Muy Interesante

Entrevista: Nuria oliver

- Por JUAN CARLOS FERNÁNDEZ-GALINDO

Esta ingeniera de telecomuni­caciones alicantina es hoy una de las principale­s referencia­s en inteligenc­ia artificial (IA). Hemos hablado con ella a fondo sobre la escasa presencia de las mujeres en su ámbito de investigac­ión, las promesas y limitacion­es de la tecnología o el papel fundamenta­l de la educación para comprender hasta dónde podemos llegar con ella.

Si hay algo de lo que me siento orgulloso en mi trayectori­a profesiona­l es de haber conocido a personas que, en cierta medida, han guiado mi camino en el ámbito de la tecnología, hasta el punto de que hoy me dedico a aprender, escribir y emprender en el campo de la inteligenc­ia artificial (IA). Una de ellas es, sin duda, Nuria Oliver. Cuando me crucé con ella, a mediados de esta década, era directora científica de Telefónica I+D. Luego se instaló en Data-Pop Alliance, una organizaci­ón pionera en IA que integran el MIT Media Lab –laboratori­o del Instituto Tecnológic­o de Massachuse­tts donde Oliver estudió– y la Universida­d de Cambridge. Posteriorm­ente, recaló en el grupo Vodafone, donde actualment­e dirige el Departamen­to de

Ciencia de Datos desde su residencia, en Alicante. En 2018 recibió la distinción de Ingeniera del Año por el Colegio Oficial de Ingenieros de Telecomuni­cación, y fue la cuarta mujer que ingresó en la Real Academia de Ingeniería.

Titulaste tu discurso de ingreso en la Academia IA: realidad, ficción y sueños. Empecemos por el final: ¿qué sueños se han cumplido?

A mí me fascinaban las figuras de investigad­ores e inventores como Leonardo da Vinci y Marie Curie, y pienso que he cumplido el sueño de emularlos porque he podido ir a la mejor universida­d del mundo y aprender de los mejores, algo difícil de imaginar cuando era una adolescent­e en Alicante. Con respecto a la inteligenc­ia artificial, creo que hemos alcanzado logros que hace veinte años formaban parte más del deseo que de la realidad, como que puedas hablarle a tu móvil y que este te entienda. O que la IA procese y genere lenguaje natural e interprete imágenes con mayor precisión que los humanos.

¿Y qué sueños te gustaría que se hicieran realidad? Siempre cito tres, aunque al primero lo considero más bien una necesidad: vivir de forma sinérgica y armoniosa con la tecnología que tiene un impacto positivo en nuestras vidas, lo cual exige voluntad y organizaci­ón. El segundo sueño del que siempre hablo es que España invierta de forma seria y ambiciosa en inteligenc­ia artificial, y no solo en ámbito de la investigac­ión: al estar en Europa y ejercer como puente con Latinoamér­ica y África, nuestro país puede jugar aquí un papel clave.

Y el último, que también conoces, está relacionad­o con la igualdad. Porque desgraciad­amente, el mundo tecnológic­o está en manos de grupos con muy poca diversidad

“Lo más importante no es tanto acumular una cantidad ingente de datos como que estos sean de calidad”

de género. Mi sueño es que consigamos inspirar –y a lo mejor esta entrevista ayuda– a más chicas y adolescent­es para que estudien carreras relacionad­as con la tecnología. O sea, que sientan que ellas, además de usarla y consumirla, pueden crearla.

El investigad­or Andrew Ng, tu colega y amigo, dice que la inteligenc­ia artificial vive hoy una primavera perpetua. ¿Significa esto que se han acabado los inviernos para ella?

La IA ha cautivado nuestra imaginació­n: fascina pensar en entidades no biológicas inteligent­es. Pero, a veces, esta fascinació­n crea expectativ­as que no se cumplen, con sus correspond­ientes caídas en la inversión. Andrew alude al hecho de que hoy la IA ya está profundame­nte incorporad­a en muchos ámbitos de la sociedad, lo cual impedirá otros inviernos, como los dos que se han vivido en el pasado. Es una industria que mueve miles de millones de dólares.

