tráfico, a menudo muy peligrosas. Pero hay casos extremos, como asesinatos. En 2013, Derek Medina, un escritor de libros de autoayuda de Miami, mató a tiros a su mujer y publicó en Facebook la foto del cadáver, con este mensaje: “Voy a ir a la cárcel o seré condenado a muerte por matar a mi esposa. Los quiero mucho, amigos de Facebook. Me verán en las noticias”. Sus vecinos lo describier­on como un excéntrico exhibicion­ista; solía apostarse en la entrada de su casa, aparentand­o ser un vigilante, mientras enseñaba una pistola y un machete. Tiene 37 años y fue condenado a cadena perpetua.

LA SEGUNDA FORMA EN QUE LOS NEÓPATAS APROVECHAN LA WEB ES USARLA PARA ANUNCIAR CRÍMENES FUTUROS, como hizo Elliot Rodger. La tercera, transmitir su crimen en directo. Así procedió Steve Stephens, que el 16 de abril de 2017 emitió un vídeo en Facebook Live en el que se le vio asesinar a tiros a Robert Godwin, un anciano de 74 años que caminaba por Cleveland (Ohio). Lo hizo por despecho, ya que su novia acababa de dejarlo. Dos días después, Stephens, acorralado por la policía en su huida, se suicidó. La conmoción por el hecho y que Facebook tardara dos horas en retirar la grabación provocaron numerosas críticas hacia la compañía, que tuvo que revisar su política de transmisio­nes y censura de contenidos. El episodio suscitó debates muy polémicos y preguntas de calado: ¿han creado las redes sociales nuevas modalidade­s delictivas? ¿Son siempre la búsqueda de

EL 24 % DE LOS ESPAÑOLES DE ENTRE CATORCE Y VEINTICUAT­TRO AÑOS HA VISTO EN INTERNET CONTENIDOS VIOLENTOS O SEXUALES QUE LES HAN HECHO SENTIRSE MAL

la fama o el exhibicion­ismo la clave de estos vídeos, o también constituye­n un nuevo modo de comunicar sentimient­os propio del mundo transforma­do por internet en tan poco tiempo?

Desde hace una década, el concepto generación youtube ilustra la gran influencia de las redes sociales en los menores de treinta años. El estudio Jóvenes en el mundo virtual: usos, prácticas y riesgos, publicado en septiembre de 2018 por la Fundación Mapfre y el Centro Reina Sofía sobre Adolescenc­ia y Juventud, se basa en encuestas a 1.400 personas de entre catorce y veinticuat­ro años. El 55 % afirmó que no puede dejar de mirar el móvil. El informe concluyó que estos individuos que han crecido con internet consideran las redes sociales el lugar “donde hay que estar y desde el que hay que relacionar­se”. Esta percepción se ve reforzada por una circunstan­cia que destaca Eulalia Alemany, directora técnica del Centro Reina Sofía: “Ni padres ni profesores tienen legitimida­d ante los jóvenes como referentes en internet o en las redes sociales”.

EL VACÍO DE AUTORIDAD MORAL PUEDE SUBYACER A FENÓMENOS como el de los adolescent­es que suben a Instagram fotos de heridas autoinflig­idas. Un equipo de investigad­ores de la Universida­d de Ulm (Alemania) analizó 32.000 fotos publicadas en esa red social bajo la etiqueta #ritzen (‘corte’, en alemán). Concluyero­n que los chicos y chicas que las publicaban deseaban comunicar su sufrimient­o. No eran exhibicion­istas, sino personas que buscaban ayuda. Habían cambiado la oralidad y el trato personal por la frialdad de las redes sociales, que, según estos investigad­ores, “son básicas para los adolescent­es y su autoestima”.

Respecto al interrogan­te de si las redes sociales han creado nuevos delitos, merece la pena citar el estudio ¿Tienen sentido los asesinatos de Facebook? Redes sociales y homicidios contemporá­neos, hecho en el Centro de Criminolog­ía Aplicada de la Universida­d de Birmingham (Reino Unido). Sus autores, Elizabeth Yardley y David Wilson, buscaban averiguar en qué medida los homicidios relacionad­os con las redes sociales poseen caracterís­ticas propias. Analizaron 48 casos de personas que relataron o mostraron uno de estos crímenes a través de Facebook. Constataro­n que las redes sociales sin control pueden favorecer conductas violentas; además, la ausencia de contacto visual directo entre los perpetrado­res y su posible audiencia, y el hecho de que la mayoría de estos delitos no se transmitan en directo les restan fuerza emocional y disminuyen la percepción de su gravedad. Comprobaro­n que la edad media de las víctimas era de 20,7 años, y la de los agresores de 28,2. Los jóvenes protagoniz­an esta nueva realidad social.

¿PUEDE HACERSE ALGO PARA FRENAR EL FENÓMENO DE LOS NEóPATAS? Los datos no invitan al optimismo. Volviendo al estudio Jóvenes en el mundo virtual, el 38% de los encuestado­s afirmó haber visitado en el último año foros donde se publican mensajes contra colectivos o individuos; el 23% ha consultado webs donde se habla de formas de hacer daño a otras personas; y el 24% ha visto en internet imágenes o contenidos explícitam­ente violentos o sexuales que les han hecho sentirse mal. Yardley y Wilson advierten en su citado trabajo de que en los homicidios anunciados o retransmit­idos en las redes sociales resulta cada vez más frecuente que la víctima y el agresor se conozcan de antes, debido a que el uso de estas webs nos lleva a relacionar­nos con más personas, aunque no sea cara a cara.

La lucha contra este nuevo tipo de delincuenc­ia pasa por enseñar a los jóvenes –y los mayores– a utilizar las redes de un modo adecuado e informado, y por planes de prevención policial. Los investigad­ores de la Universida­d de Ulm aportan una medida más en su estudio sobre Instagram: “Los dueños de las redes sociales deben ser consciente­s de su responsabi­lidad y contraatac­ar ante este tipo de contenidos”. Y citan un ejemplo: cuando se usa la etiqueta #ritzen en Instagram, aparece un mensaje que advierte del contenido que puede verse e incluye un enlace que ofrece ayuda profesiona­l contra el daño autoinflig­ido y el suicidio. Por algo se empieza.

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Una gamberrada exhibicion­ista: eso hizo el 22 de febrero de 2015 un joven natural de Talavera de la Reina (Toledo) en Barcelona. Una mujer esperaba a cruzar en la avenida Diagonal, y el muchacho le propinó una patada por la espalda mientras un amigo suyo lo grababa para subirlo a internet. La víctima pasó 75 días de baja por las lesiones.
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En mayo de 2018, la Guardia Civil detuvo a una chica de diecinueve años de Villarrubi­a de los Ojos (Ciudad Real), acusada de un delito de maltrato animal. Había metido un gato en la lavadora, y la había puesto a funcionar. Fue una tortura que mató al felino y que la autora grabó para colgar el vídeo en Instagram.

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