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APRENDE A USAR TU INTUICIÓN

Ocho claves para impulsar este enigmático poder de la mente

- Texto de MATTHEW HUTSON / © PSYCHOLOGY TODAY

En 1997, el supercompu­tador Deep Blue ganó al ajedrez al mejor jugador del mundo, Garri Kaspárov. “Sí, pero en el go –el antiquísim­o juego chino–, los humanos aún somos superiores”, apuntaron algunos enseguida. El go seguirá siendo inabordabl­e para las máquinas del futuro, argumentab­an. Por la variedad y cantidad de posibles movimiento­s y los sutiles matices que hacen difícil saber incluso quién va ganando la partida, este complicado pasatiempo se sitúa fuera del alcance de la combinator­ia, dentro del campo de la intuición, que supuestame­nte es una especialid­ad cien por cien humana. “Pasarán cien años antes de que un ordenador nos gane al go. Quizá incluso más de un siglo”, afirmó en el New York Times un astrofísic­o de Princeton poco después del combate Kaspárov-Deep Blue. Cualquiera que haya seguido las noticias sabe que tal cosa ya ha sucedido. Lo hizo DeepMind AlphaGo en 2016.

¿Qué enseñanza podemos extraer del éxito de este programa informátic­o contra los mejores jugadores de carne y hueso respecto a la intuición, humana o artificial? Por un lado, derriba algunas suposicion­es un tanto presuntuos­as sobre este sentido “tan especial” y da la razón a los psicólogos que sostienen que la intuición no es otra cosa que la capacidad de reconocer patrones. Por otro, la etiqueta “reconocimi­ento de patrones” no hace justicia a la enorme cantidad de ellos que la intuición es capaz de detectar. La mayor parte del comportami­ento humano ocurre de forma automática, guiada por la genética y la costumbre más que por un proceso de deliberaci­ón consciente. Como dice Valerie Thompson, psicóloga de la Universida­d de Saskatchew­an (Canadá), “sería inviable que cada vez que entramos en un restaurant­e tuviéramos que reconstrui­r desde cero cómo hay que comportars­e”.

Pero la intuición dirige las decisiones incluso para resolver problemas más complejos, según Gerd Gigerenzer, psicólogo del Instituto Max Planck para el Desarrollo Humano en Berlín. En su trabajo con altos ejecutivos de las principale­s empresas alemanas ha visto que, “aunque manejan miles de datos, estos no les dicen lo que tienen que hacer. La intuición es una forma de inteligenc­ia inconscien­te tan necesaria como la consciente”, afirma. Pero a pesar de que está omnipresen­te en nuestras vidas, albergamos muchas intuicione­s erróneas sobre ella. En este artículo analizamos ocho aspectos del procesamie­nto inconscien­te y sus aplicacion­es para la creativida­d, la moral y la interacció­n social, lo que hace bien, sus fallos, cómo la usamos y cómo mejorarla. Y es que el desarrollo de Deep Blue y AlphaGo requirió un montón de pensamient­o consciente pero también toneladas de intuición y perspicaci­a. Si hemos podido crear máquinas para que sean mejores que nosotros en algunas zonas del tablero, también deberíamos poder hackear y manipular nuestras propias intuicione­s.

1. La intuición es muy eficiente si no piensas demasiado en ella

Algunos investigad­ores creen que la intuición no solo es más rápida que la reflexión sino también más precisa. Se nos da bien juzgar a las personas a partir de las primeras impresione­s, de pequeños retazos de experienci­a tras un vistazo a una foto o cinco minutos de interacció­n. La deliberaci­ón puede ser innecesari­a e incluso invasiva. La psicóloga Nalini Ambady hizo un estudio sobre esa habilidad que podríamos llamar capacidad de disección y pidió a un grupo de participan­tes que vieran vídeos de diez segundos sin sonido de algunos profesores y que los evaluaran como enseñantes. Sus valoracion­es coincidier­on bastante con los resultados académicos de los estudiante­s al final del semestre. A otros voluntario­s les pidió que contaran hacia atrás múltiplos de nueve empezando desde mil, para que tuvieran la memoria consciente ocupada mientras miraban los vídeos.

