CóMO FORTALECER TUS DEFENSAS
EN TIEMPOS DEL CORONAVIRUS
Por culpa de la pandemia de la COVID-19, en estos tiempos resulta más importante que nunca tener a punto las defensas. Por suerte para ti, ahora existen modos de conservar el sistema inmune sano y en forma, e incluso de rejuvenecerlo hasta muy por debajo de la edad que indica tu carné de identidad.
Lávate las manos religiosamente durante veinte segundos, estornuda en el codo, evita tocarte la cara, mantente a un metro o más de distancia de todas las demás personas y, como último recurso, ponte en cuarentena durante varias semanas con tus raciones para situaciones de emergencia como única compañía. Si deseas evitar contraer el nuevo coronavirus que se ha extendido por el planeta, todo eso es una buena idea, sí; pero, en última instancia, una de las barreras más importantes que se interponen entre tú y un ataque mortal del SARS-CoV-2 es tu sistema inmunológico.
Sabemos que el sistema de defensa se debilita a medida que envejecemos, lo cual es una razón clave de que las personas mayores de setenta años sean población de riesgo frente a la infección. Pero lo que está quedando claro es que, cuando se trata de la salud inmunológica, la edad es solo un número. Hay quienes poseen un sistema inmunitario que es significativamente más viejo o más joven que ellos. “Algunas personas de sesenta años tienen el sistema inmunológico de una persona de cuarenta; el de otras con la misma edad se parece más al de una de ochenta años”, dice Shai Shen-Orr, inmunólogo del Technion, el Instituto Tecnológico de Israel. La buena noticia es que hay algunas formas sencillas de hacer retroceder el reloj inmunológico. Porque, incluso después de que la amenaza de este virus haya pasado, tarde o temprano aparecerá otro, y ninguno de nosotros se está volviendo más joven.
TODO EL QUE HAYA ESTUDIADO INMUNOLOGÍA TE DIRÁ QUE EL SISTEMA INMUNE ES INMENSO y alucinantemente intrincado. “Es el segundo sistema más complicado de tu cuerpo, después del cerebro”, afirma Shen-Orr. Consiste en cientos de tipos de células y moléculas de señalización controladas por unos 8000 genes, que interactúan en una red de complejidad casi infinita. Afortunadamente, no necesitas conocer todas sus complejidades para aprovechar los últimos desarrollos en inmunología, aunque un poco de conocimiento puede ayudar (ver el recuadro de abajo a la derecha). Si tienes menos de sesenta años, gozas de buena salud y no acumulas demasiados malos hábitos, entonces es probable que tus defensas naturales estén funcionando lo suficientemente bien como pa
A los sesenta años, algunas personas tienen el sistema inmune de una de cuarenta; otras, el de alguien de ochenta
ra mantenerte a salvo de casi cualquier enfermedad infecciosa, incluido el coronavirus.
La mala noticia es que, a medida que envejecemos, el sistema inmunológico también se deteriora gradualmente. Esta inmunosenescencia comienza a afectar a la salud de las personas alrededor de los sesenta años, dice Janet Lord, de la Universidad de Birmingham (Reino Unido). A medida que envejeces, más débil se vuelve tu sistema inmunitario y más probable es que enfermes gravemente o mueras a causa de dicha merma.
Durante una típica temporada de gripe invernal, por ejemplo, muy poca gente menor de 65 años se enferma lo suficiente como para ser hospitalizada. Alrededor del 20% de las personas de 65 a 74 años que contraen la enfermedad acaban en urgencias, aunque casi ninguna muere. Pero entre los individuos mayores de 75 años, aproximadamente la mitad de los tocados por la gripe son hospitalizados y entre el 30% y el 40% de ellos fallecen. La mayoría de los que se recuperan nunca lo hacen completamente. Se observan tasas similares de hospitalización y mortalidad con el coronavirus SARS-CoV-2, señala Lord. Al igual que con la gripe, la diferencia para la mayoría de las personas se debe a la citada inmunosenescencia.
Para muchos, la inmunosenescencia puede parecer una amenaza lejana, pero es algo que debería preocuparnos a todos. El declive comienza sorprendentemente muy temprano en la vida, durante la pubertad, y puede ser acelerado por todo tipo de factores de nuestro estilo de vida. Las personas que fuman o que son obesas resultan particularmente propensas a tener un sistema inmune que es más viejo que sus años cronológicos. Ser sedentario es otro factor de riesgo. ESTO HA LLEVADO A UN NUEVO CONCEPTO LLAMADO EDAD INMUNOLóGICA. ES SIMILAR A LA EDAD BIOLóGICA, que utiliza etiquetas químicas que se agregan progresivamente a los genes a lo largo de la vida para medir cómo de avanzada está la trayectoria del envejecimiento de una persona, independientemente de la cantidad de años en el reloj. Las edades biológica y cronológica suelen estar estrechamente unidas, pero pueden diferir hasta veinte años en ambos sentidos. Y a diferencia de la edad cronológica, la biológica puede subir o bajar, generalmente como resultado de cambios deliberados en el estilo de vida. Y estos también afectan a la edad inmunológica, que también puede variar hacia arriba o hacia abajo.
