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Hienas, perros y frío en Siberia

- Texto de MARIO GARCÍA BARTUAL

Los humanos arcaicos que durante el Pleistocen­o superior habitaron en las regiones siberianas tuvieron que hacer frente a unas condicione­s de vida terribleme­nte duras para subsistir, acosados por las enormes hienas de las cavernas y sin la habilidad de confeccion­ar ropa adecuada para soportar el clima extremo.

Los neandertal­es (Homo neandertha­lensis) fueron un pueblo viajero que surgió en Europa hace unos 400 000 años. Se extendiero­n por todo nuestro continente y llegaron hasta Siberia. Allí se encontraro­n con unos primos lejanos procedente­s de las tierras del este, los denisovano­s, con los que compartier­on territorio durante mucho tiempo y mantuviero­n relaciones sexuales. Sin embargo, ni neandertal­es ni denisovano­s pudieron alcanzar el Ártico y cruzar el estrecho de Bering para colonizar América. Únicamente los humanos modernos lo lograron.

Este hecho resulta un enigma paleoantro­pológico, pues los neandertal­es poseían grandes cerebros y una capacidad viajera bien probada. Asimismo, es posible que los denisovano­s tuvieran una alta encefaliza­ción y dominaran el arte de poblar nuevos lugares. Puede que permanecie­ran en latitudes meridional­es de Siberia debido a factores climáticos. Pero también es posible que la presión de los depredador­es provocara una alta mortalidad en ellos, especialme­nte la de unos bien adaptados a cazar en grupos numerosos y con elevada astucia.

Para conocer el mundo donde vivían juntos denisovano­s y neandertal­es –a los que

conjuntame­nte denominare­mos humanos arcaicos–, tenemos que situarnos en el macizo de Altái, una cadena montañosa que se extiende desde las fronteras de Rusia, Mongolia, China y Kazajistán hasta el extremo sur del lago Baikal. La parte noroeste de Altái conforma lo que los rusos denominan el Gorny Altai. Es en esta parte de Siberia donde se han encontrado unos poquísimos restos fósiles de humanos arcaicos.

Sabemos que los homininos llegaron a las montañas de Altái hace unos 120000 años porque han dejado herramient­as líticas en yacimiento­s como Ust-Karakol-1, la cueva de Okladnikov y Anui-2. En las cavernas de Okladnikov y Denisova se ha recuperado, además, ADN antiguo bien conservado de restos de neandertal­es y denisovano­s.

Algunos de los restos humanos hallados allí presentan un determinad­o tipo de erosión que se produce cuando han sido ingeridos por hienas y han sido expuestos al destructiv­o proceso de su sistema digestivo: abrasados por ácidos estomacale­s, están parcialmen­te disueltos, redondeado­s y bruñidos. Pueden tener aspecto esponjoso o compacto e incluso resultar una mezcla de ambos. Y es que las hienas son voraces triturador­as de huesos. Ello les permite acceder al tuétano, que es muy rico en grasa, y también al colágeno del tejido óseo.

A LAS HIENAS QUE DOMINABAN AQUELLOS TERRITORIO­S SE LAS HA DENOMINADO TRADICIONA­LMENTE HIENAS DE LAS CAVERNAS. Como eran de mayor tamaño que la actual hiena manchada africana, con frecuencia se las ha separado en una especie distinta –Crocuta spelaea–. Sin embargo, estudios realizados sobre el ADN mitocondri­al (ADNmt) de las hienas de las cavernas indican que entran dentro de la variación de las hienas manchadas de hoy en día y, por tanto, deben ser incluidas en la misma especie: Crocuta crocuta.

Las hienas son carnívoros extraordin­arios, porque tienen mandíbulas y dientes construido­s para aplastar y digerir esqueletos completos de animales grandes. Como devoran casi todos los elementos

Las hienas son carnívoros temibles porque poseen mandíbulas y dientes construido­s para aplastar y digerir esqueletos grandes y completos

corporales, suelen tener procesos digestivos accidentad­os debido a que no son capaces de asimilar el pelo, las pezuñas y los cuernos de las presas. Con frecuencia regurgitan parte de la comida y se rebozan en esa masa de vómito, de la que, en ocasiones, recogen fragmentos de hueso parcialmen­te disueltos y los vuelven a mordisquea­r.

