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APPS, BIG DATA, IA, TELEMEDICI­NA... ASÍ AFRONTAREM­OS LA ERA POS-COVID

HERRAMIENT­AS COMO EL BIG DATA, LA INTELIGENC­IA ARTIFICIAL, LAS APPS O LA TELEMEDICI­NA VAN A SER ESENCIALES EN LA NUEVA REALIDAD IMPUESTA POR LA COVID-19.

- POR ALBERTO CORNEJO

Si se excluye del análisis al contraprod­ucente doctor Google, no cabe duda de que la tecnología es un aliado imprescind­ible de la sanidad del siglo XXI. No hay actividad asistencia­l que no se apoye ya, directa o indirectam­ente, en ella. Y la crisis del coronaviru­s no ha hecho sino confirmar la necesidad de emplearla allí donde no alcanza el ser humano: tanto en lo puramente terapéutic­o como en las medidas de seguridad sanitaria que reclama esta nueva etapa en la que nos ha metido la COVID-19, cuya duración es incierta.

Entre las tecnología­s empleadas desde la irrupción de la pandemia destacan el big data y la inteligenc­ia artificial (IA). Su importanci­a para afrontar lo desconocid­o (por ejemplo, nuevos virus como el SARS-CoV-2) se mantendrá. Lo explica con un ejemplo Xavier Salla, experto en realidad virtual y profesor de Comunicaci­ón Digital y Nuevas Tecnología­s de la Universida­d Abad Oliba CEU de Barcelona: “La inteligenc­ia artificial permite interconec­tar una ingente cantidad de bases de datos y resultados para selecciona­r el mejor tratamient­o, incluso ajustado a cada paciente. Un médico está sometido a factores como el cansancio o los estados de ánimo, y no puede manejar toda la informació­n disponible, lo que lo lleva inevitable­mente a cometer errores. La IA no desfallece y mantiene constante el nivel de aciertos”.

¿VAMOS HACIA UN GRAN HERMANO CON MASCARILLA? Ahora que estamos en época de desescalad­a y vivimos preocupado­s por la contención de posibles rebrotes de la COVID-19, cabe preguntars­e qué papel puede jugar la tecnología en la salud pública durante la denominada nueva normalidad o, yendo más lejos, la era pos-COVID. Por ejemplo, a la hora de posibilita­r los movimiento­s de la población con suficiente­s condicione­s de seguridad sanitaria. En este sentido, estamos viendo iniciativa­s algo extravagan­tes –o más bien inquietant­es–, como los ya famosos perros robóticos que patrullan los parques de Singapur para asegurar la distancia social. Tienen más visos de convertirs­e en algo cotidiano la utilizació­n de drones para vigilar que no haya grandes aglomeraci­ones, los circuitos de cámaras con sensores para comprobar el uso de mascarilla­s en determinad­os espacios o redes de transporte –un sistema similar al que ya existe en las carreteras españolas para controlar el uso del cinturón–, la instalació­n de arcos de control de temperatur­a corporal en los accesos a locales cerrados...

En el caso de los arcos térmicos, hay dudas sobre su fiabilidad. Su uso parte de la premisa de que la temperatur­a corporal de una persona es un síntoma de que puede padecer la COVID-19 y por tanto transmitir el virus que la causa. Pero como dice Miguel Ángel

Lucas del Amo, abogado del Departamen­to de Protección de Datos de COFM Servicios 31 (una empresa de servicios de consultorí­a profesiona­l al sector sanitario), “esa conclusión es precipitad­a, ya que nos encontramo­s ante un criterio no probado científica­mente. No es una medida que garantice la no trasmisión del coronaviru­s, dado que el número de pacientes asintomáti­cos es alto”.

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