CÓMO GESTIONAMOS LA RESURRECCIÓN
UNA TECNOLOGÍA QUE UTILIZA SISTEMAS DE INTELIGENCIA ARTIFICIAL PARA CONSEGUIR RECREAR EL ROSTRO DE UNA PERSONA –AUNQUE HAYA FALLECIDO– PERMITE SUPLANTAR A CUALQUIER INDIVIDUO, LO QUE HA SUSCITADO UNA ENORME CONTROVERSIA LEGAL.
n su 98 cumpleaños, el pasado enero, Lola Flores protagonizó un anuncio de una conocida marca de cerveza. Lo raro es que la Faraona falleció hace más de dos décadas. El milagro fue, en realidad, un acto de pericia tecnológica y administrativa. De los dos, el más fácil de explicar es el primero, que recibe el nombre de deepfake.
EEL DEEPFAKE ES UN CONTENIDO AUDIOVISUAL donde se reemplaza la cara de una persona por la de otra o, mejor dicho, por una simulación de la misma. Para hacerlo realista, se emplea un sistema de inteligencia artificial (IA) basado en una técnica denominada redes neuronales profundas –por eso lo de deep; deepfake vendría a significar ‘engaño profundo’– que aprende a reproducir el rostro y a predecir los gestos, el movimiento, la voz y la forma de hablar de la persona a la que se quiere recrear, para lo cual se analizan miles de imágenes y vídeos suyos. En esencia, podría decirse que se trata de un imitador que analiza tan bien a su imitado que puede llegar a suplantarlo, de la misma forma que otras inteligencias artificiales son capaces de suplantar el trabajo cognitivo de cualquier individuo.
UN EJEMPLO EXCEPCIONAL ES THE NEXT REMBRANDT, una colaboración entre distintas instituciones y empresas que empleó un análisis algorítmico profundo de la superficie de las 346 obras conocidas de ese pintor para imitar la pincelada, el relieve y la textura de su mano y producir un nuevo cuadro: el autorretrato del maestro de la luz y la sombra, realizado con treinta láminas superpuestas por una impresora 3D. Fue presentado 317 años después de su muerte. Otro ejemplo notable ha sido la resurrección del Generalísimo, que tuvo lugar en el increíble podcast XRey –el proyecto de Álvaro de Cózar– producido por Toni Garrido y The Story Lab.
DESDE UN PUNTO DE VISTA ESTRICTAMENTE TÉCNICO, cualquiera puede ser suplantado por un deepfake, siempre y cuando haya suficiente material audiovisual del imitado. Es fácil hacerlo con presentadores, actrices o políticos, aunque pronto será posible con cualquiera, gracias a las Stories de Instagram, los tiktokeros y el silencioso despliegue masivo de cámaras de reconocimiento facial. Desde el punto de vista legal, el asunto es casi filosófico. Si el imitado está vivo, la legalidad del deepfake depende del permiso del original y de los derechos de explotación de su imagen. Pero cuando el citado original fallece, también lo hacen su honor, su intimidad personal y su propia imagen.
LOS MUERTOS PIERDEN LOS DERECHOS CUANDO pierden la sustancia, pero su espíritu queda en nuestra memoria, que aparentemente sí se hereda y se tutela, incluida la defensa de la integridad de su obra intelectual y su divulgación. Si el finado declara un heredero, este es el continuador de la personalidad del causante. Si muere sin declarar, se reparte entre los miembros de su familia, que son los responsables de permitir o rechazar la resurrección, siempre que su reencarnación digital sea susceptible de ser confundida con el original.
EN XREY, FRANCO DECLARA INMEDIATAMENTE que es un ingenio tecnológico el que habla; en todo caso, el contexto revela su ficción. La Faraona resucitada cuenta con la aprobación e incluso la colaboración de sus hijas, pero no aclara que es un fake. Y aunque cueste imaginar a alguien que no sepa que esa Lola no es real, la política de Facebook es eliminar el contenido falsificado cuando alguien pueda pensar que el protagonista del vídeo dijo palabras que en realidad no dijo, gracias al trabajo hiperrealista de una IA. La confusión reina y los muertos hablan, pero cuesta rebelarse cuando nos devuelve a alguien querido, tanto si quiere como si no.