La fascinación por el armagedón
alo largo de este milenio hemos asistido a un boom de películas que han incorporado, de una u otra forma, el apocalipsis como referencia: La quinta ola (2016), Independence Day: contraataque (2016), Mortal Engines
(2018), La luz de mi vida (2019)... También las series de televisión se han subido al mismo carro, como Daybreak (2019), Tú, yo y el
apocalipsis (2015), Jericho (2006) y The Walking Dead (2010). Y es así porque nos gusta pensar –y ver– cómo será el fin del mundo o, más en concreto, el de nuestra especie; o cómo los supervivientes a una catástrofe global organizan un nuevo comienzo. Esta pasión por nuestro destino final no es nueva, pues se repite en todas las culturas y civilizaciones a lo largo de la historia. Por ejemplo, La Epopeya de Gilgamesh, la obra literaria más antigua conocida, escrita en tablillas de arcilla hacia el año 2500 a. C., narra un apocalipsis en el que los dioses deciden acabar con la especie humana con una inmensa inundación. Inundación que nos recuerda a la bíblica protagonizada por Noé. La Gran Guerra nos trajo el terror a la mecanización bélica que acabó con millones de vidas durante el conflicto; y la Segunda Guerra Mundial nos llevó a la Guerra Fría y al temor a una guerra nuclear. Y hoy nos enfrentamos a los distintos escenarios apocalípticos de la llamada emergencia climática.