Hienas, perros y frío en Siberia
Los humanos arcaicos que durante el Pleistoceno superior habitaron en las regiones siberianas tuvieron que hacer frente a unas condiciones de vida terriblemente duras para subsistir, acosados por las enormes hienas de las cavernas y sin la habilidad de confeccionar ropa adecuada para soportar el clima extremo.
Los neandertales (Homo neanderthalensis) fueron un pueblo viajero que surgió en Europa hace unos 400 000 años. Se extendieron por todo nuestro continente y llegaron hasta Siberia. Allí se encontraron con unos primos lejanos procedentes de las tierras del este, los denisovanos, con los que compartieron territorio durante mucho tiempo y mantuvieron relaciones sexuales. Sin embargo, ni neandertales ni denisovanos pudieron alcanzar el Ártico y cruzar el estrecho de Bering para colonizar América. Únicamente los humanos modernos lo lograron.
Este hecho resulta un enigma paleoantropológico, pues los neandertales poseían grandes cerebros y una capacidad viajera bien probada. Asimismo, es posible que los denisovanos tuvieran una alta encefalización y dominaran el arte de poblar nuevos lugares. Puede que permanecieran en latitudes meridionales de Siberia debido a factores climáticos. Pero también es posible que la presión de los depredadores provocara una alta mortalidad en ellos, especialmente la de unos bien adaptados a cazar en grupos numerosos y con elevada astucia.
Para conocer el mundo donde vivían juntos denisovanos y neandertales –a los que
conjuntamente denominaremos humanos arcaicos–, tenemos que situarnos en el macizo de Altái, una cadena montañosa que se extiende desde las fronteras de Rusia, Mongolia, China y Kazajistán hasta el extremo sur del lago Baikal. La parte noroeste de Altái conforma lo que los rusos denominan el Gorny Altai. Es en esta parte de Siberia donde se han encontrado unos poquísimos restos fósiles de humanos arcaicos.
Sabemos que los homininos llegaron a las montañas de Altái hace unos 120000 años porque han dejado herramientas líticas en yacimientos como Ust-Karakol-1, la cueva de Okladnikov y Anui-2. En las cavernas de Okladnikov y Denisova se ha recuperado, además, ADN antiguo bien conservado de restos de neandertales y denisovanos.
Algunos de los restos humanos hallados allí presentan un determinado tipo de erosión que se produce cuando han sido ingeridos por hienas y han sido expuestos al destructivo proceso de su sistema digestivo: abrasados por ácidos estomacales, están parcialmente disueltos, redondeados y bruñidos. Pueden tener aspecto esponjoso o compacto e incluso resultar una mezcla de ambos. Y es que las hienas son voraces trituradoras de huesos. Ello les permite acceder al tuétano, que es muy rico en grasa, y también al colágeno del tejido óseo.
A LAS HIENAS QUE DOMINABAN AQUELLOS TERRITORIOS SE LAS HA DENOMINADO TRADICIONALMENTE HIENAS DE LAS CAVERNAS. Como eran de mayor tamaño que la actual hiena manchada africana, con frecuencia se las ha separado en una especie distinta –Crocuta spelaea–. Sin embargo, estudios realizados sobre el ADN mitocondrial (ADNmt) de las hienas de las cavernas indican que entran dentro de la variación de las hienas manchadas de hoy en día y, por tanto, deben ser incluidas en la misma especie: Crocuta crocuta.
Las hienas son carnívoros extraordinarios, porque tienen mandíbulas y dientes construidos para aplastar y digerir esqueletos completos de animales grandes. Como devoran casi todos los elementos
Las hienas son carnívoros temibles porque poseen mandíbulas y dientes construidos para aplastar y digerir esqueletos grandes y completos
corporales, suelen tener procesos digestivos accidentados debido a que no son capaces de asimilar el pelo, las pezuñas y los cuernos de las presas. Con frecuencia regurgitan parte de la comida y se rebozan en esa masa de vómito, de la que, en ocasiones, recogen fragmentos de hueso parcialmente disueltos y los vuelven a mordisquear.
Durante los análisis de vestigios neandertales y denisovanos encontrados en Denisova, los investigadores del Departamento de Genética Evolutiva del Instituto Max Planck (Alemania) descubrieron ADN de hiena manchada mientras secuenciaban el ADN humano arcaico. Este notable hallazgo hizo que los genetistas se preguntaran cómo llegó el ácido nucleico contaminante a los restos de homininos.
