Inspirarse en los seres humanos para diseñar robots es limitarse: ¿por qué no ponerles ojos en la espalda o tres brazos y no dos?
de movimiento y orientación mejoradas por la inteligencia artificial (IA), que es conocido también por el nombre de perro-robot (Spot es un nombre tópico para los perros en Estados Unidos).
Aunque quizá uno de los ejemplos más ilustrativos sea el popular aspirador Roomba, desarrollado en 2002 por la empresa iRobot, fundada por Rodney A. Brooks y otros dos miembros del Laboratorio de Inteligencia Artificial del MIT, y que ha abierto las puertas a los robots comerciales pensados para el servicio doméstico. La ficción especuló durante décadas con androides que pasaran el aspirador por nosotros; en el mundo real del siglo XXI, el robot es el aspirador. Pero el futuro va a ir mucho más allá de limpiar el polvo, y las líneas que fijarán los próximos años de la robótica son tecnológicas, pero también económicas y sociales.
EL NIVEL DE LOS AVANCES EN LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL Y UNA DE SUS RAMAS, EL MACHINE LEARNING o aprendizaje automático, centrado en lograr que las máquinas sean capaces de aprender, serán esenciales para el futuro de los robots, según Salvador. Y también las redes 5G, a las que ve como “uno de los mayores aceleradores a corto y medio plazo de la robótica a nivel mundial”. Las posibilidades de conexión velocísima se multiplicarán de tal manera que podrán dar categoría de rutina a prácticas que hoy son noticia, como la cirugía cardiovascular practicada en el Hospital Clínic de Barcelona con el robot Da Vinci. Desde un punto de vista económico, se potenciará el mercado de los robots domésticos, que según Salvador tiene un gran potencial de crecimiento, aunque en porcentaje de usuarios “nos encontramos a un nivel ínfimo todavía”; pero es lo que mantendrá a flote la industria robótica en los próximos años, ya que “dos de los sectores principales, como son la aeronáutica y la automoción, están tocadísimos”.
Quizá el campo más importante sea la robótica colaborativa, los llamados cobots, diseñados desde un principio para interactuar en las fábricas y centros de producción con seres humanos “como ayudantes, no como sustitutos”. Según explica la web de Universal Robots, la empresa española que ya ha instalado más de 50000 unidades de este tipo, un cobot es pequeño y ligero, e integra sensores que le permiten detenerse en caso de obstrucción o alarma. Su precio los hace asequibles no solo para empresas grandes, su manejo es mucho más sencillo que el de un robot convencional y “pueden ser programados por cualquier persona sin necesidad de pasar por una formación previa”. En estos momentos, según afirma Salvador, este campo representa el 5% de la robótica mundial “y crece a u ritmo de dos dígitos”.
Los robots seguirán con nosotros, y no solo por otros cien años, posiblemente. ¿En qué momento aprenderán a pensar por sí mismos y se parecerán a los de ficción? No está claro, si es que lo hacen. Antes de eso, habrán salido de entornos controlados, como las fábricas y los hogares, y se moverán por el mundo exterior, pero para eso quedan muchos obstáculos. La capacidad de aprendizaje y la IA serán las mejores herramientas para superarlos, aunque, como puntualiza Balaguer, “un niño, cuando cae la primera vez al suelo, cae a plomo y se hace daño. En la siguiente caída estira las manos para proteger la cabeza”. El instinto que avisa de posibles peligros necesita de aprendizaje didáctico y desarrollo cerebral, y para que la tecnología pueda reproducir estos esquemas y meterlos en un programa “falta bastante”. Hay una jungla ahí fuera, como suele decirse, y en contra de lo que se escribió hace un siglo, los robots están mucho más indefensos en ella que las personas.