Esta manera de pensar acerca del sistema inmune tiene muchas aplicaciones. Conocer nuestra edad inmunológica podría ayudar a los médicos a juzgar cuán susceptibles somos a las enfermedades. También podría ayudarnos a todos a mantener y fortalecer nuestras defensas. Por ejemplo, podría usarse para validar supuestas estrategias de estimulación inmunológica. ¿Crees que afecta esto a la edad inmunológica? Si tu respuesta es un “no”, piénsatelo dos veces.
Hasta hace muy poco, era imposible medir la edad del sistema inmune. Pero el año pasado un equipo dirigido por Shen-Orr y Mark Davis, de la Universidad de Stanford en California (EE. UU.), reveló una forma de hacerlo. Utilizando un enfoque multómico, que consistía en observar el genoma de una persona, su sistema inmunitario y la función de
las proteínas, los investigadores auditaron el sistema inmunitario de 135 personas en dos grupos de edad: de 20 a 31 y de 60 a 96. Luego repitieron las mediciones varias veces a lo largo de nueve años. Lo que descubrieron fue que los sistemas inmunes humanos siguen una trayectoria predecible. “Podemos darte un número que diga en qué punto de esta trayectoria te encuentras. Esa es tu edad inmunológica —explica Shen-Orr—. Y es un muy buen pronosticador de la mortalidad general”.
La medición de la edad del sistema defensivo aún es nueva y no hay una prueba disponible comercialmente, aunque el equipo está trabajando en una. Por ahora, la mejor manera de medir tu edad inmune es probablemente evaluar tu edad biológica, porque las dos parecen estar más o menos correlacionadas. EN CUALQUIER CASO, NO NECESITAS CONOCER TU EDAD INMUNOLóGICA PARA TOMAR MEDIDAS QUE COMIENCEN A RESTARLE AÑOS. Y es que muchas de las estrategias y medicamentos antienvejecimiento emergentes hacen su trabajo, al menos en parte, al detener o incluso revertir la inmunosenescencia.
Un enfoque clave para mantener baja nuestra edad inmunológica se relaciona con el hecho de que, a medida que envejecemos, algunas de nuestras células de defensa comienzan a comportarse mal. Esto es especialmente problemático para una clase de células inmunológicas llamadas neutrófilos, el tipo más común de glóbulos blancos (granulocitos, monocitos y linfocitos). Aquellos forman parte del sistema inmune innato, la primera línea de defensa del cuerpo contra las infecciones, y son la fuerza fronteriza del sistema inmune. Patrullan incansablemente por el torrente sanguíneo en busca de bacterias dañinas. Cuando detectan a un intruso, se escurren del vaso sanguíneo, se dirigen hacia su objetivo y lo eliminan de una de estas tres maneras: engulléndolo como haría un Pac-Man, rociándolo con productos químicos mortales o vomitando de forma suicida su ADN y arrojándolo alrededor del invasor como una red de pesca.
El proceso mediante el cual hacen un túnel a través de los tejidos se llama quimiotaxis, y se vuelve cada vez más errático a medida que envejecemos. Los neutrófilos mayores aún pueden detectar invasores, pero empeoran mucho al cazarlos. A menudo avanzan erráticamente a través del tejido o se lanzan en la dirección incorrecta. “Siempre digo que han perdido su navegador GPS”, bromea Lord.
Esto es problemático por dos razones. Reduce la velocidad y la eficiencia de la defensa, lo que da a los invasores más tiempo para establecerse. Y también causa inflamación. Lord descubrió que los neutrófilos torpes causan entre dos y cinco veces más daño que sus camaradas que aún conocen su camino. Ese fuego amigo es una de las causas principales de la inflamación, la inflamación generalizada de bajo nivel que se arrastra por nuestros cuerpos a medida que envejecemos.
