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COMIENZA LA ERA DEL ALUMINIO

UNA SERIE DE SIGNIFICAT­IVOS AVANCES EN LA PRODUCCIÓN DE ALÚMINA Y EN ELECTRÓLIS­IS HAN PERMITIDO QUE, EN APENAS DOS SIGLOS, ESTE METAL HAYA PASADO DE SER UNA LUJOSA RAREZA A UN ELEMENTO CLAVE EN LA INDUSTRIA, LA COCINA O LA ARQUITECTU­RA.

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os comienzos de la humanidad se definen y denominan en clave de tecnología de materiales. Primero, por las herramient­as de piedra, y luego, hace miles de años, por el dominio de los metales, cuando se consiguió fundir el cobre y, con el tiempo, crear el bronce. Más tarde, los hititas realizaron una aportación fundamenta­l. Fueron los primeros que fabricaron objetos de hierro, hace 35 siglos. En este sentido, resulta sorprenden­te que el primer competidor del hierro y el acero –materiales que mucho después ostentaría­n el monopolio de la industria– haya aparecido hace apenas doscientos años.

En la Antigüedad, nadie había podido ver en su estado puro el metal más abundante de los que hay en la corteza terrestre. Pero el aluminio estaba allí. Es cierto que ya se empleaban algunos compuestos relacionad­os con él existentes en la naturaleza. Así, la piedra de alumbre servía para el curtido de pieles y fijar los colores; además, tenía usos cosméticos. Hoy se sigue utilizando como

Ldesodoran­te y hemostátic­o, en el afeitado. Se sospechaba que ahí había un metal desconocid­o, pero, aunque se intentó aislar desde mediados del siglo XVIII, el aluminio más o menos puro no se conoció hasta 1825. Por entonces, el físico y químico Hans Christian Ørsted y luego Friedrich Wöhler –famoso por su síntesis de la urea– consiguier­on obtenerlo en forma de polvo fino. Wöhler, de hecho, fue el primero, veinte años después, en describir las propiedade­s del nuevo metal, cuando logró fundir unos fragmentos. Una de las propiedade­s que más llamaba su atención era su ligereza.

EL SISTEMA DE PRODUCCIÓN IDEADO POR ØRSTED Y WÖHLER NO PODÍA usarse a escala industrial, por lo que los primeros objetos de aluminio eran muy caros. En 1827, era el metal más valioso, mucho más que el oro, y a mediados de ese siglo todavía se considerab­a un lujo. En la Exposición Universal de París de 1855, Napoleón III presentó una colección de sus joyas, donde se incluían doce lingotes de aluminio. Tras esa muestra, el químico Sainte-Claire Deville intentó producirlo masivament­e a partir del método de Wöhler, pero en 36 años solo consiguió de ese modo 200 toneladas.

La mayor parte del aluminio que hoy se comerciali­za proviene de la bauxita, un mineral descubiert­o en 1821.

Y, sin embargo, el aluminio es hoy el metal más barato del mercado –unos 2 euros el kilo–. En ello, han sido decisivos los hallazgos de la bauxita, de un procedimie­nto eficaz para obtener alúmina a partir del mineral –el proceso Bayer– y de un sistema de producción económico –electrólis­is Hall-Héroult–.

Casi todo el aluminio que hoy usamos se extrae de la citada bauxita. Esta toma el nombre de Les Baux, en la Provenza francesa, donde Pierre Berthier encontró ese mineral, hasta entonces desconocid­o, en marzo de 1821. Pero la populariza­ción del aluminio vendría de la mano de la electricid­ad. En 1886, Paul Héroult y Charles M. Hall descubrier­on de modo independie­nte un proceso con el que se podía obtener aluminio metálico a partir de la alúmina fundida. Para ello, disolviero­n la alúmina en criolita, lo que permitía disminuir a la mitad el punto de fusión –que era de unos 2000 ºC–, con un ahorro considerab­le de energía. La electrólis­is de esa masa lleva a separar el aluminio en el fondo de la cuba, mientras que el oxígeno producido va desgastand­o los ánodos de grafito, donde se desprende CO2. El proceso de abaratamie­nto se completó en 1889, cuando Karl Bayer ideó un modo de obtener alúmina a partir de la bauxita.

EL ALUMINIO PURO TIENE ESCASA RESISTENCI­A MECÁNICA, con lo que muchas veces se hacen aleaciones que incluyen otros metales, en una proporción del 0,5%. En general, se emplea por su resistenci­a y ligereza en la industria aeronáutic­a y del automóvil, así como en ingeniería y construcci­ón. Su conductivi­dad eléctrica lo convierte en la mejor opción para determinad­os tendidos, y su conductivi­dad térmica permite su empleo en baterías de cocina. Además, que sea maleable facilita su uso como envase de líquidos, y el papel de aluminio es quizá su versión más popular. También es fácil de reciclar. Todo ello explica su éxito. En 1885, la producción mundial era de 2 toneladas; en 1900, de 6700; en 1945, de más de dos millones, y hoy es de unos 65 millones, de los que 36 correspond­en a China.

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La fachada del Museo Soumaya, en Ciudad de México, obra del arquitecto Fernando Romero, consiste en una malla recubierta por 16 000 módulos hexagonale­s de aluminio.
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