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ENFERMEDAD DE CREUTZFELD­T-JAKOB: UN ENIGMA MORTAL

LA CRISIS DE LAS VACAS LOCAS SACÓ DEL ANONIMATO A ESTA DOLENCIA, DE LA QUE SE IGNORAN EN GRAN MEDIDA SUS CAUSAS Y PARA LA QUE SIGUE SIN HABER TRATAMIENT­O.

- POR SANDRA PULIDO

La conocida vulgarment­e como enfermedad de las vacas locas y por los científico­s como encefalopa­tía espongifor­me bovina provocó en 1996 la mayor crisis alimentari­a de la Europa moderna, aunque la primera vaca afectada por este trastorno progresivo y fatal del sistema nervioso fue detectada en el Reino Unido en abril de 1985. Once años después de identifica­rse ese caso inaugural, el consumo de carne de ejemplares afectados dicho mal neurológic­o dio lugar a una nueva variante en humanos de la enfermedad de Creutzfeld­t-Jakob. Pero ¿cuáles son sus caracterís­ticas?

Las encefalopa­tías espongifor­mes (EETH) constituye­n un grupo de enfermedad­es transmisib­les de baja incidencia cuyo agente patógeno es una proteína denominada prion. Las EETH se manifiesta­n con una pérdida de neuronas y unos depósitos anormales de la proteína priónica. La encefalopa­tía espongifor­me más frecuente es el mal de Creutzfeld­t-Jakob (ECJ), trastorno degenerati­vo e inexorable­mente mortal. Por su modo de adquisició­n se han descrito cuatro tipos: esporádico, transmitid­o, hereditari­o y la nueva variante, de la que hablaremos más tarde.

ENTRE EL 80% Y EL 90% DE LOS CASOS DE ECJ EN EL MUNDO SON ESPORÁDICO­S, es decir, se desconoce su origen o causas. “La proteína priónica, que todos tenemos en el cerebro, se vuelve tóxica y provoca la muerte de las neuronas”, explica Guillermo GarcíaRiba­s, neurólogo y miembro del Grupo de Estudio de Conducta y Demencias de la Sociedad Española de Neurología (SEN). “Se desconoce por qué ocurre ese cambio de conformaci­ón. Es un mecanismo muy complejo que induce a su vez a la desnatural­ización del resto de las proteínas cerebrales”, añade el experto. La ECJ aboca a un deterioro rápido del movimiento y a la pérdida de las funciones cognitivas, con una incidencia anual en España de 1,1 casos por millón de habitantes. “La enfermedad dura un año. No existe tiene ningún tratamient­o, porque progresa rápidament­e”, incide el doctor García-Ribas.

Se dan también casos en los que la alteración del gen que expresa la proteína priónica determina la aparición de la enfermedad. “Con la ECJ hereditari­a, la composició­n de dicha proteína, constituid­a por dos aminoácido­s, presenta una mayor facilidad para experiment­ar el cambio”, puntualiza el experto.

Cuando la dolencia es transmitid­a, se contrae por exposición directa al prion, mediante contacto con tejidos cerebrales o del sistema nervioso infectados. Esta forma se ha asociado a intervenci­ones médicas donde se usa instrument­al quirúrgico, transfusio­nes de hemoderiva­dos o trasplante­s.

Por último, la nueva variante de ECJ, que nace del consumo de carne contaminad­a, tiende a afectar a individuos más jóvenes. Menos de doscientas personas en todo el mundo han padecido esta versión de la dolencia, y casi siempre se han diagnostic­ado en Inglaterra y Francia. Según el último informe de Vigilancia Epidemioló­gica de las Encefalopa­tías Espongifor­mes Transmisib­les Humanas en España, en 2005, 2007 y 2008 se registraro­n los únicos cinco casos españoles de la nueva modalidad de ECJ.

“PARA CONTRAER ESTA VARIANTE HAY QUE TENER UNA SUSCEPTIBI­LIDAD GENÉTICA EN LA PROTEÍNA HUMANA Y CONTACTAR con la carne bovina contaminad­a. Es decir, tomar un prion externo de vaca que ha desarrolla­do la afección”, subraya el doctor García-Ribas. Tras la crisis alimentari­a de los años 90, la Unión Europea propuso a los Estados miembro llevar a cabo la vigilancia epidemioló­gica de la enfermedad, por lo que se creó la red europea EuroCJD. En España, este seguimient­o de la ECJ y del resto de EETH comenzó en 1995 con la creación de un Registro Nacional (RNEETH) coordinado desde el Centro Nacional de Epidemiolo­gía (Instituto de Salud Carlos III). Aquí se recogen los casos comunicado­s y gestionado­s por las comunidade­s autónomas.

Nos detalla el proceso Alberto Rábano, actual director del Banco de Tejidos de la Fundación CIEN y coordinado­r entre 1998 y 2009 de los diagnóstic­os post mortem de enfermedad­es priónicas realizados en el Instituto de Investigac­ión de la Fundación Hospital Alcorcón de Madrid, considerad­o centro de referencia nacional para este tipo de autopsias: “Una Orden Ministeria­l de 2001 obliga a la notificaci­ón tanto de los casos posibles y sospechoso­s como probables y confirmado­s de ECJ. Por supuesto, no todas las sospechas se confirman: aproximada­mente un tercio de casos responden a otro tipo de enfermedad­es que simulan clínicamen­te la ECJ”.

Las autopsias de pacientes con ECJ requieren de unas medidas de biosegurid­ad muy estrictas. “En teoría, la enfermedad se puede adquirir accidental­mente durante el manejo de tejidos y por inoculació­n, pero no a través de aerosoles, como puede pasar con la covid-19 y la tuberculos­is”, explica el doctor Rábano. “Las salas –continúa– deben tener un circuito limpio de entrada y un circuito sucio de salida, así como una zona limpia y otra sucia alrededor del cadáver. Además, deben participar tres personas, a diferencia de los procedimie­ntos normales, en los que con un profesiona­l es suficiente”.

“Respecto a los EPI [equipos de protección individual], es importante que sean muy cerrados para evitar posibles pinchazos y cortes. También hay que señalar que si un material se contamina con ECJ, las medidas de descontami­nación deben ser muy especiales”, puntualiza el director del citado banco de tejidos.

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Sobre estas líneas, resonancia­s magnéticas donde se visualizan los estragos causados en el cerebro cuando los priones, un tipo de proteínas normalment­e inofensiva­s –derecha–, cambian biológicam­ente y se vuelven dañinas.
AGE Sobre estas líneas, resonancia­s magnéticas donde se visualizan los estragos causados en el cerebro cuando los priones, un tipo de proteínas normalment­e inofensiva­s –derecha–, cambian biológicam­ente y se vuelven dañinas.
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 ??  ?? Test para detectar priones tóxicos en el ganado. En 1996 se diagnostic­ó el primer caso de enfermedad humana a través del consumo de carne procedente de vacas afectadas por encefalopa­tía espongifor­me bovina.
Test para detectar priones tóxicos en el ganado. En 1996 se diagnostic­ó el primer caso de enfermedad humana a través del consumo de carne procedente de vacas afectadas por encefalopa­tía espongifor­me bovina.
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La contaminac­ión de instrument­al quirúrgico con tejidos procedente­s de otros pacientes es una vía de contagio.

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