Pero el GPS de los neutrófilos se puede restablecer. La raíz del problema está en una enzima hiperactiva crónica involucrada en el control direccional. Así que Lord rastreó algunos fármacos existentes que se sabía que reducían los niveles de esa enzima. Cuando administró uno de esos medicamentos a personas mayores descubrió que restablecía sus GPS. “Sus neutrófilos se rejuvenecen, se mueven como los neutrófilos de una persona joven”, afirma Lord. PERO ¿CUÁLES SON ESOS FÁRMACOS MILAGROSOS? Las estatinas, un grupo de medicamentos recetado para disminuir el colesterol y los triglicéridos que ya toma millones de personas. Revisando los informes clínicos de pacientes del Hospital Queen Elizabeth de la Universidad de Birmingham, Lord descubrió que los ingresadas con neumonía tenían muchas menos probabilidades de morir si ya tomaban estatinas para reducir el colesterol. Este sorprendente resultado ha sido confirmado en un pequeño ensayo clínico. Según Lord, es muy pronto pa
La ingesta diaria de pequeñas dosis de vitamina D puede ayudar a rejuvenecer el sistema inmune
ra recomendar que todos tomemos estatinas como refuerzo del sistema inmunológico –ella y su equipo están llevando a cabo un ensayo clínico más grande–. Las estatinas también pueden tener efectos secundarios graves. Pero ahora podría ser un buen momento para medir tus niveles de colesterol, una vez que tu centro sanitario haya recuperado su capacidad normal tras la crisis del coronavirus.
También hay una forma de rejuvenecer los neutrófilos sin recurrir a medicamentos: hacer ejercicio. En 2016, Lord y sus colegas midieron los niveles de ejercicio y la migración de neutrófilos en 211 adultos mayores. “Aquellos que dieron un promedio de 10000 pasos diarios tenían neutrófilos tan buenos como los adultos jóvenes”, dice esta bióloga. La científica enfatiza que los neutrófilos no son antivirales, por lo que no te impedirán contraer el coronavirus ni te ayudarán a vencerlo, pero te protegerán del peligro real, que es la neumonía. “Por lo general, lo que mata a las personas con estas infecciones [virales] son infecciones secundarias”, dice Lord.
Otra clase de células inmunes que comienzan a fallar a medida que envejecemos son los linfocitos T. Resultan fundamentales en la res
puesta inmune adaptativa, pero se ven afectados de dos maneras por la inmunosenescencia: al igual que sucede con los neutrófilos, su señalización interna de rutas se torna errónea, y también se inhiben por culpa de la inflamación. Pero puede haber una manera simple de deshacer este daño. Según Dayong Wu, un inmunólogo nutricionista de la Universidad Tufts de Boston (EE. UU.), la respuesta está en la vitamina E.
En estudios con animales, se sabe desde hace tiempo que la vitamina E mejora la función inmune, pero la relevancia de esta investigación para los humanos fue eclipsada por estudios que sugieren que la complementación con vitamina E es tóxica. Wu afirma que esto es irrelevante, ya que la toxicidad solo surge a dosis que duplican las necesarias para el rejuvenecimiento de las células T. Él y sus colegas probaron la vitamina E en personas mayores: dieron a la mitad de los 670 residentes de un hogar de ancianos una pequeña dosis diaria de vitamina E y a la otra mitad, un placebo. Así encontraron diferencias significativas en la tasa de infecciones de las vías respiratorias superiores. Se está preparando un ensayo clínico más grande, pero la evidencia ya es lo suficientemente sólida como para que Wu recomiende que las personas mayores de 65 años tomen 200 unidades internacionales (UI) de vitamina E. “Puede ayudar a la función inmunológica. No perjudica”, afirma el inmunólogo.
Mientras tanto, la vitamina D parece hacer lo mismo para la rama innata del sistema inmune, especialmente entre las personas que viven en latitudes donde no hay suficiente luz solar invernal para que su piel sintetice la molécula. Una revisión de 2017 de datos sobre la ingesta de suplementos de vitamina D concluyó que previene las infecciones del tracto respiratorio superior. Alrededor de 1000 a 2000 UI deberían resultar seguras y beneficiosas, señala Wu. Y advierte de que nadie debería superar estas cantidades, porque las grandes dosis de vitamina D suprimen la función de las células T.
Un tercer suplemento dietético con claras evidencias de poseer poderes potenciadores del sistema inmune es el zinc. “Es muy efectivo para las infecciones virales —dice Wu. Aunque agrega—: Ten cuidado; la ventana efectiva es estrecha y una sobredosis suprimirá tu sistema inmunológico”. ADEMÁS DEL MAL COMPORTAMIENTO DE LAS CÉLULAS INMUNES, otra gran pista acerca de la desaparición de nuestro sistema inmunológico con la edad proviene de un órgano vital pero poco conocido llamado timo, que se encuentra –o se encontraba– debajo del esternón. Este parche de tejido linfático en forma de corazón es donde maduran las nuevas células T antes de ser liberadas para entrar en servicio. Es muy activo en la infancia, pero se degenera con la edad; disminuye en aproximadamente un 3% al año desde el inicio de la pubertad. A fines de la mediana edad, por lo general, se ha reducido a unos trocitos, y el recuento de células T cae en picado.
Esto tiene consecuencias para la capacidad de defenderse ante los nuevos agentes pató