¿POR QUÉ LAS HORMIGAS NO SE HACEN DAÑO CUANDO CAEN?
La clave está en su velocidad terminal, que es la máxima que alcanza un objeto en caída libre –en ella, la aceleración es igual a cero porque la fuerza de rozamiento con el aire iguala a la de la gravedad–, y que varía en función de su masa y resistencia aerodinámica. Por ejemplo, la de un humano tumbado en horizontal y con las extremidades abiertas es de unos 198 km/h, más que suficiente para acabar con su vida. En cambio, la de una hormiga no supera los 6 km/h.
Para que te hagas una idea de lo suave que es caer a esa velocidad: un paracaidista toma tierra –con el paracaídas abierto– a unos 20 km/h. En el caso de la hormiga, esa velocidad máxima se alcanza a partir de los dos metros de altura, es decir, aunque la arrojes desde lo alto de un rascacielos nunca impactará contra el suelo a más de los citados 6 km/h. Sin embargo, una persona en caída libre puede superar ampliamente los 198 km/h si se coloca en vertical, con las piernas y los brazos pegados al cuerpo.