UNA PRIMERA POSIBILIDAD SERÍA QUE TANTO NEANDERTALES COMO DENISOVANOS REALIZARAN ALGÚN TIPO DE práctica funeraria. Los fallecidos podrían haber sido inhumados en el suelo de las cuevas y, posteriormente, las hienas los habrían encontrado cavando y los habrían sacado de sus fosas para comérselos. También podría haber ocurrido lo opuesto: que no enterraran a los muertos y los dejaran a la intemperie, donde serían fácil pasto de estos carroñeros.
Otra posibilidad es que los cadáveres estuvieran enterrados en algún lugar poco accesible de la cueva, pero, al estar allí las hienas haciendo su vida cotidiana, estas defecarían y orinarían en la gruta y el excremento se mezclaría con el agua procedente del goteo de las paredes para formar una especie de sopa, la cual acabaría impregnando el sedimento y percolando en su interior hasta alcanzar los restos humanos, que absorberían el ADN de las hienas.
No obstante, esta última posibilidad es menos probable, pues muchos sedimentos en las cuevas siberianas han sido alterados en su totalidad por excavaciones efectuadas por hienas, por lo que es difícil que se les escapara algún humano enterrado.
Hemos analizado formas indirectas en las que el ADN de hiena podría haber contaminado los huesos de aquellos humanos. No obstante, nos queda un último escenario, pavoroso: también pudiera ser que las hienas manchadas cazaran a los denisovanos y neandertales que vivían en la zona y llevaran sus restos al interior de la cueva. Como los primeros dientes y falanges contaminados que se han recuperado en Denisova no presentan marcas detectables de mordiscos o corrosión por ácidos del estómago, es posible que hubieran sido regurgitados en forma de bolas de pelo.
EXISTEN CASOS BIEN DOCUMENTADOS DE HIENAS MANCHADAS QUE HAN ‘CAZADO’ PERSONAS, pues su tamaño es mayor del que parece a simple vista. Además, las que atacan a humanos son especialmente corpulentas. Un guarda forestal, apellidado Ballestra, reportó en 1962, en la revista African Wildlife, que abatió dos hienas tras una serie de incidentes en la ciudad de Mulanje (Malaui). Pesaban 72 y 77 kilos, un peso similar o superior al de sus víctimas. Mataron y devoraron a veintisiete personas durante cinco años, y muchas de sus víctimas fueron niños. Su modus operandi era el mismo todos los años: durante la estación estival, cuando la gente aprovechaba para dormir fuera de las casas, al frescor de los porches abiertos, las hienas se aproximaban silenciosamente, agarraban a las víctimas, normalmente por la cabeza, y se ocultaban en la maleza en un ataque relámpago.
Extrapolando estos sucesos a los tiempos del Pleistoceno superior, parece probable que entre los humanos arcaicos siberianos la depredación por hienas fuera un factor mucho más importante, ya que estaban menos protegidos que los humanos actuales.
Mientras que la actual hiena manchada tiene su dominio en África, la hiena de las cavernas del Pleistoceno superior ocupaba un amplio rango habitacional con un límite septentrional situado en el paralelo 56 norte. El porte de la hiena manchada siberiana era mayor que el de las actuales subsaharianas. Algunas hembras probablemente pesaban 100 kilogramos. Si, como hemos visto, ejemplares que sobrepasan los 70 kilos son capaces de atacar
Las hienas se aproximan silenciosamente a sus víctimas dormidas, las agarran por la cabeza y las arrastran a la maleza
a personas adultas, las hienas de las cavernas serían un oponente formidable, incluso para los fornidos neandertales. Por analogía con los casos actuales, la mayoría de los ataques serían efectuados sobre niños, mucho más vulnerables y ligeros para llevarlos en las fauces hacia una zona de escabullida. Es fácil imaginar a los humanos arcaicos educando a los niños en la regla básica de la supervivencia frente a grandes carnívoros: “Estate cerca del grupo; no te vayas solo; mantente alejado de las bestias, especialmente de las hienas...”.
SUSANNA SAWYER, INVESTIGADORA DEL INSTITUTO MAX PLANCK DE ANTROPOLOGÍA EVOLUTIVA EN LEIPZIG (ALEMANIA), realizó parte de su tesis doctoral buscando ADN mitocondrial de hiena manchada en los escasos restos humanos encontrados en Denisova. De los cinco que analizó, cuatro presentaban ADNmt de hiena, y dos de ellos eran un individuo infantil y el otro una persona joven.
El que la mitad de los restos contaminados pertenezcan a niños o jóvenes podría indicar que las hienas manchadas del Pleistoceno superior tenían hábitos de caza humana similares a las actuales. Otra buena prueba la tenemos en un diminuto fragmento óseo que perteneció a la famosa adolescente híbrida apodada Denny, que estaba lleno de picaduras y alteraciones producidas por ácido estomacal de hiena. Un claro indicio
Es probable que el frío del invierno ártico exigiera una vestimenta especial que los arcaicos no fueron capaces de confeccionar
de que Denny fue regurgitada en uno de esos episodios de vómito que a veces experimentan las hienas.
