La figura del
Si hablamos del placer de pasear, no podemos olvidarnos del flâneur. Esta palabra francesa –que se traduce como ‘paseante’ o ‘caminante’– da nombre a una figura popularizada en la Francia del siglo XIX. Escritores como Baudelaire, Balzac, Dickens o Charlotte Brontë retrataron en sus obras a personajes que disfrutaban con el deleite de vagabundear por las ciudades mientras desplegaban todos sus sentidos para percibir lo que les rodeaba.
En un artículo recientemente publicado en la revista The Senses and Society (Los sentidos y la sociedad), Estelle Murail, profesora de Lengua y Literatura Inglesa en la Universidad París Diderot, recuerda que en el siglo XX el filósofo Walter Benjamin enmarcó esta figura en los bulevares parisinos, a partir de las obras de Balzac y Baudelaire. Desde entonces, los flâneurs se han usado para explicar la condición del ciudadano espectador, describir la lucha de clases, la cultura de masas, a los fotógrafos callejeros o incluso la mirada posmoderna. El escritor Antonio Muñoz Molina les rindió homenaje en su libro Un andar
(2018).
Fisiología publicado en el año 1841 por Louis Huart.
¿Hay que dar al menos diez mil pasos al día para que caminar tenga un efecto positivo evidente en la salud? No está claro, pero esa idea ha calado, en buena parte por lo fácil que resulta hoy medir nuestros pasos con las apps de los móviles y los relojes inteligentes. de la salud cardiovascular, patearse ciudades muy contaminadas podría contrarrestar los beneficios del paseo en las personas mayores. Así lo concluyó un estudio publicado en la revista médica británica The Lancet, que comparaba los efectos de caminar por dos lugares bien distintos de Londres: una calle contaminada por el tráfico (Oxford Street) y el frondoso Hyde Park. La investigación, en la que participaron personas de más de sesenta años, demostró que el perjuicio era aún más acusado en quienes sufrían enfermedades respiratorias. Andar por Oxford
Street empeoró la rigidez arterial de los participantes, como consecuencia de una mayor exposición a las partículas contaminantes emitidas por los vehículos. A quienes sufrían EPOC –enfermedad pulmonar obstructiva crónica–, los paseos les provocaron una obstrucción de las vías aéreas pequeñas y síntomas como tos, dificultad para respirar, secreciones y sibilancias (pitidos al respirar).
EN VISTA DE ESTOS RESULTADOS, ¿ES RECOMENDABLE PASEAR POR VÍAS CONTAMINADAS O RESULTA MEJOR NO HACERLO? “Yo lo desaconsejaría –dice Fan Chung, profesor en el Instituto Nacional de Corazón y Pulmón del Imperial College de Londres y autor principal de la investigación–, aunque ese ejercicio activa los músculos y nos mantiene en forma hasta cierto punto. Pero los beneficios no serían tantos como los de hacer lo mismo en entornos sin contaminación”. Chung, en línea con otros expertos, pide a las administraciones que proporcionen espacios verdes accesibles a todos los ciudadanos para que puedan pasear. Parafraseando al neurocientífico Shane O’Mara, es hora de empezar a caminar de nuevo: “Nuestro cerebro y nuestro cuerpo saldrán ganando; nuestro estado de ánimo, nuestra lucidez mental, nuestra creatividad y nuestra conexión con el mundo social, urbano y natural... todo mejorará. Caminar es la solución sencilla, factible y personal que todos necesitamos”.