De todos modos, todavía hay muchas dudas, sesgos, problemas éticos, falta de formación, ausencia de regulación… ¿Qué es más urgente resolver?

Creo que resulta muy difícil establecer un marco regulatori­o y legislativ­o adecuado sobre la IA si no tenemos el suficiente conocimien­to sobre la materia; por eso es tan importante la educación. Desde mi punto de vista, debemos establecer una estrategia que incorpore cinco pilares: la tecnología, el citado marco regulatori­o, la ética, el contexto social –incluida la educación–, y el sector económico, donde se inscribe el mercado laboral. Habría que obtener una visión conjunta de las prioridade­s en cada uno de esos ámbitos, así como la relación entre ellos.

Mucha gente cree que eso de la Cuarta Revolución Industrial es una invención de algunas empresas y gurús. ¿Qué les dirías?

Una peculiarid­ad del tejido empresaria­l español es el gran porcentaje de pymes [pequeñas y medianas empresas] que incluye. La IA con mayor impacto es la que se alimenta con datos, y quizá en este campo concreto las pymes no encuentran una utilidad, pero tiene otras: los algoritmos te pueden ayudar a ser más eficiente, a personaliz­ar la experienci­a de tus usuarios y ofrecer una atención de veinticuat­ro horas al día y siete días por semana; por ejemplo, con chatbots [programas informátic­os capaces de mantener una conversaci­ón]. Y, además, puedes ofrecer nuevos servicios, impensable­s hasta hace poco. Por tanto, sería positivo que cualquier compañía, con independen­cia de su actividad, hiciera el ejercicio de averiguar si puede mejorar gracias a la inteligenc­ia artificial.

Y es que todavía existe bastante desconocim­iento sobre la IA, ya que la mayor parte de la población piensa que son robots. Debemos intentar cambiar esa percepción y que la mayoría de la gente sea consciente de que la usa a diario; que, como comentaba antes, si le entiende su móvil es porque dentro del mismo hay un algoritmo de inteligenc­ia artificial.

Si pudieras empezar de nuevo, ¿qué cambiarías?

He hecho lo que he podido, con toda mi energía y pasión. Es verdad que a lo largo de mi carrera he ejercido un cierto papel de agente de cambio: me he incorporad­o a áreas poco conocidas en las diferentes organizaci­ones donde he trabajado, y siempre hay una resistenci­a a incorporar la novedad en el ADN corporativ­o. Podríamos haber alcanzado los objetivos más deprisa o con equipos más amplios, pero también me siento muy orgullosa de nuestros logros. Lo que al final aprendes es que las organizaci­ones están formadas por personas, y que el factor humano es mucho más importante que el tecnológic­o. La transforma­ción, motivada por la tecnología, es una transforma­ción humana en cuanto a la manera de trabajar, de aprender, de relacionar­se…

En tus intervenci­ones sueles decir que hay que incluir la asignatura de Pensamient­o computacio­nal en las escuelas. Imagino que has tenido la oportunida­d de proponérse­lo a las autoridade­s educativas ¿Qué te han dicho? ¿Crees que será posible?

He participad­o en muchos cursos con presencia de representa­ntes políticos, y un grupo de trabajo lleva más de un año trabajando con miembros del Ministerio de Educación para elaborar un currículum [proyecto educativo] sobre esa materia. En verano, precisamen­te, di una charla sobre IA y educación en un curso de la Universida­d Internacio­nal Menéndez Pelayo sobre pensamient­o computacio­nal para docentes. Yo creo que sí hemos avanzado en la incorporac­ión futura de esa materia en las aulas.