Si, tal como parece, las hienas siberianas cazaban a neandertales y denisovanos, el aborrecimiento hacia estos carnívoros debió de ser moneda común en tiempos del Pleistoceno superior. Podemos imaginarlas, sutiles y resueltas, entrando en los campamentos por la noche y arrastrando preferentemente a niños o ancianos desvalidos, al igual que hacen hoy. Entrar en los campamentos quizá significaba una comida fácil. Una vez que un grupo hubiera experimentado la caza de una persona, aprenderían rápido a mejorar la eficacia y otros miembros del clan podrían imitarlos en sus tácticas. Este sería un proceso imparable y los clanes se volverían progresivamente más temerarios y agresivos.
LA PRESENCIA DE ESTOS CARNÍVOROS TAMBIÉN NOS DA UNA IDEA DE LA EXTENSIÓN DEL TERRITORIO DE LOS HUMANOS. Incluso si los denisovanos y neandertales recuperados en los sedimentos de Denisova no pertenecen a individuos que ocuparon la cueva, sabemos que habrían estado a unos pocos kilómetros de la misma. Basándonos en las actuales hienas manchadas, se sabe que sus áreas de caza pueden variar ampliamente según la densidad de presas –entre 40 y 1000 kilómetros cuadrados–, pero a estas no las arrastran hasta su cubil, que puede estar a mucha distancia del sitio en que las han matado. En su tesis doctoral, Sawyer propone que, si alguna matanza o carroñeo de homininos tuvo lugar a unos pocos kilómetros de Denisova, durante el frenesí del festín, alguna hiena podría haberse llevado una cabeza o un brazo para comerlo en el refugio de la cueva en paz, tal como hacen habitualmente sus congéneres actuales.
Por tanto, los homininos devorados estarían en un radio de pocos kilómetros respecto de Denisova. Se tiene plena confirmación de que los neandertales vivían en la región, pues se han encontrado sus restos en las cuevas aledañas de Okladnikov y Chagyrskaya. Y también es perfectamente posible que denisovanos y neandertales ocuparan
Denisova de forma intermitente. Decimos de forma intermitente porque no se han encontrado trazas de hogares en los sedimentos excavados en Denisova. Esto constituye otro misterio, dado que Denisova tiene en su techo un agujero de roca disuelta que hace de chimenea natural. Sería un lugar ideal para hacer fuego y estar al resguardo en las noches frías y en época invernal, pero es posible que las hienas habitaran habitualmente la cueva y solo permitieran acceder a ella en contadas ocasiones. Podemos imaginar a los moradores humanos en constante vigilancia por si regresaban las hienas.
Otro indicio de que eran las señoras de Denisova lo tenemos en la discontinua deposición de los sedimentos, pues están totalmente alterados y los niveles arqueológicos son muy difíciles de establecer. Esta circunstancia hace que los restos humanos sean muy difíciles de datar, pues la estratigrafía arqueológica resulta discontinua. A los homininos con antigüedad inferior a 50000 años se les puede estimar una edad fiable gracias a los métodos de radiocarbono. Para los que son más antiguos, en cambio, se fijan amplios intervalos de edad en función de la fauna fósil y las herramientas líticas. Los científicos del Max Planck también recurren a estimaciones temporales basadas en la tasa de mutación del ADN nuclear.
LA LLEGADA DE LOS HUMANOS MODERNOS SIGNIFICÓ UN NUEVO Y DIFÍCIL ADVERSARIO para los clanes de hienas. Los recién llegados poseían una tecnología más sofisticada que se materializaba en el empleo de agujas de hueso fino que les permitió confeccionar una cuidada vestimenta que aislaba mucho mejor de la lluvia y el frío. También estaban en posesión de armas arrojadizas que sabían emplear con gran habilidad para matar a las hienas más agresivas y temerarias.
Pero, además, los humanos contaban con un aliado muy poderoso. Nos referimos a los primeros perros domesticados. Sus agudos sentidos del olfato y el oído los habrían convertido en excelentes vigías, pudiendo alertar por la noche de un inminente ataque. Sabemos que la domesticación del perro estaba presente en Siberia hace 33000 años gracias al hallazgo de un cráneo en la cueva de Razboinichya, otro yacimiento en la zona noroeste de los montes de Altái. En 1975 el paleontólogo Nicolai D. Odov encontró un cráneo y dos mandíbulas de un cánido parecido a un perro junto a una variada fauna en la que destacan mayoritariamente los restos de hienas. La presencia de pequeños trozos de carbón y huesos quemados testifica que los humanos la visitaron ocasionalmente.
Con superior vestimenta, mejores armas y la inestimable ayuda de perros como guardianes y ayudantes en la caza, los humanos modernos podían moverse de forma más segura que neandertales y denisovanos. Sin embargo, tampoco marcharon hacia las tierras de América hasta decenas de miles de años más tarde. Otro enigma más de todo el complejo entramado de la prehistoria de Siberia.
El antropólogo Christy Turner II ha sugerido que la razón del retraso reside en lo que ha denominado una barrera de hienas. Según este autor, más al norte del paralelo 56 existía una especie de barrera infranqueable de hienas hacia Beringia, el amplio puente de tierra que por entonces conectaba Asia con América. En aquella época los niveles del mar eran más bajos, ya que gran parte del agua dulce del mundo estaba encerrada en hielo. Beringia ahora se encuentra debajo de las aguas de los mares de Bering y Chukotka.
En dichas zonas septentrionales, según Turner, los recursos alimentarios serían muy limitados y se desencadenaría una lucha por la propia supervivencia. La escasez de alimentos tal vez llevó a las hienas a matar y comer más a menudo a niños desprotegidos, frenando así la expansión del norte por parte de los humanos modernos debido al crecimiento insuficiente de la población.
AUNQUE TURNER PROPONE UNA TEORÍA ORIGINAL Y DRAMÁTICA, su hipótesis no se sostiene porque sabemos con seguridad que para los humanos modernos las hienas septentrionales no significaron ningún obstáculo. En el valle del río Yana, a 500 kilómetros por encima del círculo polar ártico se encuentra el yacimiento Yana RHS (Yana Rhinoceros Horn Site), casi en la costa noreste de Siberia, muy cerca de la bahía del Yana. En este yacimiento, los arqueólogos han dado con un espléndido astil de flecha hecho de cuerno de rinoceronte y otros dos elaborados con defensas de mamuts que permiten documentar la presencia de humanos modernos hace unos 30000 años. En Yana RHS se ha encontrado, asimismo, una amplia variedad de herramientas de piedra y lascas. Entre la fauna fósil aparecen restos de mamut, caballo, reno, bisonte, rinoceronte lanudo, liebre... y carnívoros como el león de las cavernas y el oso pardo. De momento, no hay rastros de hienas.
A tenor de la rica fauna que se ha recuperado en Yana, el noreste de Siberia no era por entonces la inhóspita tundra que imaginó Turner, sino un paraíso cinegético. Claramente, el mamut y otros animales esteparios, como caballos y bisontes, se extendían por esta zona. Los datos de polen recogidos en los sedimentos indican un clima fresco y seco con rodales de alerce y abedul.
Desconocemos si las hienas que vivían en latitudes norteñas pudieron impedir, de alguna manera, que neandertales y denisovanos llegaran hasta el extremo norte de
Siberia. Pero es más probable que el clima del invierno ártico, con temperaturas bajo cero, exigiera una cuidada vestimenta hecha a medida que tal vez estos humanos arcaicos no fueron capaces de confeccionar.
¿PODRÍA LA GENTE DE YANA HABER POBLADO POR PRIMERA VEZ LAS AMÉRICAS? DE MOMENTO NO HAY NINGUNA PRUEBA arqueológica que lo respalde. Los primeros indicios de presencia humana en Alaska datan de hace unos 14000 años. Pero puede haber futuras sorpresas teniendo en cuenta que la gente de Yana estaba bien adaptada a la vida circumpolar y no habría barreras medioambientales o animales que estas gentes no pudieran traspasar. Según Michael Waters, de la Universidad de Texas A&M (EE. UU.), su buena adaptación al entorno no les habría impedido migrar hacia el este y llegar al continente americano.
Una sencilla razón de que no se desplazaran hacia oriente es porque no les hacía falta. En aquellos valles siberianos tenían todas sus necesidades cubiertas, tanto en cuestión alimentaria como en recursos naturales, y el clima era bastante más cálido que lo que vino después. En efecto, hace entre 26500 y 19000 años se produjo un episodio de intenso frío conocido como el Último Máximo Glacial. Tal vez este importante cambio climático supuso una helada barrera para llegar al Nuevo Mundo.
Sea como fuere, la prehistoria siberiana está aún llena de incógnitas que futuros descubrimientos podrán ir desvelando lentamente, pues la trama de la paleoantropología es siempre enredada y muchos misterios aguardan a futuros investigadores.