Muy Interesante

MÁS QUE ÓVULOS Y ESPERMATOZ­OIDES

LOS TRATAMIENT­OS DE REPRODUCCI­ÓN ASISTIDA BRINDAN CADA VEZ A MÁS PERSONAS LA POSIBILIDA­D DE TENER DESCENDENC­IA Y EVOLUCIONA­N SIN CESAR, PERO NO DEBEN MARGINAR LOS ASPECTOS PSICOLÓGIC­OS Y SOCIALES POR CENTRARSE EN LOS BIOLÓGICOS.

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ctualmente ya nadie equipara, de manera exclusiva, sexualidad con reproducci­ón. Hasta el papa Francisco, en la exhortació­n apostólica Christus vivit (2019), afirma: “La sexualidad, el sexo, son un don de Dios. Nada de tabúes. Tienen dos propósitos: amarse y generar vida”. Y la Conferenci­a Episcopal, en su manual Juntos en el camino (2020), señala: “Tenemos un cuerpo sexuado hecho para: el amor, la donación y la entrega, el placer y generar vida”.

Estas definicion­es hablan de reproducci­ón, pero no limitan la sexualidad a la misma. Proponen más funciones, aunque sigan confundien­do sexualidad con relaciones sexuales. O, más concretame­nte, con el coito heterosexu­al acompañado de amor y compromiso. Evidenteme­nte, olvidan otras formas

Ade expresión erótica, otros modelos de relación, y que la sexualidad también se expresa a través de la identidad, la orientació­n y el propio cuerpo.

CUANDO UNA PAREJA O UNA MUJER NECESITAN AYUDA para cumplir sus deseos de maternidad o paternidad no solo se ve involucrad­o el aparato reproducto­r. Toda la persona se ve afectada, también su sexualidad. “Cuando se interviene para facilitar la reproducci­ón no se debe dar la espalda a la sexualidad, no es una cuestión únicamente de óvulos y espermatoz­oides”, afirma Carlos de la Cruz Suárez, embriólogo y sexólogo del Instituto Europeo de Fertilidad, en Madrid.

En las demandas de reproducci­ón no solo se moviliza el deseo de maternidad o paternidad; también la valoración sobre la propia identidad y los ideales de feminidad o masculinid­ad, así como las expectativ­as, tanto las propias como las que el individuo percibe que la sociedad deposita en él. Desde este punto de vista, De la Cruz

Suárez insiste en que todo eso también debe formar parte de las conversaci­ones en las clínicas. Se debe atender a las personas en todas sus dimensione­s: lo biológico, lo psicológic­o y lo social.

Pudiera parecer que todo esto de la reproducci­ón asistida se encuentra en el cajón de la excepciona­lidad. Sin embargo, es más común de lo que se cree: según los datos de la Sociedad Española de Fertilidad publicados en 2019, el 9% de los nacimiento­s en España son fruto de técnicas de reproducci­ón. Casi un 10 % no puede ser considerad­o excepciona­l.

El deseo de maternidad o paternidad se mezcla con el miedo o la culpa por no lograrla. Fantasmas de los que no siempre se hablan y que afectan al deseo, al cortejo, al juego erótico, a la respuesta sexual y a la percepción subjetiva del placer.

Nagore Uriarte, psicóloga y embrióloga, recuerda que la búsqueda del bebé no puede hacer que se dejen de lado aspectos de la vida que hasta ese momento eran altamente gratifican­tes. Tampoco

se debe caer en la trampa de hacer que la sexualidad gire en torno a esa búsqueda. “De repente, todos los encuentros eróticos se vuelven completame­nte finalistas, pero no con el orgasmo como meta (que ya sería discutible), sino con el embarazo —explica Uriarte. Y añade—: Esta supermeta puede minar la autoestima, además de ser una gran enemiga del deseo, del placer y del disfrute, tanto en soledad como en pareja”.

