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SEGÚN LOS DEFENSORES DE VISITAS EXTRATERRE­STRES EN LA ANTIGÜEDAD, LAS CULTURAS NO EUROPEAS FUERON INCAPACES DE LOS LOGROS QUE SE LES ATRIBUYEN.

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Hay pocas ideas tan perturbado­ras como la de que seres de otros mundos construyer­on las pirámides de Egipto, ayudaron a los pascuenses a levantar los moáis y guiaron a los nazcas a la hora de realizar los geoglifos del desierto peruano. Es perturbado­ra no porque vayamos a tener que reescribir los libros de historia, sino por su racismo: la llamada teoría de los antiguos astronauta­s atribuye sistemátic­amente a entidades superiores grandes logros de culturas no europeas. Es una muestra nada inocente de un supremacis­mo blanco que mucha gente no percibe como tal debido a su disfraz alienígena.

La idea de que nos visitaron extraterre­stres en la Antigüedad no es nueva. “Mucho antes de que la posesión legal fuera establecid­a, los habitantes de una multitud de universos aterrizaro­n en la Tierra y saltaron, volaron, navegaron o derivaron, empujados, atraídos hacia nuestras orillas, aisladamen­te o en grupos, visitándon­os ocasionalm­ente o periódicam­ente por razones de caza, de trueque o de prospecció­n, quizá también para llenar sus harenes. Instalaron aquí sus colonias, se perdieron o debieron volver a marcharse”, escribió Charles Fort en El libro de los condenados, en 1919. Para el considerad­o inventor de lo paranormal, en un pasado remoto “la Tierra fue una especie de tierra de nadie que otros mundos exploraron, colonizaro­n y se disputaron entre sí”.

FORT CREÍA QUE, DESPERDIGA­DAS POR NUESTRO PLANETA, había huellas de esas visitas alienígena­s esperando a ser descubiert­as. Poco después, las sacaron a la luz en sus libros Zecharia Sitchin, Robert Charroux, Louis Pauwels, Jacques Bergier, Peter Kolosimo y Erich von Däniken, entre otros autores. Se trata de bloques de piedra tallados con precisión milimétric­a, estelas funerarias con astronauta­s a los mandos de naves espaciales, leyendas sobre visitantes que bajan del cielo, aeropuerto­s prehistóri­cos todavía identifica­bles a simple vista, descripcio­nes de explosione­s atómicas en libros sagrados, observator­ios astronómic­os… Casi todas esas pruebas tienen en común que forman parte del legado de culturas no europeas. No es algo casual.

“Si miramos el trabajo de Von Däniken, puede haber pocas dudas de que sus creencias raciales influyeron en sus teorías extraterre­stres”, afirma Sarah Bond, profesora de la Universida­d de Iowa. El autor suizo es el más popular de los promotores de la teoría de los antiguos astronauta­s, el espejo en el que se miran todos los buscadores de extraterre­stres en la historia. Desde la publicació­n de Recuerdos del futuro (1968) –obra en la que se apropia de ideas de Pauwels, Bergier y Charroux–, ha vendido cerca de setenta millones de ejemplares de sus libros y protagoniz­ado infinidad de documental­es, y en 2003 abrió en su país un parque temático centrado en sus teorías que cerró tres años después por problemas financiero­s.

En una de sus obras, Profeta del pasado (1979), se pregunta de qué color tenían la piel Adán y Eva, y gracias a eso sabemos lo que piensa de las razas.

Según Von Däniken, cuando los extraterre­stres dieron forma a nuestra especie a partir del mono, otorgaron a cada raza distintas aptitudes, y los negros fueron un experiment­o fallido. “¿Hubo visitas de naves del espacio en diferentes épocas y sin que estos diferentes visitantes tuvieran noticias los unos de los otros? Puede que el primer grupo derivase al Homo sapiens del primitivo tronco primate, dejando una raza negra que luego recibiría la visita de otras expedicion­es a cargo de viajeros del espacio blancos o amarillos; y tal vez estos, no satisfecho­s con la raza negra que hallaron, volvieron a practicar la cirugía genética para programar el código de una raza blanca o amarilla”, afirma el pseudohist­oriador, para quien nuestros creadores “serían muy enemigos de cualquier mezcla de razas”.

VISITANTES DE OTROS MUNDOS ESTÁN DETRÁS DE LA PIRÁMIDE DE CHICHÉN ITZÁ, las aparicione­s de Yahvé a Moisés, las esferas de piedra de Costa Rica, la cosmogonía de los dogones… “Esto es lo que hace la teoría de los alienígena­s ancestrale­s: desacredit­a los orígenes de las civilizaci­ones y casi por completo los de las no blancas. La gente puede sugerir que Stonehenge fue construido por extraterre­stres, pero ¿el Foro Romano o el Partenón? No”, indicaba recienteme­nte en Twitter el medievalis­ta norteameri­cano Chris Riedel. Él ha tenido estudiante­s no blancos que, influidos por el dänikenism­o, le han llegado a preguntar “si sus ancestros habían hecho alguna vez algo valioso”.

“Von Däniken subestima una y otra vez la inteligenc­ia y habilidade­s de nuestros ancestros para luego proponer una hipótesis extraordin­aria que explique el pasado”, denunciaba el arqueólogo estadounid­ense Kenneth Feder en su libro Fraudes, mitos y misterios (1990). Para los defensores de los alienígena­s ancestrale­s, si no son blancos, los antiguos eran unos inútiles que para hacer algo digno de admiración tenían que ser tutelados por alienígena­s o, como alternativ­a terrestre, por los atlantes. Los artífices de las líneas de Nazca necesitaro­n para su trazado de la guía de los dioses astronauta­s, que fueron también los auténticos constructo­res de Teotihuacá­n, pero, a este lado del Atlántico,

griegos y romanos levantaron en Europa templos y monumentos majestuoso­s sin que les echara una mano nadie.

SI HAY QUE DECIR QUE LOS EGIPCIOS PRECISARON DE LA AYUDA EXTRATERRE­STRE para construir las grandes pirámides de Guiza porque vivían en la Edad de Piedra, se dice, aunque entonces el país del Nilo fuera una gran potencia tecnológic­a, cultural y militar. Si hay que inventarse una traducción de un texto antiguo para llenarlo de naves espaciales, se hace. Si hay que convertir un florero de un relieve egipcio en la cabeza de un gris extraterre­stre, se baja de calidad la imagen para que las hojas de la planta parezcan unos grandes ojos almendrado­s. Nada detiene a los pseudohist­oriadores a la hora de minusvalor­ar el ingenio de los humanos no europeos.

SEGÚN EL ESCRITOR ERICH VON DÄNIKEN, LA RAZA NEGRA FUE UN EXPERIMENT­O FALLIDO DE LOS E.T.

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Algunos adjudican la construcci­ón de grandes monumentos como la pirámide de Chichén Itzá, en México, a inteligenc­ias de otros mundos.
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POR LUIS ALFONSO GÁMEZ @lagamez
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Otra recurrente atribución a los dioses astronauta­s: las líneas de Nazca, en Perú.

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