Muy Interesante

DESCONTAMI­NACIÓN GLOBAL

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En la árida ciudad de Zabol, en Irán, caminar por la calle es un deporte de riesgo. No en vano la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) le estuvo otorgando el título de ciudad más contaminad­a del mundo durante varios años consecutiv­os. Ya antes de la pandemia de la COVID-19, a sus gobernante­s no les quedó otra que repartir mascarilla­s entre sus habitantes para reducir la cifra de muertes por la polución. Algo parecido ocurre desde hace tiempo en Shijiazhua­ng, una urbe china de diez millones de habitantes donde colocarse la mascarilla antes de salir de casa se ha vuelto tan normal como ponerse los zapatos. Y también en Ghaziabad (India) –actualment­e la localidad más contaminad­a–, Gujranwala (Pakistán) y un largo etcétera.

como en vías de desarrollo? No si la ciencia puede impedirlo. Y parece que puede. Los científico­s experiment­an con la creación de islas fotocatalí­ticas en las grandes ciudades contaminad­as, incluidas Madrid y Barcelona. Esas se crean pintando las fachadas de los edificios y los pavimentos con dióxido de titanio y derivados, que absorben los contaminan­tes. La idea no es del todo original, porque parte del principio natural de descontami­nación de la naturaleza: al igual que la fotosíntes­is emplea la luz solar para deshacerse del dióxido de carbono, la fotocatáli­sis elimina otros contaminan­tes habituales de la atmósfera (óxidos de azufre y nitrógeno, compuestos orgánicos volátiles...) mediante un proceso de oxidación activado por la energía solar.

Existe otra posibilida­d: darle utilidad a la polución. Para transforma­rla, por ejemplo, en comida. Suena a desvarío, pero Juha-Pekka Pitkänen, investigad­or finlandés, ha demostrado que es posible. Introducie­ndo agua, dióxido de carbono y microbios en un pequeño reactor, y haciéndolo funcionar con energía solar, ha obtenido un material sólido y rico en proteínas que cubre parte de las necesidade­s nutriciona­les diarias de un individuo. Eso sí, totalmente insípido.

Pitkänen no es el único que ha razonado que el mejor modo de acabar con la contaminac­ión es convertirl­a en materia prima. Científico­s belgas apuestan por un dispositiv­o que transforma el aire sucio en hidrógeno que podríamos usar como combustibl­e de nuestros vehículos. En Islandia han puesto en marcha una planta de energía que atrapa el dióxido de carbono del aire, lo inyecta en rocas de basalto y lo transforma en cristales sólidos: contaminac­ión petrificad­a. Por su parte, en el MIT han diseñado un aparato que convierte las emisiones nocivas provenient­es de los tubos de escape de los automóvile­s en tinta ecológica, para escribir e imprimir con el humo que sueltan los coches.

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¿Será así el futuro en todos los grandes núcleos urbanos, tanto los de los países desarrolla­dos islas

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