EL MEJOR ACTOR... SECUNDARIO
Hasta ahora, el ADN acaparaba la luz de los focos. Pero la crisis de la covid-19 ha producido un giro de guion y ha puesto al ácido ribonucleico (ARN), humilde mensajero de las instrucciones genéticas, en boca de todos. A continuación te explicamos cómo f
EMIGUEL PITA, l SARS-CoV-2 es un virus de ARN, como lo son las primeras vacunas aprobadas contra él, las de Pfizer/BioNtech y Moderna. Los seres humanos somos seres vivos de ADN, pero también de ARN. ¿Cómo se coordina en el mundo microscópico de la célula todo este tinglado?
Independientemente de su historia evolutiva y de cuál de los dos surgiera antes en la historia de la vida, el ácido desoxirribonucleico (ADN) no se diferencia mucho en su estructura química del ácido ribonucleico (ARN); apenas unos átomos de oxígeno, nitrógeno e hidrógeno colocados en distintos lugares. Sin embargo, si nos fijamos en su papel como transmisores de información, se parecen tan poco como un centro de computación y una servilleta de papel garabateada.
La diferencia de función existente entre moléculas tan semejantes nos muestra dos facetas interesantes de la vida y de la evolución. La primera es la imperfección de los procesos biológicos, que carecen de diseño inteligente. Esto se refleja en la primitiva forma de coordinarse y relacionarse que tienen ADN y ARN. La segunda es el reciclaje u optimización de recursos que produce con frecuencia la evolución, que lleva a dotar a dos estructuras parecidas de dos responsabilidades muy distintas.
ANTES DE ACENTUAR SUS DIFERENCIAS FUNCIONALES, NOS FIJAREMOS EN SUS SIMILITUDES. El ADN y el ARN son ácidos constituidos por un cóctel muy organizado de azúcares –desoxirribosa en el ADN y ribosa en el ARN–, grupos fosfato y bases nitrogenadas. La distribución de este material para formar esas moléculas se hace de forma ordenada, ubicando las piezas en hilera, en fila. La sucesión en la colocación de las bases nitrogenadas es la que aporta toda la magia al ADN y el ARN, la que genera un mensaje. Dichas bases se conocen por sus iniciales: A, C, G, T y U. Por eso, su distribución en una larga secuencia se compara con la formación de una megapalabra, que oculta subpalabras
Arriba, estructura de un virus de la gripe. En su interior se pueden ver sus ocho fragmentos de ácido ribonucleico (ARN), material genético que se replica en las células infectadas. Abajo, recreación artística de esta molécula, que forma una cadena simple, a diferencia de la doble hélice del ADN. o subfrases. Una cualquiera sería CGCTGCTCGAGCTAGCTAGATGACTAGT, que podríamos imaginar que significa ‘fabricad receptor de angiotensina’.
UNA VEZ REPASADA SU CONFIGURACIÓN BÁSICA, ANALICEMOS LAS DIFERENCIAS. Si nos referimos a aspectos puramente estructurales, hay algo que distingue radicalmente estas dos moléculas, y es que la primera organiza su secuencia de manera compacta, con una doble cadena y en forma de doble hélice. Esto quiere decir, ni más ni menos, que muestra una estructura mucho más segura, protegida, robusta y resistente que la del ARN, a pesar de que ambas están constituidas del mismo cóctel. Tal contraste tiene sus consecuencias funcionales: el hecho de ser el ARN una molécula más sencilla y lábil –inestable– explica, por ejemplo, los cuidados que requiere transportar una vacuna que la incorpore, pues se degrada fácilmente por las enzimas a temperatura ambiente. Muy al contrario, el ADN puede resistir largos periodos de tiempo; en la escena de un crimen, por ejemplo.
Además, si nos fijamos en cualquier célula