De palabras
La lengua, como elemento vivo que es, está en constante evolución: hay palabras que desaparecen del léxico por falta de uso, al tiempo que objetos y situaciones nuevos exigen buscar nombres para definirlos. Muchos nos llegan de otros idiomas –con frecuencia, del inglés– y los adaptamos al castellano: cederrón, emoticono, clic… Sin embargo, otros se crean a partir de vocablos propios a los que se confiere un nuevo significado. Por ejemplo, cuando hubo que definir la obsesión por consultar y confirmar en internet síntomas de enfermedades que se cree padecer, nació cibercondría, a partir de ciber e hipocondría.
El libro El español más vivo, que publicó hace unos años la Fundación del Español Urgente, incluye un capítulo dedicado a este tipo de neologismos. Por ejemplo, precuela, generada por oposición a secuela, y que define la obra, generalmente cinematográfica, en la que se narran hechos que preceden a los de otra obra ya existente. También es curioso el caso de copipega, la acción de copiar un fragmento o fragmentos de un documento con los que, reordenados, se crea uno nuevo. Otro término moderno de éxito es postureo, que define, según el Diccionario, la actitud artificiosa que se adopta por conveniencia o vanidad. Está emparentado con postura y, sobre todo, con pose, afectación en la manera de comportarse.
De triste actualidad en estos tiempos es precariado, referido a la situación laboral de inestabilidad e incertidumbre –y, por tanto, de precariedad– en la que viven muchos trabajadores. Y también va a ser cada vez más común escuchar o leer electrolinera, la estación de servicio para coches eléctricos. Tras desechar poste o punto de recarga y estación de carga, resultó divertido este hallazgo que ya se utiliza en algunos países de América.