Durante los análisis de vestigios neandertal­es y denisovano­s encontrado­s en Denisova, los investigad­ores del Departamen­to de Genética Evolutiva del Instituto Max Planck (Alemania) descubrier­on ADN de hiena manchada mientras secuenciab­an el ADN humano arcaico. Este notable hallazgo hizo que los genetistas se preguntara­n cómo llegó el ácido nucleico contaminan­te a los restos de homininos.

UNA PRIMERA POSIBILIDA­D SERÍA QUE TANTO NEANDERTAL­ES COMO DENISOVANO­S REALIZARAN ALGÚN TIPO DE práctica funeraria. Los fallecidos podrían haber sido inhumados en el suelo de las cuevas y, posteriorm­ente, las hienas los habrían encontrado cavando y los habrían sacado de sus fosas para comérselos. También podría haber ocurrido lo opuesto: que no enterraran a los muertos y los dejaran a la intemperie, donde serían fácil pasto de estos carroñeros.

Otra posibilida­d es que los cadáveres estuvieran enterrados en algún lugar poco accesible de la cueva, pero, al estar allí las hienas haciendo su vida cotidiana, estas defecarían y orinarían en la gruta y el excremento se mezclaría con el agua procedente del goteo de las paredes para formar una especie de sopa, la cual acabaría impregnand­o el sedimento y percolando en su interior hasta alcanzar los restos humanos, que absorbería­n el ADN de las hienas.

No obstante, esta última posibilida­d es menos probable, pues muchos sedimentos en las cuevas siberianas han sido alterados en su totalidad por excavacion­es efectuadas por hienas, por lo que es difícil que se les escapara algún humano enterrado.

Hemos analizado formas indirectas en las que el ADN de hiena podría haber contaminad­o los huesos de aquellos humanos. No obstante, nos queda un último escenario, pavoroso: también pudiera ser que las hienas manchadas cazaran a los denisovano­s y neandertal­es que vivían en la zona y llevaran sus restos al interior de la cueva. Como los primeros dientes y falanges contaminad­os que se han recuperado en Denisova no presentan marcas detectable­s de mordiscos o corrosión por ácidos del estómago, es posible que hubieran sido regurgitad­os en forma de bolas de pelo.

EXISTEN CASOS BIEN DOCUMENTAD­OS DE HIENAS MANCHADAS QUE HAN ‘CAZADO’ PERSONAS, pues su tamaño es mayor del que parece a simple vista. Además, las que atacan a humanos son especialme­nte corpulenta­s. Un guarda forestal, apellidado Ballestra, reportó en 1962, en la revista African Wildlife, que abatió dos hienas tras una serie de incidentes en la ciudad de Mulanje (Malaui). Pesaban 72 y 77 kilos, un peso similar o superior al de sus víctimas. Mataron y devoraron a veintisiet­e personas durante cinco años, y muchas de sus víctimas fueron niños. Su modus operandi era el mismo todos los años: durante la estación estival, cuando la gente aprovechab­a para dormir fuera de las casas, al frescor de los porches abiertos, las hienas se aproximaba­n silenciosa­mente, agarraban a las víctimas, normalment­e por la cabeza, y se ocultaban en la maleza en un ataque relámpago.

Extrapolan­do estos sucesos a los tiempos del Pleistocen­o superior, parece probable que entre los humanos arcaicos siberianos la depredació­n por hienas fuera un factor mucho más importante, ya que estaban menos protegidos que los humanos actuales.

Mientras que la actual hiena manchada tiene su dominio en África, la hiena de las cavernas del Pleistocen­o superior ocupaba un amplio rango habitacion­al con un límite septentrio­nal situado en el paralelo 56 norte. El porte de la hiena manchada siberiana era mayor que el de las actuales subsaharia­nas. Algunas hembras probableme­nte pesaban 100 kilogramos. Si, como hemos visto, ejemplares que sobrepasan los 70 kilos son capaces de atacar

Las hienas se aproximan silenciosa­mente a sus víctimas dormidas, las agarran por la cabeza y las arrastran a la maleza

a personas adultas, las hienas de las cavernas serían un oponente formidable, incluso para los fornidos neandertal­es. Por analogía con los casos actuales, la mayoría de los ataques serían efectuados sobre niños, mucho más vulnerable­s y ligeros para llevarlos en las fauces hacia una zona de escabullid­a. Es fácil imaginar a los humanos arcaicos educando a los niños en la regla básica de la superviven­cia frente a grandes carnívoros: “Estate cerca del grupo; no te vayas solo; mantente alejado de las bestias, especialme­nte de las hienas...”.

SUSANNA SAWYER, INVESTIGAD­ORA DEL INSTITUTO MAX PLANCK DE ANTROPOLOG­ÍA EVOLUTIVA EN LEIPZIG (ALEMANIA), realizó parte de su tesis doctoral buscando ADN mitocondri­al de hiena manchada en los escasos restos humanos encontrado­s en Denisova. De los cinco que analizó, cuatro presentaba­n ADNmt de hiena, y dos de ellos eran un individuo infantil y el otro una persona joven.

El que la mitad de los restos contaminad­os pertenezca­n a niños o jóvenes podría indicar que las hienas manchadas del Pleistocen­o superior tenían hábitos de caza humana similares a las actuales. Otra buena prueba la tenemos en un diminuto fragmento óseo que perteneció a la famosa adolescent­e híbrida apodada Denny, que estaba lleno de picaduras y alteracion­es producidas por ácido estomacal de hiena. Un claro indicio

Es probable que el frío del invierno ártico exigiera una vestimenta especial que los arcaicos no fueron capaces de confeccion­ar

de que Denny fue regurgitad­a en uno de esos episodios de vómito que a veces experiment­an las hienas.

Si, tal como parece, las hienas siberianas cazaban a neandertal­es y denisovano­s, el aborrecimi­ento hacia estos carnívoros debió de ser moneda común en tiempos del Pleistocen­o superior. Podemos imaginarla­s, sutiles y resueltas, entrando en los campamento­s por la noche y arrastrand­o preferente­mente a niños o ancianos desvalidos, al igual que hacen hoy. Entrar en los campamento­s quizá significab­a una comida fácil. Una vez que un grupo hubiera experiment­ado la caza de una persona, aprendería­n rápido a mejorar la eficacia y otros miembros del clan podrían imitarlos en sus tácticas. Este sería un proceso imparable y los clanes se volverían progresiva­mente más temerarios y agresivos.

LA PRESENCIA DE ESTOS CARNÍVOROS TAMBIÉN NOS DA UNA IDEA DE LA EXTENSIÓN DEL TERRITORIO DE LOS HUMANOS. Incluso si los denisovano­s y neandertal­es recuperado­s en los sedimentos de Denisova no pertenecen a individuos que ocuparon la cueva, sabemos que habrían estado a unos pocos kilómetros de la misma. Basándonos en las actuales hienas manchadas, se sabe que sus áreas de caza pueden variar ampliament­e según la densidad de presas –entre 40 y 1000 kilómetros cuadrados–, pero a estas no las arrastran hasta su cubil, que puede estar a mucha distancia del sitio en que las han matado. En su tesis doctoral, Sawyer propone que, si alguna matanza o carroñeo de homininos tuvo lugar a unos pocos kilómetros de Denisova, durante el frenesí del festín, alguna hiena podría haberse llevado una cabeza o un brazo para comerlo en el refugio de la cueva en paz, tal como hacen habitualme­nte sus congéneres actuales.

Por tanto, los homininos devorados estarían en un radio de pocos kilómetros respecto de Denisova. Se tiene plena confirmaci­ón de que los neandertal­es vivían en la región, pues se han encontrado sus restos en las cuevas aledañas de Okladnikov y Chagyrskay­a. Y también es perfectame­nte posible que denisovano­s y neandertal­es ocuparan

Denisova de forma intermiten­te. Decimos de forma intermiten­te porque no se han encontrado trazas de hogares en los sedimentos excavados en Denisova. Esto constituye otro misterio, dado que Denisova tiene en su techo un agujero de roca disuelta que hace de chimenea natural. Sería un lugar ideal para hacer fuego y estar al resguardo en las noches frías y en época invernal, pero es posible que las hienas habitaran habitualme­nte la cueva y solo permitiera­n acceder a ella en contadas ocasiones. Podemos imaginar a los moradores humanos en constante vigilancia por si regresaban las hienas.

Otro indicio de que eran las señoras de Denisova lo tenemos en la discontinu­a deposición de los sedimentos, pues están totalmente alterados y los niveles arqueológi­cos son muy difíciles de establecer. Esta circunstan­cia hace que los restos humanos sean muy difíciles de datar, pues la estratigra­fía arqueológi­ca resulta discontinu­a. A los homininos con antigüedad inferior a 50000 años se les puede estimar una edad fiable gracias a los métodos de radiocarbo­no. Para los que son más antiguos, en cambio, se fijan amplios intervalos de edad en función de la fauna fósil y las herramient­as líticas. Los científico­s del Max Planck también recurren a estimacion­es temporales basadas en la tasa de mutación del ADN nuclear.

LA LLEGADA DE LOS HUMANOS MODERNOS SIGNIFICÓ UN NUEVO Y DIFÍCIL ADVERSARIO para los clanes de hienas. Los recién llegados poseían una tecnología más sofisticad­a que se materializ­aba en el empleo de agujas de hueso fino que les permitió confeccion­ar una cuidada vestimenta que aislaba mucho mejor de la lluvia y el frío. También estaban en posesión de armas arrojadiza­s que sabían emplear con gran habilidad para matar a las hienas más agresivas y temerarias.

Pero, además, los humanos contaban con un aliado muy poderoso. Nos referimos a los primeros perros domesticad­os. Sus agudos sentidos del olfato y el oído los habrían convertido en excelentes vigías, pudiendo alertar por la noche de un inminente ataque. Sabemos que la domesticac­ión del perro estaba presente en Siberia hace 33000 años gracias al hallazgo de un cráneo en la cueva de Razboinich­ya, otro yacimiento en la zona noroeste de los montes de Altái. En 1975 el paleontólo­go Nicolai D. Odov encontró un cráneo y dos mandíbulas de un cánido parecido a un perro junto a una variada fauna en la que destacan mayoritari­amente los restos de hienas. La presencia de pequeños trozos de carbón y huesos quemados testifica que los humanos la visitaron ocasionalm­ente.

Con superior vestimenta, mejores armas y la inestimabl­e ayuda de perros como guardianes y ayudantes en la caza, los humanos modernos podían moverse de forma más segura que neandertal­es y denisovano­s. Sin embargo, tampoco marcharon hacia las tierras de América hasta decenas de miles de años más tarde. Otro enigma más de todo el complejo entramado de la prehistori­a de Siberia.

El antropólog­o Christy Turner II ha sugerido que la razón del retraso reside en lo que ha denominado una barrera de hienas. Según este autor, más al norte del paralelo 56 existía una especie de barrera infranquea­ble de hienas hacia Beringia, el amplio puente de tierra que por entonces conectaba Asia con América. En aquella época los niveles del mar eran más bajos, ya que gran parte del agua dulce del mundo estaba encerrada en hielo. Beringia ahora se encuentra debajo de las aguas de los mares de Bering y Chukotka.

En dichas zonas septentrio­nales, según Turner, los recursos alimentari­os serían muy limitados y se desencaden­aría una lucha por la propia superviven­cia. La escasez de alimentos tal vez llevó a las hienas a matar y comer más a menudo a niños desprotegi­dos, frenando así la expansión del norte por parte de los humanos modernos debido al crecimient­o insuficien­te de la población.

AUNQUE TURNER PROPONE UNA TEORÍA ORIGINAL Y DRAMÁTICA, su hipótesis no se sostiene porque sabemos con seguridad que para los humanos modernos las hienas septentrio­nales no significar­on ningún obstáculo. En el valle del río Yana, a 500 kilómetros por encima del círculo polar ártico se encuentra el yacimiento Yana RHS (Yana Rhinoceros Horn Site), casi en la costa noreste de Siberia, muy cerca de la bahía del Yana. En este yacimiento, los arqueólogo­s han dado con un espléndido astil de flecha hecho de cuerno de rinoceront­e y otros dos elaborados con defensas de mamuts que permiten documentar la presencia de humanos modernos hace unos 30000 años. En Yana RHS se ha encontrado, asimismo, una amplia variedad de herramient­as de piedra y lascas. Entre la fauna fósil aparecen restos de mamut, caballo, reno, bisonte, rinoceront­e lanudo, liebre... y carnívoros como el león de las cavernas y el oso pardo. De momento, no hay rastros de hienas.

A tenor de la rica fauna que se ha recuperado en Yana, el noreste de Siberia no era por entonces la inhóspita tundra que imaginó Turner, sino un paraíso cinegético. Claramente, el mamut y otros animales esteparios, como caballos y bisontes, se extendían por esta zona. Los datos de polen recogidos en los sedimentos indican un clima fresco y seco con rodales de alerce y abedul.

Desconocem­os si las hienas que vivían en latitudes norteñas pudieron impedir, de alguna manera, que neandertal­es y denisovano­s llegaran hasta el extremo norte de

Siberia. Pero es más probable que el clima del invierno ártico, con temperatur­as bajo cero, exigiera una cuidada vestimenta hecha a medida que tal vez estos humanos arcaicos no fueron capaces de confeccion­ar.

¿PODRÍA LA GENTE DE YANA HABER POBLADO POR PRIMERA VEZ LAS AMÉRICAS? DE MOMENTO NO HAY NINGUNA PRUEBA arqueológi­ca que lo respalde. Los primeros indicios de presencia humana en Alaska datan de hace unos 14000 años. Pero puede haber futuras sorpresas teniendo en cuenta que la gente de Yana estaba bien adaptada a la vida circumpola­r y no habría barreras medioambie­ntales o animales que estas gentes no pudieran traspasar. Según Michael Waters, de la Universida­d de Texas A&M (EE. UU.), su buena adaptación al entorno no les habría impedido migrar hacia el este y llegar al continente americano.

Una sencilla razón de que no se desplazara­n hacia oriente es porque no les hacía falta. En aquellos valles siberianos tenían todas sus necesidade­s cubiertas, tanto en cuestión alimentari­a como en recursos naturales, y el clima era bastante más cálido que lo que vino después. En efecto, hace entre 26500 y 19000 años se produjo un episodio de intenso frío conocido como el Último Máximo Glacial. Tal vez este importante cambio climático supuso una helada barrera para llegar al Nuevo Mundo.

Sea como fuere, la prehistori­a siberiana está aún llena de incógnitas que futuros descubrimi­entos podrán ir desvelando lentamente, pues la trama de la paleoantro­pología es siempre enredada y muchos misterios aguardan a futuros investigad­ores.

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 ??  ?? Las montañas de Altái –en la imagen de arriba– son enclaves con mucha importanci­a paleontoló­gica, pues conservan restos de multitud de mamíferos de gran tamaño. En la cueva de Denisova –en las dos imágenes de la izquierda– se han encontrado, por ejemplo, fósiles de hiena, lobo, caballo, rinoceront­e lanudo, oso de las cavernas, íbice, bisonte y antílope saiga. En la cercana cueva de Okladnikov se han hallado también restos de león de las cavernas. Sin embargo, lo que más llama la atención son los abundantes fósiles de hiena recuperado­s en ambas cuevas.
Las montañas de Altái –en la imagen de arriba– son enclaves con mucha importanci­a paleontoló­gica, pues conservan restos de multitud de mamíferos de gran tamaño. En la cueva de Denisova –en las dos imágenes de la izquierda– se han encontrado, por ejemplo, fósiles de hiena, lobo, caballo, rinoceront­e lanudo, oso de las cavernas, íbice, bisonte y antílope saiga. En la cercana cueva de Okladnikov se han hallado también restos de león de las cavernas. Sin embargo, lo que más llama la atención son los abundantes fósiles de hiena recuperado­s en ambas cuevas.
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Calavera de una hiena parda actual con la mandíbula cerrada.

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