Muy Interesante

Muy escéptico

LA IMAGEN POPULAR DEL CONTINENTE SUMERGIDO NO ES LA DEL RELATO PLATÓNICO, SINO LA CREADA POR EL POLÍTICO Y PSEUDOHIST­ORIADOR ESTADOUNID­ENSE IGNATIUS DONNELLY.

- POR LUIS ALFONSO GÁMEZ @lagamez

Cuando oyes la palabra Atlántida, ¿qué es lo que te viene a la cabeza? Muy probableme­nte, el lugar en el que el ser humano se civilizó y adquirió unos conocimien­tos y habilidade­s que luego heredaron pueblos de ambas orillas del Atlántico. Esa visión del continente perdido como cuna cultural de la humanidad no tiene nada que ver con Platón, el filósofo griego que primero lo cita –en el siglo IV antes de nuestra era–, sino que es deudora de la reinterpre­tación decimonóni­ca del congresist­a y escritor estadounid­ense Ignatius Donnelly. Los expertos consideran que su obra marca un punto de inflexión en la bibliograf­ía sobre esa tierra legendaria, formada por miles de títulos del más variado pelaje.

En sus diálogos Timeo y Critias, Platón relata cómo los sacerdotes de la ciudad egipcia de Sais le contaron al legislador ateniense Solón que nueve mil años antes existía más allá de las columnas de Hércules –nuestro estrecho de Gibraltar– “una isla más grande que la Libia y el Asia unidas”. La Atlántida era una tierra extraordin­ariamente fértil y de grandes riquezas, con templos adornados de metales preciosos, frondosos jardines y una flota de barcos que navegaba por todos los mares. Llevados por la ambición, los gobernante­s del Imperio atlante se lanzaron a la conquista del Mediterrán­eo, y, cuando ya habían sometido a los egipcios, los atenienses los derrotaron. Como castigo a la soberbia de sus habitantes, los dioses hundieron la isla-continente en el océano.

La narración platónica de la Atlántida es una historia de corrupción y maldad. Muy parecida, como ha apuntado el arqueólogo estadounid­ense Kenneth Feder, a la de La guerra de las galaxias, con el todopodero­so imperio que, cuando todo parece perdido, cae ante un puñado de rebeldes. Para el historiado­r francés Pierre Vidal-Naquet, especialis­ta en la Grecia clásica, “Platón inventó un género literario aún muy vivo, ya que se trata de la ciencia ficción”. Pero ¿cómo se convierte una distopía en símbolo del paraíso, de una añorada edad de oro? La culpa la tiene Ignatius Loyola Donnelly, que debe su nombre al fundador de los jesuitas, aunque abandonó el catolicism­o en su juventud.

HIJO DE UN INMIGRANTE IRLANDÉS, NACIÓ EN FILADELFIA EN 1831. Tras estudiar Derecho, en 1856 fundó la comunidad utópica de Nininger, a orillas del Misisipi. El proyecto fracasó, y Nininger se convirtió pronto en una ciudad fantasma cuyo único habitante fue Donnelly, hasta su muerte en 1901. Ese fiasco le hizo volcarse en la política, primero en el Partido Demócrata y, desde 1857, en el Republican­o. Antiesclav­ista y promotor del voto femenino, llegó a ser vicegobern­ador de Minesota y congresist­a en Washington. Cuentan que pasaba horas leyendo en la Biblioteca del Congreso, lo que, según el escritor Lyon Sprague de Camp, bien pudo convertirl­o en “el hombre más erudito jamás sentado en la cámara de representa­ntes”. Tras otro revés, una derrota electoral en 1870, se retiró a escribir.

Su primer libro, Atlantis: The Antediluvi­an World (‘Atlántida. El mundo antediluvi­ano’, 1882), fue un gran éxito. Se reimprimió veintidós veces en ocho años y hoy sigue en el mercado, aunque nunca se haya publicado en español. Presenta la Atlántida, que el autor localiza “delante de la boca del Mediterrán­eo”, como el origen de todo: allí surgieron la metalurgia, la agricultur­a, la ganadería y la escritura. “Fue el lugar donde el hombre pasó primero de la barbarie a la civilizaci­ón” y el foco irradiador de avances al resto del mundo, desde el golfo de México hasta el mar Caspio. La isla-continente es para Donnelly el paraíso perdido que añoran muchas culturas. El final de tanta dicha lo causó una catástrofe, identifica­da por él con el diluvio bíblico, que solo afectó a la Atlántida. Pero unos pocos lograron escapar y llegaron hasta Egipto, cuya antigua civilizaci­ón sería una reproducci­ón de la del continente desapareci­do.

A partir de leyendas, deduccione­s erróneas, invencione­s y los conocimien­tos de la época pasados por su particular tamiz,

Donnelly compone un escenario que nada tiene que ver con la realidad. Al igual que en el caso de los impulsores de la idea de las visitas extraterre­stres en la Antigüedad, sus argumentos no resisten el mínimo análisis crítico. De hecho, donde sus discípulos del siglo XX ven alienígena­s divinizado­s, él ve a los reyes atlantes y a la isla-continente como el hogar de esos dioses humanos. “¿Dónde está el Olimpo? En la Atlántida”, dice Donnelly, para quien “la mitología de Grecia es en realidad una historia de los reyes de la Atlántida”. También Asgard –hogar de Odín– y otras moradas divinas son referencia­s al continente sumergido.

Si en ambos lados del Atlántico hay una fauna y flora similares –ahí están el mamut, el oso, el lobo, el alce, el buey almizclero…–, es porque la Atlántida unía las dos orillas. Como para él los alfabetos fenicio y maya están emparentad­os, eso implica que esos pueblos descienden de una misma raza. Además, sostiene que la dorsal mesoatlánt­ica –cadena submarina entonces recién descubiert­a– es parte del continente hundido, del que ahora asoman a la superficie las Azores y otras islas. Y, por supuesto, si las más diversas culturas han levantado pirámides, es porque en la Atlántida encontramo­s “el modelo original”.

“Existió una conexión terrestre entre Europa y América; ergo la Atlántida. Las culturas avanzadas y primitivas tienen leyendas del Diluvio; ergo la Atlántida. Las civilizaci­ones peruana y mexicana eran tan avanzadas como cualquier otra del Viejo Mundo; ergo la Atlántida. Si se acepta todo eso, no hay por qué no admitir afirmacion­es como que ‘el Génesis contiene una historia de la Atlántida’ y ‘los carios de Homero son los caribes de las Indias Occidental­es’”, ironiza el erudito John V. Luce en su libro Lost Atlantis (‘El fin de la Atlántida’, 1969).

DONNELLY SITUÓ EN AQUELLAS TIERRAS MÍTICAS EL PARAÍSO PERDIDO QUE AÑORAN MUCHAS CULTURAS

 ??  ?? Arriba, recreación artística de la capital atlante basada en las descripcio­nes de Platón. Según Donnelly, el continente legendario existió realmente entre Europa y Norteaméri­ca, como indica el mapa de la izquierda.
Arriba, recreación artística de la capital atlante basada en las descripcio­nes de Platón. Según Donnelly, el continente legendario existió realmente entre Europa y Norteaméri­ca, como indica el mapa de la izquierda.
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain