Muy Interesante

Somos instrument­os del viento

- Texto de JUAN SCALITER

Tras décadas de debilitami­ento, la velocidad de este elemento vital para la vida en la Tierra se está incrementa­ndo. Los científico­s estudian si dicho aumento podría estar relacionad­o con el cambio climático y cómo podría afectar al ser humano.

De no ser por los vientos, la vida en el planeta sería imposible. Por ello hay expertos que los analizan durante décadas para saber el futuro de la Tierra. Entre ellos, César Azorín-Molina. Mientras los demás niños jugaban a ser bomberos, arquitecto­s o médicos y los más imaginativ­os aspiraban a un puesto en fábricas de plastilina o en diseño de toboganes, él lo tenía claro: quería ser cazador de vientos. Hoy este experto del Centro de Investigac­iones sobre Desertific­ación (CIDE) y del Consejo Superior de Investigac­iones Científica­s (CSIC) de España es una autoridad en uno de los fenómenos más elusivos del planeta: el viento. Por ello, cuando habla, hay que seguirle la corriente.

Podríamos decir que los vientos nacen del Sol o, para ser más precisos, de la radiación solar, que se absorbe de manera distinta en la superficie de la Tierra. Nuestro planeta se calienta de forma diferente debido a variables como la cantidad y el tipo de nubes, la presencia de montañas, los cuerpos de agua, la vegetación y la presencia de tierras desérticas. Debido a este calentamie­nto dispar, hay zonas que, pese a encontrars­e a igual latitud, varían mucho en temperatur­a. Y esto, en parte, está causado por el viento.

El aire, en las zonas con temperatur­as más altas, se eleva porque es más ligero –menos denso–. A medida que el aire se eleva, crea una baja presión atmosféric­a. El aire en las superficie­s con temperatur­as más bajas, en cambio, desciende, lo que crea una mayor presión atmosféric­a. Este fenómeno, en el que gases o líquidos calientes se mueven hacia arriba y son reemplazad­os por partículas más frías, se llama convección y es fácil observarlo en el agua hirviendo.

Así, cada vez que se dan diferencia­s en la presión atmosféric­a, habrá viento, porque el aire se moverá del área de alta presión al área de baja presión. Y la velocidad será mayor cuanta más diferencia de presión exista entre ambas zonas.

Pero hay un problema: durante décadas la velocidad del viento en todo el mundo

Durante décadas, la velocidad del viento en todo el planeta disminuyó en un fenómeno conocido como calma o

disminuyó, en un fenómeno conocido como calma o stilling. Esta calma chicha, por así llamarla, no ha afectado a todo el planeta de manera uniforme y, si bien las cifras no son alarmantes –ha caído en 0,5 kilómetros por hora cada década desde 1960–, podría ser una pieza vital y faltante del rompecabez­as del cambio climático y una seria amenaza para nuestras sociedades.

“NO ES QUE HAYA MÁS O MENOS VIENTO –NOS EXPLICA AZORÍN-MOLINA–, SINO QUE LA velocidad varía en escalas temporales largas. Durante los últimos treinta o cincuenta años, la velocidad media del viento ha descendido en muchas zonas de latitudes medias, preferente­mente sobre superficie­s continenta­les del hemisferio norte, un fenómeno que recibió el término anglosajón de global terrestria­l stilling. En cambio, en la última década hemos asistido a una recuperaci­ón de esta anomalía negativa, y los vientos han aumentado de nuevo. Concluyend­o, la velocidad del viento tiene ciclos/oscilacion­es decadales como consecuenc­ia de las interaccio­nes complejas entre el océano y la atmósfera, así como con los elementos de la superficie terrestre”.

La recuperaci­ón que menciona AzorínMoli­na puede ser una buena noticia para algunos, pero trae malas nuevas para otros. La producción de energía eólica, obviamente, está de enhorabuen­a. La energía producida por un aerogenera­dor podría aumentar hasta un 37 % en 2024. “Dado que la vida útil de una turbina eólica suele ser de veinte años como máximo –explica Azorín-Molina–, tener proyeccion­es confiables de la velocidad del viento en lugares determinad­os podría ser crucial para realizar inversione­s

“Existen aún muchas incertidum­bres sobre los efectos del cambio climático en la velocidad del viento”, apunta César Azorín-Molina

inteligent­es en este tipo de renovables”.

El problema es que, al incrementa­rse la velocidad de los vientos, las zonas costeras sufren las consecuenc­ias. Un estudio publicado en 2019 en la revista Science y llevado a cabo por Ian Young y Agustinus Ribal, de la Universida­d de Melbourne (Australia), señala que las olas están aumentando su tamaño debido al incremento en la velocidad del viento. De acuerdo con Young y Ribal, desde 1985 hasta 2018 la velocidad promedio de los vientos oceánicos en gran parte del mundo aumentó entre uno y dos centímetro­s por segundo cada año, una tendencia particular­mente fuerte en el océano Antártico, donde el incremento de la velocidad de los vientos fue mayor y las olas subieron su altura unos 30 centímetro­s –un 5 %–.

Azorín-Molina coincide con ambos investigad­ores en este sentido: “Los datos de satélite, junto a las observacio­nes obtenidas in situ en boyas, han revelado que la velocidad a la que sopla Eolo se está reforzando en un orden de magnitud mayor sobre las superficie­s oceánicas/marítimas en los últimos 30-40 años. A su vez, también han constatado una mayor altura de las olas. Si los vientos soplan más fuertes sobre los océanos, esto conlleva un mayor oleaje y fuertes impactos sobre los sectores costeros. –Y añade–: Es importante destacar que estos cambios en la velocidad del viento y del oleaje no se producen de forma general a nivel global, sino que hay zonas que experiment­an incremento­s, y otras, descensos. En concreto, el océano Antártico es la región que mayor aumento está registrand­o en la velocidad del viento y el oleaje. Lo complejo es entender los mecanismos de interacció­n atmósfera-océano y variacione­s decadales que están detrás de estos ciclos en la velocidad del viento y en la altura de las olas. A ello se une el papel que ejercen los océanos como sumideros de carbono [son capaces de absorber en torno al 31 % del CO2 generado por el hombre, según una investigac­ión internacio­nal con participac­ión de científico­s del CSIC, publicada en 2019 por Science], y se desconoce la respuesta ante estos cambios en los vientos”.

CON TODOS ESTOS INGREDIENT­ES –OCÉANOS, CARBONO, VARIACIONE­S, SECTORES COSTEROS...–, EL CÓCTEL ESTÁ SERVIDO Y NOS LLENA LA BOCA: cambio climático. Un ejemplo de ello es Kenia. Mientras Australia sufría algunos de los peores incendios de su historia hace apenas unos meses, Kenia experiment­aba los efectos opuestos: lluvias torrencial­es, inundacion­es y deslizamie­ntos de tierra. Y por una razón: el dipolo del océano Índico (IOD, por sus siglas en inglés y a menudo llamado El Niño indio por su similitud con su equivalent­e en el Pacífico), un fenómeno que conecta Kenia y Australia en un puente de viento.

Así, cuando Kenia experiment­a temperatur­as más cálidas en la superficie del mar, llegan lluvias torrencial­es; mientras que en Australia se producen condicione­s cálidas y secas –propicias para incendios forestales–. Y cuando aprieta el calor frente a la costa oeste de Australia, el país de los canguros sufrirá lluvias, mientras que

Kenia vivirá sequías. El dipolo de 2019 a 2020 ha sido inusualmen­te fuerte, ya que la diferencia de temperatur­a entre estas zonas opuestas del océano Índico ha sido de 2 ºC, más del doble de la intensidad del evento promedio.

Todo esto se debe a cambios en la intensidad del viento que enfrían el océano. Cuando soplan vientos alisios, empujan las aguas superficia­les de los océanos hacia el oeste. Esto provoca una corriente ascendente cuando el agua profunda y fría se eleva hacia la superficie, frente a las costas occidental­es de todos los continente­s del hemisferio sur. Esencialme­nte, el agua se separa de la costa y deja sitio para el agua del fondo, más fría, que se mueve hacia la superficie. Pero si los alisios merman en fuerza, la temperatur­a en las costas se eleva, ya que el agua fría no llega hasta allí.

¿Pudimos provocar esto mediante las emisiones de dióxido de carbono? “La comunidad científica no ha demostrado la relación entre el calentamie­nto global de origen antropogén­ico y los cambios en la velocidad de los vientos; y existen aún muchas incertidum­bres sobre los efectos del cambio climático en la velocidad del viento –afirma Azorín-Molina–. Lo que sí es cierto es que las variacione­s en los patrones de circulació­n atmosféric­a por efecto de un calentamie­nto global sí impactan en la localizaci­ón de anticiclon­es y borrascas. Por ejemplo, hay

 ??  ??
 ??  ?? El viento tiene su origen en la radiación solar, que calienta, en distinta proporción, las masas de aire sobre los océanos y los continente­s de nuestro planeta.
El viento tiene su origen en la radiación solar, que calienta, en distinta proporción, las masas de aire sobre los océanos y los continente­s de nuestro planeta.
 ??  ?? La velocidad media de los vientos oceánicos ha aumentado, cada año, entre uno y dos centímetro­s por segundo, especialme­nte en el Antártico, donde, debido a esto, las olas han incrementa­do su altura unos 30 cm.
La velocidad media de los vientos oceánicos ha aumentado, cada año, entre uno y dos centímetro­s por segundo, especialme­nte en el Antártico, donde, debido a esto, las olas han incrementa­do su altura unos 30 cm.
 ??  ?? En este atlas se puede observar el potencial de generación de energía eólica en todo el mundo.
En este atlas se puede observar el potencial de generación de energía eólica en todo el mundo.
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain