HUMANIDAD
LA NUEVA HIPÓTESIS QUE PODRÍA COMPLETAR EL PUZLE Por el paleoantropólogo José María Bermúdez de Castro
Neandertales, denisovanos y humanos modernos fueron en su momento las tres últimas ramas del género Homo. En su día compartimos espacio y un buen puñado de genes, pero solo quedamos nosotros. Al hilo de los últimos descubrimientos, el paleoantropólogo José María Bermúdez de Castro propone en este texto una nueva hipótesis sobre el origen de nuestra especie que contradice las ideas aceptadas durante las últimas décadas.
L aa genealogía humana podría visualizarse como un arbusto frondoso con muchas ramificaciones, algunas todavía escondidas a la vista. En ese arbusto distinguimos los géneros, que serían las ramas más gruesas. De estas habrían divergido las especies, subespecies y poblaciones, que se han ido identificando a medida que se realizaban excavaciones en centenares de yacimientos. Una particularidad de ese arbusto es que algunas de sus ramas más finas pudieron entrelazarse, a pesar de haber divergido de la misma rama. La hibridación entre especies, subespecies y poblaciones pudo ser la norma más que la excepción. Es una suposición basada en lo que conocemos en la actualidad gracias a la paleogenómica, que ha permitido el análisis del ADN y el ARN de homininos de cierta antigüedad.
Nuestro arbusto imaginario tiene un aspecto deprimente. Todas sus ramas se han ido secando y las
hojas han terminado por caerse. En lo alto, sin embargo, todavía persisten los brotes verdes de una de sus ramas, que cubren la totalidad de la parte superior del vegetal. Si miramos la planta desde un observatorio elevado, esa fina capa verde nos dará una falsa impresión de vitalidad del conjunto. Al menos un par de ramas llegaron casi a la misma altura, pero también terminaron por secarse. Es más, aparecen como entretejidas con la única rama verde y se diría que en algún momento de su crecimiento la alimentaron con su savia. Quizá esas ramas marchitas perdieron su vigor para seguir dando vistosidad a una planta de apariencia engañosa.
EL PRIMER DÍA DE ABRIL DE 2020 TUVIMOS LA OPORTUNIDAD DE LEER UN TRABAJO PUBLICADO POR LA REVISTA NATURE en el que se analizaban las proteínas del esmalte de dientes de la especie Homo antecessor y se comparaban con las de las poblaciones humanas actuales, los neandertales y los denisovanos. Una especie que vivió en la sierra de Atapuerca (provincia de Burgos) hace más de 800 000 años conservaba intacta la secuencia de aminoácidos de sus proteínas del esmalte. Se trataba de la evidencia genética más antigua conocida hasta la fecha en una especie de nuestra genealogía. Este era el principal mensaje de la investigación. Pero había muchas más lecturas. El hallazgo de esa secuencia y su estudio comparado habían unido en un único grupo y muy próximo al Homo sapiens, al Homo neanderthalensis y a los enigmáticos denisovanos. Los estudios previos del ADN y el ARN de estos humanos habían llegado a la conclusión de que hubo hibridación entre ellos, a pesar de que su divergencia había sucedido hace milenios.
Los denisovanos y los neandertales fueron primos hermanos. El análisis de su ADN es muy consistente con esta idea. Estas dos humanidades vivieron en el hemisferio norte, y algunas de sus poblaciones ocuparon latitudes muy septentrionales. El último periodo glacial, que ocurrió hace entre 115000 y 11700 años, fue determinante para la suerte de unos y otros. Sus poblaciones se fragmentaron y muchas se extinguieron. Las que sobrevivieron tuvieron descendencia entre ellas y alcanzaron un grado de endogamia muy peligroso. Su patrimonio genético terminó por debilitarse y no pudieron resistir el empuje del Homo sapiens, que fue ocupando todos los territorios y acaparando los recursos disponibles. En su avance, las poblaciones de Homo sapiens se hibridaron en mayor o menor medida con neandertales y denisovanos, que nos legaron un porcentaje significativo de su genoma. Las respectivas ramas de neandertales y denisovanos se secaron y la savia de la evolución solo pudo alimentar a la rama de la humanidad moderna. Pero las tres líneas comparten un tiempo muy reciente y un buen puñado de genes. Representan a una humanidad emergente, cuyas raíces deben buscarse en algún momento de nuestra genealogía y en algún lugar del planeta.
Las especies Homo ergaster y Homo erectus comparten muchas similitudes. Tanto es así que un buen número de especialistas las agrupan en una única entidad. La primera evolucionó en África desde hace unos 1,8 millones de años hasta que se pierde su pista hace unos 500000 años. El Homo erectus inició su andadura en Asia en la misma época y se extinguió hace menos de 100000 años con la llegada del Homo sapiens. En el conjunto Homo ergaster/ Homo erectus se observa una cierta variabilidad, y los expertos reconocen la existencia de varias subespecies. Un caso muy peculiar es el aspecto que presentan los homininos recuperados de dos yacimientos de la isla de Flores, Liang Bua y Mata Menge. Su grado de enanismo, que también afecta al cerebro, se considera una característica derivada de su aislamiento milenario en esa isla del archipiélago de Indonesia. La morfología de los fósiles de los dos yacimientos resulta tan particular que los expertos propusieron el nombre de Homo floresiensis para denominar a una pequeña rama evolutiva del arbusto de la genealogía humana.
El binomio Homo ergaster/Homo erectus se reconoce con relativa facilidad por una serie de rasgos muy característicos. Su cuerpo y su cerebro crecieron de manera paralela, quizá en respuesta a las fuertes presiones selectivas de un medio muy adverso. Pero a pesar de que la especie evolucionó durante casi dos millones de años, los últimos especímenes del Homo erectus de los que se tiene constancia en Asia siguen mostrando un aspecto peculiar, inconfundible. Durante mucho tiempo se ha debatido sobre la posible presencia del Homo erectus en Europa. En las cuatro últimas décadas, los expertos en taxonomía han descartado esa posibilidad, porque las evidencias más claras no apoyan esa hipótesis.
En cambio, en 1997 quien escribe estas líneas lideró la propuesta y definición de la nueva especie Homo antecessor en la revista Science, a partir de los restos fósiles obtenidos en el nivel estratigráfico TD6 del yacimiento de la Gran Dolina, en la sierra de Atapuerca. La colección actual incluye 170 restos, que han aportado mucha información sobre la morfología de la especie. Además de poseer un conjunto muy amplio de caracteres arcaicos, el Homo antecessor se define por tener una cara muy similar a la nuestra y por compartir un buen número de rasgos dentales y esqueléticos con los neandertales. Estas peculiaridades y en concreto el hecho de que el Homo antecessor posea la cara sapiens más antigua conocida nos llevó a plantear hace pocos años un escenario para el origen de la humanidad emergente, representada por nuestra especie y los neandertales, a los que poco después se unieron los denisovanos. Esto se ha visto reforzado por el citado análisis de las proteínas publicado en Nature. Otro resultado importante de este reciente estudio confirma que el Homo antecessor es una especie hermana del conjunto formado por el Homo sapiens, el Homo neanderthalensis y los denisovanos.
Hace años que la teoría del origen multirregional de nuestra especie en África y Eurasia quedó atrás. De acuerdo con esta teoría, las poblaciones del Homo erectus
Los grupos de denisovanos y neandertales, aislados, escasos y endogámicos, no resistieron el empuje del Homo sapiens