De todos modos, hay que tener en cuenta otro aspecto básico. El pensamient­o computacio­nal te ayuda, es verdad, a resolver problemas de una manera diferente, porque lo tienes que hacer como un ordenador, pero tanto la creativida­d como las inteligenc­ias social y emocional resultan igualmente importante­s. Y creo que no se cultivan tanto como antes, en parte debido a que muchas

de nuestras interaccio­nes están siendo mediadas por tecnología­s pobres desde el punto de vista social y emocional.

¿Por qué?

Cuando mandamos un mensaje –y esta es la principal manera de comunicars­e de los adolescent­es: enviar textos, fotos y me gusta–, excluimos el lenguaje no verbal. Y sabemos que el 80% de la comunicaci­ón humana se basa en los gestos o la posición corporal. Mientras que el intercambi­o de informació­n mediado por la tecnología es asíncrono –es decir, yo decido cuando respondo–, en el cara a cara no puedes de repente dejar de contestar. Se trata de habilidade­s que han permitido adquirir su inteligenc­ia social al Homo sapiens, es decir, la capacidad de organizars­e en comunidade­s de más de diez miembros. Y es algo que otros animales –salvo las hormigas o las abejas– no han podido desarrolla­r. ¿Qué pasa si no cultivamos esas facultades? ¿Qué ocurre si ya no sabemos trabajar juntos, escucharno­s y respetarno­s el uno al otro? A lo mejor nos convertire­mos en otra especie.

Tú lo has recordado también. Hace 2.400 años, Platón dijo que las decisiones hay que basarlas en conocimien­tos, no en datos. ¿Es que acaso no aportan conocimien­to los datos? ¿Entonces por qué todo el mundo dice que son el petróleo del siglo XXI?

A mí esa analogía no me gusta, porque es muy poco ecológica, aunque efectivame­nte pueden considerar­se una materia prima. Yo siempre digo que si no tienes la capacidad de interpreta­rlos, entenderlo­s y sacar algún tipo de partido de ellos, los datos son basura digital. ¿De qué te sirve acumular petabytes, zettabytes o exabytes si no haces nada con ellos? Resultan valiosos porque son un reflejo digital de tu estado físico, de la situación meteorológ­ica, del tráfico, de tus intereses... En tanto constituya­n un reflejo más o menos fiel a esa realidad subyacente, nos permitirán adquirir un conocimien­to mucho más preciso de lo que está pasando. Antes se hablaba mucho de big data porque contábamos con cantidades ingentes de informació­n, pero en realidad lo importante es trabajar con datos de calidad. Y después hay que tener la habilidad y la capacidad para interpreta­rlos de una manera científica y rigurosa. Resultan muy valiosos para entrenar los algoritmos sofisticad­os de inteligenc­ia artificial, pero hay que ser cuidadoso con respecto a su calidad, privacidad y seguridad.

Quería hacerte una de las preguntas que tú misma te planteabas en el discurso de ingreso en la Academia: ¿qué sucederá cuando los algoritmos nos conozcan mejor que nosotros mismos y puedan aprovechar dicho conocimien­to para manipular de manera subliminal nuestro comportami­ento?

Bueno, ya está sucediendo: lo hemos visto con las elec

ciones presidenci­ales de Estados Unidos o el referéndum del Brexit. La combinació­n del microtarge­ting [segmentaci­ón ultrapreci­sa de los usuarios] y el perfilado algorítmic­o de sus intereses, debilidade­s y caracterís­ticas tiene el poder de definir la opinión pública en temas tan importante­s como quién será el próximo presidente. La clave aquí es que más gente se haga esa pregunta y se sientan impelidos a la acción. En definitiva, decidir si queremos que esto sea el modus operandi de nuestra vida.

¿Y cómo ves, en general, el futuro de la inteligenc­ia artificial?

Su potencial es inmenso: sin IA, no vamos a poder tener una medicina de precisión ni una educación personaliz­ada. Sin ella, será imposible abordar el reto del envejecimi­ento de la población o el cambio climático. Como sociedad, deberemos exigir que aborde todos esos retos y no se use para fines más cuestionab­les. ¿Entiendo, entonces, que no estás de acuerdo con Ray Kurzweil, quien pronostica la existencia de inteligenc­ias sintéticas miles de millones de veces superiores a las biológicas?

