El hermano pequeño del ADN salta a la fama
Es posible que ARN sea una de las palabras más buscadas en internet y figure entre las diez que describan 2021, el año en que empezamos a derrotar al virus de la covid-19. ARN es la sigla de ácido ribonucleico, una pieza de la maquinaria genética, vital en la síntesis de proteínas dentro de las células, pero desconocida para el gran público. Un protagonismo eclipsado por su hermano mayor, la doble y elegante hélice de ADN. Como dijo el ensayista inglés Thomas Carlyle, a menudo los grandes son desconocidos o, peor aún, mal conocidos. Pero en el caso del ARN, este dejará de vivir en el anonimato, ya que hoy está en boca de todos, al menos uno de ellos, pues los hay de varios tipos que desempeñan diferentes funciones. Hablamos del ARN mensajero o ARNm, el ingrediente principal de las vacunas contra el SARS-CoV-2 que han desarrollado, entre otros, Pfizer y BioNTech y Moderna. Su historia en el mundo de la biomedicina comienza en 1989, cuando investigadores del Salk Institute demostraron que el ARNm encapsulado en nanopartículas lipídicas podía colarse en el interior de diferentes células eucariotas. Y tuvieron que pasar veinte años para que los científicos descubrieran su potencial terapéutico en el cáncer, en ciertas enfermedades raras, en trastornos cardiacos, metabólicos y renales o en las infecciones víricas, como la rabia y el zika.