MENSAJES EN CLAVE: UNA VIEJA IDEA
Desde los tiempos más remotos ha sido habitual utilizar códigos y claves para ocultar mensajes: los emplearon los egipcios, los fenicios y muchos otros pueblos de la Antigüedad. Uno de los primeros métodos documentados, y que ya era común en tiempos de Julio César, es el que precisamente lleva su nombre. Se basaba en la sustitución de cada letra por la que ocupa un lugar previamente acordado, antes o después, en el alfabeto. Así, por ejemplo, la conocida frase Alea iacta est –’la suerte está echada’– se convierte en Dohd mdfad hxh si cambiamos cada letra por la tercera que sigue en el abecedario latino. No era un código demasiado seguro, pero dificultaba durante un tiempo –a veces decisivo– la interpretación de los mensajes.
Este sistema de sustitución, con versiones más o menos complejas, ha continuado usándose prácticamente hasta nuestros días. De hecho, uno de las mejores artilugios de cifrado, la máquina Enigma alemana de la Segunda Guerra Mundial, cambiaba una letra por otra en virtud de un complejo mecanismo de conexiones eléctricas y engranajes. De esta manera, solo quien conocía las posiciones iniciales era capaz de descodificar los mensajes.
Otra célebre técnica antigua de criptografía es la conocida como escítala. La describió el historiador Plutarco, y la citaba Andrea Sgarro en su libro Códigos secretos, publicado por la editorial Pirámide. Creado en Esparta, este procedimiento consistía en enrollar una tira de pergamino o cuero en una vara de madera, soporte sobre el que se escribía el mensaje, letra por letra y de arriba abajo. Para descifrar el mensaje era necesario que el receptor tuviera un bastón con idéntico grosor que el primero: así, al enrollarse de nuevo la cinta sobre él, era posible leer el texto original.
Este tipo de argucia también se ha utilizado hasta la actualidad, con múltiples variantes: desde el uso de códigos que permiten descifrar un mensaje en libros idénticos hasta plantillas recortadas en cartón o plástico y que, posadas sobre determinada página de un periódico, dejaban a la vista las palabras clave.