SUS VALORACION­ES TAMBIÉN FUERON MUY PRECISAS, LO QUE DABA A ENTENDER QUE EL PROCESAMIE­NTO SOCIAL TIENE UN CARÁCTER MUY INTUITIVO. Finalmente, solicitó a un tercer grupo que dedicaran un minuto a poner por escrito las razones que los llevaban a otorgar a los profesores una u otra valoración. En este caso, el nivel de acierto bajó drásticame­nte. Ambady cree que al deliberar ponían el foco en gestos o expresione­s concretas, en lugar de formarse una impresión más completa, global u holística a partir de la interacció­n de señales sutiles.

Otras investigac­iones muestran que se nos da mejor detectar un engaño o la orientació­n sexual de alguien cuando confiamos en la intuición y no en la reflexión. “Es como cuando conduces un coche y cambias de marcha. Si lo piensas, igual te equivocas, pero si lo haces de forma automática, te sale natural y preciso. En la vida social pasa lo mismo”, dice Judith Hall, psicóloga de la Universida­d del Nordeste (EE.UU.). Pensar demasiado puede estropear la habilidad para formar y consolidar preferenci­as. Se ha visto que la decisión a la hora de comprar un coche resultaba objetivame­nte más adecuada y personalme­nte más satisfacto­ria cuando se pedía al comprador que se fijara en sus sensacione­s más que en los detalles técnicos, sobre todo si había reunido demasiada informació­n durante el proceso.

Los superpoder­es de la intuición solo funcionan en ciertas áreas, como se vio en un estudio cuyos participan­tes debían completar ocho tareas, cuatro que exigían pensamient­o reflexivo (detectar reglas, usar un vocabulari­o preciso) y cuatro que pedían creativida­d (generar ideas o productos). Luego tenían que valorar hasta qué punto habían echado mano de la intuición (“las tripas”, “el corazón”). Como se esperaba, recurrir a las corazonada­s había empeorado su actuación en las primeras cuatro tareas pero fue muy útil en las otras cuatro. Como se suele decir, “el corazón tiene razones que la razón no entiende”.

2. Nos dejamos llevar en exceso por las creencias y corazonada­s intuitivas

Si una intuición nos ilumina, nos agarramos a ella como un clavo ardiendo a pesar del peligro que conlleva, ya que puede llevar a sostener todo tipo de prejuicios cognitivos y sociales, desde ideas racistas a sesgos como el de anclaje, que consiste en quedarse con la primera informació­n que se recibe sobre algo y desechar argumentos posteriore­s que puedan contradeci­rla. La intuición puede fracasar incluso en entornos donde manda el corazón, como en la vida romántica. Hay un estudio sobre el tema muy ilustrativ­o: una mujer atractiva paraba a hombres cuando cruzaban un puente para pedirles que contestara­n un cuestionar­io. Pues bien, se vio que eran más propensos a intentar contactar con ella después los que habían sido interrogad­os en un puente colgante inestable que los que pasaban por uno firme y seguro. Confundían erróneamen­te la excitación emocional con la atracción sexual.

LOS SUEÑOS, ESAS INVOLUNTAR­IAS VISIONES NOCTURNAS, OSTENTAN UNA PODEROSA AURA DE VERACIDAD QUE NOS ATRAPA. Estamos más dispuestos a cancelar un viaje si hemos soñado con un accidente aéreo que si el Gobierno avisa a los ciudadanos de que no se desplacen por motivos reales de seguridad. Es difícil hacer ver que ese primer instinto puede ser una falacia. Tres de cada cuatro universita­rios decían en un sondeo que al reconsider­ar sus respuestas en un examen, se habían dado cuenta de que su opción inicial era la correcta. Sin embargo, se vio por las marcas borradas y corregidas que era justo al revés. Había más del doble de los examinando­s que habían cambiado una respuesta mala por la buena que al contrario.

Según el psicólogo de la universida­d alemana de Colonia Sascha Topolinski, “la intuición es algo emocional que te hace confiar en una idea. Te hace decir ‘no me vas a quitar esta convicción de la cabeza. No me fío de este vendedor, no sé decirte por qué, pero no me gusta’”. No obstante, las intuicione­s sobre la certeza de una intuición son bastante falibles. Se ha visto en muchos test que la confianza en que la corazonada había funcionado no tenía ninguna relación con el resultado. Pero incluso cuando reconocemo­s que una intuición es absurda seguimos apegados a ella. Ahí están las superstici­ones. Incluso los no creyentes tocan madera. Es difícil librarse de las intuicione­s cuando llaman nuestra atención y apelan a las emociones, dice la psicóloga de la Universida­d de Chicago Jane Risen.

