La lotería de la adicción
Entre el 15 % y el 20 % de nosotros desarrollaríamos una adicción si estuviéramos expuestos a drogas adictivas, según una investigación. “Es una gran minoría, una lo suficientemente grande como para crear uno de los mayores problemas de salud pública que tenemos en este planeta, pero sigue siendo una minoría”, opina Markus Heilig, de la Universidad de Linköping (Suecia).
Para descubrir por qué algunas personas se enganchan y otras no, Heilig y su equipo entrenaron a ratas para que aprendieran a presionar una palanca a cambio de una recompensa. Luego les dieron a las ratas una opción: presionar una palanca que liberaba unas gotas de alcohol o una que liberaba una solución dulce. Alrededor del 15 % elegía el alcohol. Las ratas no pueden ser etiquetadas como adictas porque es un trastorno complejo, quizá con aspectos exclusivamente humanos. Pero sí muestran comportamientos que imitan de cerca algunas de las características clave de la adicción clínica, y el equipo teorizó que el 15 % continuaría eligiendo el alcohol incluso si tuviera consecuencias negativas. En el siguiente experimento, cada vez que una de esas ratas presionaba la palanca que suministraba alcohol, recibía una descarga eléctrica. ¿Se mantuvieron enganchadas al alcohol a pesar de su doloroso precio? “La respuesta, para nuestro deleite, fue un sí cristalino –dice Heilig–, y era algo novedoso”.
Heilig quería saber si había diferencias entre los cerebros de las ratas enganchadas y los de las demás; y descubrió una notable diferencia en la amígdala, una parte del cerebro clave para lidiar con las emociones. Las ratas que se comportaban como personas adictas al alcohol tenían un exceso del neurotransmisor GABA. Eso, a su vez, quizá se debía a la falta de una sustancia llamada GAT-3, que elimina el exceso de GABA.
Para ver si una escasez de GAT-3 realmente podía causar adicción, el equipo de Heilig tomó ratas que no mostraban comportamientos similares a la adicción y redujo la cantidad de la sustancia química en su amígdala, hasta llegar al nivel encontrado en las ratas enganchadas. De repente, aquellas ratas que habían elegido previamente la solución dulce presionaban ahora compulsivamente la palanca del alcohol.
En cuanto a los cerebros donados por personas que habían sido adictas al alcohol, el equipo volvió a analizar los niveles de GAT-3 en la amígdala. “Resulta que la imagen en el cerebro humano es increíblemente similar a la de las ratas –dice Heilig–. Nos quedamos impresionados”.
Aún quedan preguntas sin respuesta, incluida la forma exacta en que el neurotransmisor GABA y la amígdala se relacionan con la adicción. Y es probable que explicar este vínculo sea solo una parte del rompecabezas, señala Heilig.
Una tirada de dados
Otros factores que influyen son la genética y la personalidad. “Una variante del gen DRD2 está implicada en casi todos los comportamientos adictivos que se me ocurren – dice Mark Griffiths, de la Universidad Nottingham Trent–. Pero también sabemos que las personas que tienen esta variante no necesariamente se convierten en adictos; además, hay algunas personas que son adictas que no la tienen. Por lo tanto, la genética y la biología solo contribuyen a iniciarse en la adicción”.