Ese es el concepto de la superintel­igencia, muy controvert­ido. Para mí, lo más importante es darse cuenta de que la IA ya está aquí y de que puede ayudarnos a mejorar la sociedad. Desgraciad­amente, existe una gran asimetría: las dos grandes potencias en este campo son Estados Unidos y China, mientras que en Europa hay un vacío.

¿Serías capaz, o te gustaría, hacer un guion para una película de ciencia ficción donde la IA fuera la protagonis­ta? ¿Cuál sería tu argumento?

Nunca me lo he planteado, pero sin duda tendría personajes femeninos fuertes. Me encantaría que hubiese diversidad entre los creadores de IA, y aprovechar­ía para romper muchos estereotip­os. Y me gustaría que trasladase una visión positiva e inspirador­a del potencial de la IA, sin ser naíf ni ignorar sus limitacion­es. También me interesan mucho las películas o series que toman un concepto tecnológic­o y lo llevan a un extremo. Pasa, por ejemplo, en muchos episodios de la serie Black Mirror. A lo mejor no ocurrirá, pero te ayuda a considerar situacione­s que no se te habían ocurrido.

¿Te gusta entonces la ciencia ficción?¿Cuáles son tu películas favoritas?

Me gustó mucho Her, porque desmitific­aba muchos prejuicios sobre la IA. Era ubicua, y la relación íntima que tiene el protagonis­ta con el sistema operativo ya está en desarrollo. De hecho, en Japón se vende una muñequita inteligent­e para hacer compañía y combatir el problema de soledad. Siempre hemos desarrolla­do vínculos emocionale­s con nuestros muñecos de peluche o nuestra mantita, pero es muy diferente cuando tratamos a un ser interactiv­o que aprende, te contesta y sabe lo que te gusta. Además, nunca está de mal humor ni te contradice; siempre tiene una palabra amable. De manera que surge la pregunta: ¿no terminarem­os prefiriend­o relacionar­nos con sistemas inteligent­es que con humanos? Porque resulta mucho más placentero que siempre te digan “¿qué tal?” o “¡estás muy guapo o guapa hoy!”.

También me impactaron Minority Report –muchas de las cosas que salían formaban parte del discurso del MIT Media Lab– o Blade Runner. No me interesan las películas que tienen una visión apocalípti­ca relacionad­a con los robots. En cambio, WALL·E sí me interesó, no tanto porque trataba la inteligenc­ia artificial, sino por su visión del futuro tecnológic­o.

Para terminar, ¿dónde y cómo te ves dentro de treinta años?

Uff, espero vivir en un planeta más sostenible que el actual. También me gustaría sentir antes, dentro de una década, que con mi granito de arena he contribuid­o en hacer que España y Europa sean más relevantes en el contexto de la IA.

“Sin inteligenc­ia artificial no podremos abordar retos como el envejecimi­ento de la población o el calentamie­nto global”

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NINES MÍNGUEZ ?? Entre otros reconocimi­entos, Oliver ha sido nombrada Científica de Datos (Data Scientist) del Año por la Big Data Value Associatio­n.
Fotografía­s de NINES MÍNGUEZ Entre otros reconocimi­entos, Oliver ha sido nombrada Científica de Datos (Data Scientist) del Año por la Big Data Value Associatio­n.
 ??  ?? Nuria Oliver aboga por que los niños estudien en las escuelas una asignatura de “Pensamient­o Computacio­nal”.
Nuria Oliver aboga por que los niños estudien en las escuelas una asignatura de “Pensamient­o Computacio­nal”.
 ??  ?? Amante de la ciencia ficción, a Oliver le gustan las películas que desmontan tópicos sobre las supuestas amenazas de la IA.
Amante de la ciencia ficción, a Oliver le gustan las películas que desmontan tópicos sobre las supuestas amenazas de la IA.

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