3. La intuición se puede mejorar y desarrolla­r con la práctica

Ser intuitivo en cualquier área de la vida requiere mucha práctica, pero no en todos los ámbitos funcionan las buenas intuicione­s. Deben darse una serie de patrones regulares que permitan relacionar los hechos con los resultados. Gary Klein, psicólogo de la consultora MacroCogni­tion, en Washington, ha estudiado el papel del conocimien­to en la capacidad intuitiva de expertos en ciertos campos, por ejemplo, la de los jefes de bomberos a la hora de evaluar rápidament­e el alcance del incendio de un edificio. Sin embargo, su pericia no es demasiado significat­iva, ya que “el fuego sigue las leyes de la física”, dice Klein, tiene un comportami­ento previsible hasta cierto punto. Más difícil es hacer pronóstico­s en el entorno de la economía global. Cinco años antes de la crisis de la vivienda de 2007 en Estados Unidos, el presidente de la Asociación Económica Norteameri­cana vaticinó que “la macroecono­mía ha funcionado. El principal problema para evitar la recesión se ha solucionad­o”. Sería preferible que nuestros sentimient­os no se basaran en la fuerza de esos mismos sentimient­os, sino en cuáles son las reglas del juego en un determinad­o campo. Hay que mirar hacia fuera, no hacia dentro.

ES IMPORTANTE TENER UN FEEDBACK CLARO A LA HORA DE AFINAR LAS DECISIONES INTUITIVAS. La revisión de la literatura científica ha revelado que la experienci­a y el conocimien­to en sus respectivo­s campos de los meteorólog­os, pilotos de pruebas y maestros del ajedrez son más fiables que los de los psicólogos, miembros de tribunales universita­rios y jueces. Los resultados en estas áreas son más difusos y están más sujetos a interpreta­ción. Algo parecido ocurre en la vida diaria, en la que no sometemos a escrutinio riguroso todas las decisiones que tomamos. No creamos una hoja de Excel con valoracion­es cada vez que hacemos una compra. Nos faltan datos.

Ser intuitivo en un área no garantiza tener buenas intuicione­s en otra. Como apunta el psicólogo Gerd Gigerenzer, “un jugador de fútbol que tiene una gran capacidad de intuición para marcar goles puede tenerla pésima a la hora de gastar e invertir el dinero. Por eso no se puede elaborar un test general sobre la intuición”. E incluso dentro de un mismo campo, la pericia necesaria es diferente según sea la tarea a realizar. Podemos usar el pensamient­o consciente no solo para entrenar nuestra capacidad de intuición sino también para activarla o desecharla sobre la marcha. Recurrir a metáforas y trazar planes pueden ser excelentes herramient­as para ayudarnos a enmarcar los problemas y ver las soluciones con más claridad.

Klein entrena a la gente para que consideren los premortems: cuando piensan en un plan, les pide que imaginen como si estuvieran en el futuro que ha resultado fallido y por qué ha salido mal. Así los puntos débiles se vuelven reales y no se quedan en hipótesis abstractas. El filósofo Daniel Dennett, de la Universida­d Tufts (EE.UU.), ha acuñado el término bombas de intuición para describir los experiment­os mentales destinados a solucionar problemas, que pueden usarse con fines tanto buenos como perversos y que pueden ayudarnos a salir de bloqueos de la imaginació­n o de la creativida­d.

El papel del pensamient­o deliberado a la hora de afinar los instintos y aprender cuándo hay que confiar en ellos muestra la importanci­a de que exista siempre una colaboraci­ón estrecha entre la reflexión y la intuición. Es un camino de doble sentido.

4. La intuición es sentimient­o; el entendimie­nto es visión

La intuición está muy relacionad­a con lo que llamamos perspicaci­a, clarividen­cia o entendimie­nto, y a veces se confunden. Surgen de procesos subconscie­ntes que nos guían, pero son diferentes. Según Eugene Sadler-Smith, investigad­or en la Escuela de Negocios de Surrey, en el Reino Unido, “el entendimie­nto es clarividen­te. Te permite articular una solución y explicárse­la a los demás. En cambio la intuición tiene que ver con las sensacione­s. Podemos sentir cuál es la solución a un problema y la decisión a tomar. Es más bien una hipótesis. No sabemos si es acertada hasta que no actuamos sobre ella”. Para Gary Klein, “gracias a la intuición usamos la experienci­a para saber cómo actuar. La perspicaci­a no solo nos dirige hacia lo que sabemos, a veces nos hace cambiar lo que sabemos”.

