Compañeros, no esquiroles
Se estima que en el mundo hay unos 2,7 millones de robots industriales: la mayoría –el 28 %– opera en el sector automovilístico, seguido del tecnológico, que ocupa al 24 % de estas máquinas, según los datos del informe World Robotics. La media mundial es de 113 robots por cada diez mil empleados.
Mucho se ha avanzado desde los tiempos de los primeros brazos robóticos de finales de los años 50 del pasado siglo: de monstruos de dos toneladas hemos pasado a los cobots, notablemente más ligeros –menos de 20 kilos de peso–, versátiles y adaptables a empresas de muy diversos tamaños y campos profesionales. Llegan, además, en el momento justo, con la necesidad de aumentar la distancia entre trabajadores debido a la covid-19 y la tendencia imparable del teletrabajo, que reducirá la presencia humana en las fábricas.
Pero hay un problema tan viejo como la propia robótica e incluso más: la persistente idea de que las máquinas sofisticadas reducirán las plantillas humanas y eliminarán puestos de trabajo. Frente a ello, la industria robótica declara que “los robots sustituyen actividades laborales, pero no empleos”, según se lee en un informe presentado en 2017 por la Federación Internacional de Robótica: “Menos del 10% de los trabajos pueden ser automatizados completamente. Cada vez más, los robots se utilizan para complementar y aumentar las actividades laborales; el impacto neto en el empleo y la calidad del trabajo es positivo”.
El mismo informe define la robótica como uno de los factores que posibilitarán el es decir, el regreso de las plantas de fabricación a los países occidentales. Una encuesta realizada entre sus clientes por la firma financiera Citigroup en 2016 concluyó que el 70 % pensaba que la automatización animaría a las empresas a relocalizar sus empresas en Occidente, y un informe de la Comisión Europea determinaba que las compañías más robotizadas son menos propensas a trasladarse a otros continentes con mano de obra más barata. El cierre de fronteras provocado por la pandemia, que dificulta el transporte internacional de mercancías, puede ser otro de los factores que den el empujón definitivo a esta tendencia, si bien de momento solo ha dado tímidos pasos hacia delante.