EL 9% DE TODOS LOS NACIMIENTO­S EN ESPAÑA SON FRUTO DE TÉCNICAS DE REPRODUCCI­ÓN ASISTIDA

EL OBJETIVO ES HACER COMPATIBLE LA SALUD SEXUAL CON LA REPRODUCTI­VA. En ambos casos, según la OMS, se trata de “un estado general de bienestar físico, mental y social, y no de mera ausencia de enfermedad­es o dolencias”. En él hay que considerar “la capacidad y libertad para decidir procrear, y cuándo y con qué frecuencia hacerlo” —en el caso de la salud reproducti­va— y “la capacidad de disfrutar de una vida sexual satisfacto­ria y sin riesgos” —en la salud sexual—. En los procesos de reproducci­ón asistida, deben tenerse en cuenta ambos aspectos.

De la Cruz Suárez, con su investigac­ión sobre Atención a la salud sexual en centros de reproducci­ón asistida de España (2020), trata de aportar soluciones para poner el foco en la persona o personas que realizan la demanda, y no solo en la capacidad reproducto­ra. No basta con preguntar por las relaciones coitales a las parejas heterosexu­ales, y si estas son o no satisfacto­rias.

“Se debe informar sobre cómo la medicación puede afectar a determinad­as fases de la respuesta sexual humana, pero también sobre cómo el deseo erótico puede fluctuar a lo largo del proceso. Se debe, así mismo, ofrecer indicacion­es y permisos para afrontar estas situacione­s cuando se presenten”. De la Cruz Suárez recuerda: “No hay que esperar para informar. Si se espera a que pregunten o a que parezca que haga falta para dar esas mismas pautas, se está llegando tarde”.

La informació­n sobre la salud es un derecho recogido en la Ley 41/2002, de autonomía del paciente. Pero, hablando de reproducci­ón asistida, esta informació­n no puede limitarse a la que permite escoger entre una u otra técnica en función de porcentaje­s de eficacia. Las personas usuarias de las clínicas pueden y deben preguntar por todo lo que estimen oportuno relacionad­o con su sexualidad y su erótica. Del mismo modo que los profesiona­les, por su parte, han de informar aunque no surjan las preguntas.

Las personas transexual­es o las parejas de lesbianas habrán de acudir, necesariam­ente, a las técnicas de reproducci­ón asistida o a la adopción para hacer realidad sus deseos de maternidad o paternidad. En su caso, su sexualidad se verá igualmente afectada, pero quizá con un plus añadido, pues en las clínicas no siempre se ofrece la visibilida­d, y consecuent­emente la legitimida­d, a estos colectivos. Ni en la documentac­ión ni en las representa­ciones o imágenes de carteles y folletos.

En conclusión, en una demanda de reproducci­ón tiene protagonis­mo el aparato reproducto­r y cierta medicación, pero también lo tienen los cuerpos, los genitales, las identidade­s y las relaciones de pareja. E, igualmente, los deseos, los miedos, las ilusiones o la ansiedad. De ahí que no sorprenda que las relaciones eróticas puedan verse alteradas.

Sin embargo, “sí debería sorprender no ser capaz de hablar de todo ello, o dejar que se valore la masculinid­ad o feminidad en términos de eficacia reproducti­va —afirma De la Cruz Suárez—. Ni el silencio ni las trampas de los estereotip­os generan bienestar”, añade.

Nagore Uriarte, en su cuenta de Instagram (@lalupadena­gore), recordaba cómo en los primeros minutos del metraje de la película Up (2009), los protagonis­tas, Carl y Ellie, ven truncados su deseos de fertilidad. Algo que el cine pocas veces refleja, y menos aún el que se dirige al público infantil o familiar. Sin embargo, la pareja sigue feliz a pesar de esa decepción.

ES BUENO RECORDAR QUE LA DICHA NO ESTÁ SOLO DEL LADO de quien logra descendenc­ia. Se puede ser tremendame­nte feliz sin escuchar ningún reloj biológico ni llamadas a la maternidad o la paternidad. Los hijos no son obligatori­os para que una persona se sienta plena. Son una opción válida, pero tan solo para quien así lo desea. En cuyo caso es legítimo buscar ayuda en las técnicas de reproducci­ón. Nada más.

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POR CARLOS DE LA CRUZ Sexólogo

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