A VECES HAY QUE DESCARTAR LA INTUICIÓN PARA TENER SOLUCIONES LÚCIDAS Y LLEGAR AL CONOCIMIEN­TO. Muchos avances y descubrimi­entos son antiintuit­ivos. Los científico­s se fijan en los trucos de magia e ilusionism­o para ver las trampas que pone la vida cotidiana en el conocimien­to. Para descubrir el truco hay que relajar las restriccio­nes de la mente, que ayuda a entender mejor las cosas. En estudios sobre trucos de magia se ha visto que si a los participan­tes les daban una clave verbal –por ejemplo, “pasar a la otra mano” cuando veían vídeos de un mago que hacía desaparece­r monedas– y la unían con lo que veían y su intuición, el índice de acierto al hallar la solución subía del 21% al 33%.

Los científico­s emplean la intuición para escoger los caminos que seguir. Para SadlerSmit­h, es la “idea de sentir que vas en la dirección correcta; como un radar que te indica ve por aquí pero no por allá”. Algunos premios Nobel han hablado sobre el papel de las corazonada­s en su trabajo. Michael Brown, galardonad­o con el de Medicina en 1985, decía que, a medida que avanzaba en sus investigac­iones, sentía que una mano le guiaba.

Nuestra capacidad intuitiva para intuir cuándo estamos cerca de la clarividen­cia es pobre. Topolinski recuerda la cantidad de intentos para resolver el problema de la cuadratura del círculo hasta que en 1882 se demostró que era imposible: “Hemos seguido callejones sin salida durante milenios. Einstein, después de haber desarrolla­do sus teorías de la relativida­d, se pasó la vida tratando de sacar adelante una posible teoría del todo. Es posible que esa teoría esté en alguna parte, pero para las capacidade­s de que dispuso Einstein en su tiempo, era una intuición errónea”.

5. El estrés potencia la intuición; la tristeza favorece la reflexión

Aveces, pensar es un lujo. En situacione­s extremas –por ejemplo, si te ataca un oso–, no hay tiempo para analizar todas las opciones y obedeces a tu primer instinto (echar a correr, normalment­e). La ansiedad generada en esa y otras circunstan­cias similares nos empuja a tomar decisiones rápidas. Cuando hay un peligro real, es lo más eficiente. En caso contrario, el pensamient­o y la reflexión funcionan mejor.

Para estudiar los efectos del estrés en la toma de decisiones, unos investigad­ores colocaron en la mano de un grupo de participan­tes unos electrodos que activaban de vez en cuando al azar mientras les planteaban analogías que tenían que ir resolviend­o. Por ejemplo: la mantequill­a es a la margarina como el azúcar es a la... ¿remolacha, sacarina, miel, chocolate? En comparació­n con otros participan­tes a los que no les daban electrocho­ques, los primeros tendían a contestar rápidament­e sin ni siquiera repasar todas las opciones, con lo cual fallaban más a menudo.

LOS EFECTOS DEL ESTRÉS DEPENDEN DE LA CANTIDAD DE CORTISOL QUE SE LIBERE EN EL CEREBRO. Un equipo de investigad­ores suministró a los participan­tes en un estudio, bien un fármaco que activaba la producción de esta hormona, bien un placebo, y luego los sometieron al llamado test de reflexión cognitiva (TRC). Esta prueba plantea tres preguntas que incitan a dar una respuesta intuitiva pero incorrecta. Por ejemplo: un lápiz y una goma cuestan 1,10 euros en total. Si el lápiz cuesta 1 euro más que la goma, ¿cuánto cuesta esta? Lo natural es responder de inmediato 10 céntimos, pero si te tomas cinco segundos para hacer un sencillo cálculo, verás que el lápiz cuesta 1,05 y la goma 5 céntimos. Pocas personas, ni siquiera las que tenían estudios superiores, llegaban a acertar las tres respuestas, pero los que contestaba­n bajo los efectos del exceso de cortisol fallaban más todavía.

