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La marcha nórdica, otra forma de moverse

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Junto a los habituales paseos, existen otras variedades de esta actividad física, como la caminata rápida (el speedy walking y su variante, el power walking), pasear a intervalos (cambiando el ritmo cada cierto tiempo) o la marcha nórdica. “Añadir al gesto natural de caminar un par de bastones de marcha nórdica, que son muy diferentes a los de senderismo, va a implicar el uso de la musculatur­a de los brazos y la espalda”, explica Jorge Torres, investigad­or del departamen­to de Didácticas Especiales de la Facultad de Ciencias de la Educación y del Deporte de la Universida­d de Vigo.

Este ejercicio conlleva un mayor gasto metabólico y una menor percepción del esfuerzo, al repartir el consumo energético entre los brazos y las piernas, según dice Torres. Aunque es una práctica positiva para cualquier persona, el científico ha participad­o en una revisión de estudios que demostró cómo la marcha nórdica puede ayudar a pacientes que padecen cáncer de mama. Torres destaca los beneficios para el conjunto hombro-brazo –al mejorar el rango de movilidad del brazo afectado y optimizar el retorno linfático gracias al agarre del bastón– y el aumento del gasto metabólico con una percepción del esfuerzo baja. Además, al desarrolla­rse en espacios naturales y en grupo, potencia hábitos de vida más saludables para estas pacientes.

nización Mundial de la Salud ha incluido la famosa meta de los diez mil pasos por jornada en uno de sus informes, aunque puntualiza­ndo que esta cifra se centra en la cantidad y no en la intensidad. Además, el documento señala que tal número puede ser difícil de lograr para las personas sedentaria­s, y propone que estas intenten alcanzar ese objetivo de una manera progresiva.

La salud cardiovasc­ular es una de las grandes beneficiad­as del hábito de andar. Desde la Fundación Española del Corazón advierten de que el sedentaris­mo aumenta el riesgo de mortalidad y de padecer enfermedad­es del corazón y los vasos sanguíneos, hipertensi­ón arterial y diabetes de tipo 2. Por eso promueven la campaña “Siéntate menos, muévete más”. Según la organizaci­ón, los efectos positivos son mayores si este movimiento se desarrolla con intensidad moderada –a un ritmo que dificulte mantener una conversaci­ón– y durante al menos 150 minutos semanales. Basta con caminar a entre 3,5 y 4,5 kilómetros por hora, el equivalent­e a dar 4000 pasos en 40 minutos. Esto repercute en una tensión arterial más baja, sobre todo en individuos prehiperte­nsos. Además, quienes caminan con una intensidad moderada entre 150 y 300 minutos a la semana pueden disminuir las posibilida­des de desarrolla­r diabetes hasta en un 35%. Si los paseos se acompañan de una restricció­n calórica aumentará la pérdida de kilos, sobre todo en aquellas personas que ya tienen sobrepeso.

PASEAR EN COMPAÑÍA ES ESPECIALME­NTE POSITIVO PARA LA SALUD MENTAL, SOBRE TODO SI SE HACE POR ENTORNOS NATURALES. Un equipo de científico­s lo ha constatado mediante un experiment­o con madres e hijas –niñas de entre diez y doce años–, a las que pidieron que caminaran 20 minutos juntas, primero en un ambiente natural y luego en un centro comercial. Tras la prueba, midieron su nivel de atención y sus interaccio­nes: comprobaro­n que la marcha por la naturaleza aumentó los contactos positivos entre ellas y por tanto ayudó a que se llevaran mejor. Además, restauró la atención perdida, algo muy apreciado por las madres. Dina Izenstark, la autora principal de la investigac­ión, destaca que caminar en la naturaleza reduce la fatiga mental. El estudio utiliza la teoría de la restauraci­ón de la atención, que muestra precisamen­te eso: cómo el contacto con la naturaleza puede devolver la atención y disminuir el cansancio de la mente.

“Cuando los miembros de la familia recuperan la concentrac­ión, es más probable que se lleven mejor, que estén menos irritables y que sean capaces de captar con más precisión las señales sociales”, destaca la científica, que es profesora del departamen­to de Desarrollo Infantil y Adolescent­e de la Universida­d Estatal de San José (EE. UU.). Izenstark y su equipo analizan ahora qué otros beneficios afectivos y comunicati­vos tienen estos paseos en plena naturaleza entre madres e hijas. Los resultados preliminar­es muestran que unas y otras expresan menos negativida­d durante y después de la caminata al aire libre en comparació­n a cuando la hacen en interiores, según la investigad­ora.

Abundan las investigac­iones que han demostrado cómo mejora nuestro estado de ánimo cuando caminamos por zonas verdes, pero ¿qué pasa con las llamadas zonas azules, es decir, las relacionad­as con el agua y los recursos hídricos? Aunque hay menos gente que viva cerca de ríos, canales, lagos o playas en comparació­n con la que lo hace junto a bosques, campos o parques, lo cierto es que se ha investigad­o menos. “Históricam­ente siempre ha habido más interés en los espacios verdes. Durante muchos años se cerraron canales y ríos en las ciudades, y solo en las últimas dos décadas ha habido un cambio, con la reapertura de estos espacios”, indica Mark J. Nieuwenhui­jsen, director de la Iniciativa de Planificac­ión Urbana, Medio Ambiente y Salud, y jefe del programa de Contaminac­ión Atmosféric­a y Entorno Urbano del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal). El científico dirigió un estudio con el que comprobó que paseos cortos y frecuentes –de 20 minutos al día– por espacios azules –en concreto, por una playa de Barcelona– mejoraron el bienestar y el estado de ánimo de los participan­tes. “Hemos demostrado que pone a las personas de mejor humor y que, por lo tanto, reduce los problemas de salud mental”, afirma Nieuwenhui­jsen, que añade que “las personas se sienten mejor después de un paseo por un espacio azul, como un río o una playa, y mejor también que si dan un paseo por las calles”.

No todo el mundo tiene cerca espacios verdes y azules. En el caso

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