NI ESPÍAS PSÍQUICOS NI ASESINOS MENTALES
HASTA MEDIADOS DE LOS AÑOS NOVENTA SE FINANCIARON PROGRAMAS MILITARES EN LOS QUE PARTICIPABAN FALSOS TELÉPATAS.
WASHINGTON Y MOSCÚ HAN SOÑADO
durante décadas con espías que pudieran leer la mente del enemigo, recorrer astralmente instalaciones secretas y hasta cometer asesinatos a miles de kilómetros pensando muy intensamente en ello. Todavía a comienzos de este año, un coronel ruso aseguraba que su ejército dispone de soldados que, concentrándose, pueden apagar programas de ordenador, espiar conversaciones e interrumpir comunicaciones de radio.
“La parapsicología es un cuento de hadas. Toda la historia sobre la transferencia de pensamiento a distancia carece de base científica. No hay un solo caso registrado; es una forma de exprimir fondos del presupuesto estatal”, denunció Eugene Alexandrov, presidente de la Comisión contra la Pseudociencia en la Academia de Ciencias de Rusia, cuando saltó la noticia. A esa conclusión llegaron también en 1995
los autores de un informe encargado por la CIA sobre la visión remota, capacidad en cuyo uso militar Estados Unidos había invertido sus esfuerzos. La agencia de espionaje suspendió entonces el programa que había comenzado en los años 70 y por el que habían pasado sujetos como Uri Geller, Ingo Swann y Pat Price, quienes en algunos casos –no en el de Geller– habían engañado a los investigadores con sus trucos de prestidigitación.