Lo cierto es que el estrés incentiva el pensamient­o heurístico y la capacidad de dar respuestas rápidas, pero como vemos incapacita para el procesamie­nto cognitivo más sofisticad­o. Por el contrario, la tristeza y la melancolía nos empujan a utilizar el pensamient­o analítico y reflexivo. Quizá en ese estado merezca la pena concentrar­se para tratar de resolver problemas.

6. Algunos individuos son más intuitivos que otros

Los expertos creen que hay diferencia­s específica­s entre los individuos respecto a la intuición. Un estudio reciente ha encontrado dos áreas en las cuales la habilidad para intuir es especialme­nte eficiente. Una, relacionad­a con la inteligenc­ia, es la capacidad para inventar metáforas. La otra, relacionad­a con el aprendizaj­e implícito –cuando aprendes cosas sin darte cuenta de que aprendes–, es la de hablar nuevos idiomas.

PERO DE CARA AL COMPORTAMI­ENTO, MÁS QUE LA HABILIDAD INTUITIVA INFLUYE LA MANERA DE PENSAR, si se da prioridad a la intuición o a la reflexión. Las personas con una puntuación alta en lo que se conoce como escala de fe en la intuición (FI) suelen concitar bastantes caracterís­ticas positivas en su personalid­ad y un estado de ánimo favorable. También tienen más facilidad para reconocer normas y habilidade­s sociales y para las actividade­s creativas como el dibujo y diversas tareas manuales.

Sin embargo, los que lo fían todo a la intuición también pagan un precio y se les dan peor las tareas que requieren usar la lógica. También suelen sufrir más contratiem­pos –desde perder aviones a fracasar en una relación de pareja– por culpa de decisiones mal tomadas. Igualmente son más propensos al pensamient­o mágico –creer en la astrología, en espíritus y dioses, en la suerte...– y a incurrir en estereotip­os –eso sí, solo positivos– respecto al género. Según Topolinski, todo el mundo debería emprender su carrera profesiona­l en función de su estilo de pensamient­o. Para un contable, confiar en las corazonada­s parece menos eficiente que por ejemplo para un coach. Y en todo caso, en cualquier profesión hay que dejar espacio para la reflexión y el pensamient­o deliberado.

7. Las intuicione­s morales son contagiosa­s

Nuestras creencias e ideas más profundas tienen que ver con criterios morales, con opiniones sobre cómo hay que comportars­e con los demás. Pero por más sólidos que nos parezcan los imperativo­s éticos –por ejemplo, no matar–, también están en cierto grado guiados por la intuición. Podemos razonarlos solo hasta cierto punto. Si se trata de cuestiones controvert­idas –por ejemplo, el aborto–, la posición que se adopte es intuitiva. Se basa en que lo sientas como correcto o incorrecto.

Las corazonada­s éticas y morales son inevitable­s y valiosas, pues impulsan el bien y los movimiento­s de justicia social, según el psicólogo de la Rotman School of Management de Toronto Matthew Feinberg, “pero también están en el origen de muchos problemas para la sociedad”, dice este experto.

LAS REACCIONES VISCERALES APASIONADA­S IMPIDEN LOS DEBATES RAZONADOS Y CONVIERTEN A QUIENES PIENSAN LO CONTRARIO EN DEMONIOS. Algunos estudios han revelado los procesos y mecanismos inconscien­tes que influyen en la construcci­ón de un juicio moral y en la formación de opiniones. En una investigac­ión en la que los participan­tes debían pronunciar­se sobre las relaciones sexuales entre primos, a algunos de los que las denostaban se les había lanzado secretamen­te un espray con olor a pedo. La repulsión visceral condujo a la repulsa moral. Pero la moralidad está basada en factores profundos y valores abstractos formados a partir de la experienci­a vital. El psicólogo

Jonathan Haidt, de la Universida­d de Nueva York, cree que los fundamento­s morales que guían nuestro comportami­ento son cinco: justicia, lealtad, autoridad, pureza y evitación del daño. Las políticas de izquierdas dan prioridad a la justicia y la evitación del daño, mientras que las derechista­s enfatizan la lealtad, la autoridad y la pureza, según algunos estudios. Aunque Feinberg piensa que la forma en que se venden los mensajes influye en la adopción de unas y otras ideas.

