Fijación por la pornografía
Sam, un exitoso corredor de bolsa y padre de dos hijos, tiene una vida que parece perfecta. “Desde fuera, todo el mundo piensa que soy ‘ese tipo’. Siempre estoy superando mis objetivos, ganando premios y ayudando a la gente. Pero en el interior tengo esta sombra que nadie conoce y de la que estoy tan avergonzado. Me odio a mí mismo. Es una parte de mí a la que no me puedo resistir y no logro controlar”, afirma.
Sam puede recordar los comienzos de sus pensamientos y comportamientos obsesivos en torno a la pornografía, que se desarrollaron a la edad de doce años. Pero fue a los veinte, cuando conoció a su esposa y su carrera despegó, que se volvieron problemáticos. “Recuerdo quedarme hasta tarde en la oficina diciendo que tenía trabajo que hacer, cuando en realidad estaba viendo pornografía en la computadora de mi trabajo hasta la medianoche, un par de veces a la semana. El estrés, la incertidumbre y el miedo en el trabajo eran factores desencadenantes que me empujaban hacia mi droga, que era la pornografía”.
Pronto comenzó a consumir cuatro veces por semana. “A medianoche, me despertaba junto a mi esposa con ansiedad, bajaba sigilosamente las escaleras y me daba atracones hasta las seis de la mañana, antes de dormir una hora e ir a trabajar”, explica. A veces empezaba a temblar en el trabajo, “como un drogadicto o un alcohólico”, recuerda. Sin pornografía, no podía pensar ni funcionar.
Su matrimonio se deterioró. A veces, Sam sentía impulsos suicidas. Hace aproximadamente un año, su esposa lo pilló viendo pornografía en su oficina, y ese fue el detonante para que Sam buscara ayuda. Ahora está recibiendo terapia para la adicción a la pornografía en el Laurel Center, en el Reino Unido, y está comenzando a comprender el impacto que tuvieron en él dos experiencias de agresión sexual en su adolescencia. “Ahora entiendo esto como una enfermedad mental –dice–. Sé que todavía no se considera una adicción, pero definitivamente lo es, y es solo cuestión de tiempo que se trate como una”.