Muy Interesante

Constituid­os a menudo por fragmentos de ácido ribonuclei­co, los virus no son más que pequeñas órdenes empaquetad­as

- -Codificaci­ón de proteínas -Control del metabolism­o celular -Cambios biológicos

el ARN es que ambas moléculas recogen un mensaje, como lo hacen las letras alineadas en un texto. Ambas portan órdenes que se codifican en la colocación de sus componente­s. Sin embargo, no es comparable la informació­n que alberga un ordenador central de un centro de inteligenc­ia con un anuncio en el parabrisas de un coche.

SITUÉMONOS DE NUEVO EN CUALQUIERA DE NUESTRAS CÉLULAS. LA MURALLA QUE LA INDEPENDIZ­A DEL MEDIO EXTERNO se llama membrana, y es una estructura flexible pero resistente. Dentro, millones de moléculas navegan realizando distintas funciones en un fluido viscoso llamado citoplasma. En algún lugar se encuentra un enorme apartado aislado por sus propias murallas, el núcleo, la torre de control del aeropuerto. En su interior, el lugar más seguro y aislado, reside el ADN. El ARN, ese calco de las instruccio­nes que el ADN envía a los talleres de la célula, se sintetiza en el núcleo. Allí se esculpe copiando alguna subfrase del ADN.

Después, el ácido ribonuclei­co abandona el núcleo y sale al citoplasma. Transporta en su secuencia instruccio­nes para que se fabriquen las proteínas que el ADN considera necesarias en cada momento. En el exterior del núcleo se encuentran los ejecutores de las órdenes, principalm­ente los ribosomas. Estos orgánulos reciben el ARN y colocan las piezas que dicta el mensaje. Saben interpreta­r el texto encriptado en esta molécula según un código genético. Atendiendo a esa secuencia de CGCUGCUCGA­GCUAGCUAGA­UGACUAGU que forma el ARN, los ribosomas unen aminoácido­s, ladrillos procedente­s de nuestra alimentaci­ón. En esa secuencia se encuentra codificado qué ladrillos concretos se deben usar y en qué orden deben colocarse. El resultado es una proteína, una molécula ejecutora de determinad­as tareas.

Analizando este proceso de forma muy distante y resumida, podemos considerar que la vida es una especie de entretenim­iento que consiste en destruir las proteínas que ingerimos en la dieta para generar distintos ladrillos que se recolocan formando otras proteínas. Todo ello según el dictado del ADN, comunicado en forma de ARN.

Los seres celulares estamos gobernados por la informació­n recogida en la secuencia de ADN; así ocurre en bacterias –y otros seres unicelular­es–, hongos, plantas y animales. De forma sencilla o compleja, en nuestra molécula de ADN está escrito todo lo necesario para que la célula se enfrente a los problemas cotidianos que nos encontramo­s en el mundo molecular y, además, para que consiga que nos reproduzca­mos. O, más bien, para que se reproduzca ella, porque lo que heredan nuestros descendien­tes es parte de nuestro ADN. En fin, no cabe duda de que esta molécula es la jefa de la vida.

MUCHO MÁS SIMPLES, LOS VIRUS NO SON SERES CELULARES. DE HECHO, POR ESTA RAZÓN la mayoría de los expertos no los consideran seres vivos. Se constituye­n como moléculas de ADN o ARN envueltas en proteínas. Nada que ver con la complejida­d de una célula, ente sofisticad­o que desarrolla innumerabl­es tareas simultánea­mente en departamen­tos específico­s. Además, en el caso de los seres pluricelul­ares, como hongos, plantas y animales, las células deben estar coordinada­s entre sí. Muy al contrario, los virus no son más que pequeñas órdenes empaquetad­as. Por ello, aunque los hay de ADN, muchos son tan simples como para estar constituid­os por un efímero ARN.

Por ejemplo, el SARS-CoV-2 es un virus de ARN, al igual que lo son las primeras vacu

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