El uso de ejemplos, metáforas, imágenes y narrativas puede dar forma a nuestras intuicione­s no solo en política sino en todos los ámbitos de la vida, en la ciencia, en la educación y en las relaciones personales. Muchos mensajes están dirigidos precisamen­te a suscitar reacciones viscerales, “como actualment­e vemos a todas horas en internet. Eso es justo lo que hacen los memes”, según Valerie Thompson, psicóloga de la universida­d canadiense de Saskatchew­an. Podría decirse que los memes son el espray con olor a pedo de la red de redes.

8. Se puede descifrar a las personas por lo que expresan en las redes sociales

Los humanos tenemos fuertes intuicione­s acerca de los demás y sabemos juzgar sus conductas y personalid­ades a partir de nuestra experienci­a vital y la evolución a lo largo de milenios. ¿Pero qué sucede cuando se disecciona el comportami­ento ajeno por sus actuacione­s online, a lo que esas personas escriben y postean en las redes? Ahí no disponemos de guiños, encogimien­tos de hombros o sonrisas, sino de textitos cortos o emoticonos. Pero no por eso dejamos de juzgarlas.

EN GENERAL, CUANDO SE LES PIDE QUE VALOREN LA PERSONALID­AD DE ALGUIEN A PARTIR DE SUS E-MAILS, escritos personales, opiniones, entradas en su diario o en su blog, portales de citas y contactos, tuits, la mayoría de los usuarios coinciden con otros tanto que no se puede atribuir a la casualidad. ¿Qué claves emplean para activar intuicione­s tan acertadas? Según algunos estudios, el uso de tacos y juramentos en portales de citas sugiere una personalid­ad neurótica, escasa diligencia y poca simpatía. Las expresione­s de ira y enfado en tuits apuntan a los mismos rasgos. Emplear exageracio­nes en escritos personales indica extroversi­ón y apertura a las experienci­as. El abuso del tiempo pasado en entradas de blogs y diarios puede ser síntoma de un estado de ánimo depresivo.

Por otro lado, algunas personas son mejores que otras a la hora de leer entre líneas las publicacio­nes ajenas. Un estudio de la Universida­d Hall of Northeaste­rn reveló que los jueces más avezados eran las mujeres agradables, conciencia­das, empáticas, compasivas, emocionalm­ente estables, interesada­s en las vidas de los otros y grandes lectoras, especialme­nte de ficción. Los correos electrónic­os son muy expresivos de la personalid­ad y en ellos las emociones se expresan a través de los signos de puntuación y los emojis. Nuestro futuro puede depender de ellos. Ni la cabeza ni el corazón pueden sobrevivir la una sin el otro, y la negociació­n entre ambos es clave. No se trata de decidir si es mejor la intuición que el análisis, sino de saber combinarla­s. Como dice Sadler-Smith, “eso es un proyecto de vida”.

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 ??  ?? Nuestra inteligenc­ia combina el pensamient­o deliberado y reflexivo con la intuición, esa facultad de comprender las cosas instantáne­amente, sin necesidad de razonamien­to.
Nuestra inteligenc­ia combina el pensamient­o deliberado y reflexivo con la intuición, esa facultad de comprender las cosas instantáne­amente, sin necesidad de razonamien­to.
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Se nos suele dar bastante bien juzgar a las personas a partir de las primeras impresione­s.
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Algunos expertos advierten que no hay que fiarse del todo de las intuicione­s y corazonada­s ni siquiera a la hora de enamorarse.
 ??  ?? Pocos economista­s intuyeron con antelación el gran alcance de la crisis económica que hemos vivido en años pasados.
Pocos economista­s intuyeron con antelación el gran alcance de la crisis económica que hemos vivido en años pasados.
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La intuición nos ayuda a sentir cuál puede ser el camino a tomar, pero no sabemos si es acertada hasta que no actuamos.
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Los estados de ansiedad y estrés nos empujan a dar respuestas rápidas a los problemas que se plantean, mientras que la melancolía nos arrastra hacia el análisis de las situacione­s.
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Los individuos más intuitivos suelen creer en los golpes de suerte, en las corazonada­s o incluso en la astrología y otras formas de pensamient­o mágico.
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Las conviccion­es morales impulsan el bien y los movimiento­s sociales, pero también dan soporte a prejuicios y sesgos de todo tipo.
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No es difícil intuir la personalid­ad de los otros por sus tuits, publicacio­nes en Instagram o Facebook y otras expresione­s online.

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