BIOPSIA LÍQUIDA: EL GPS DEL CÁNCER
ESTA TÉCNICA PERMITE CONOCER LA SITUACIÓN DEL TUMOR EN TIEMPO REAL, ASÍ COMO SUS ALTERACIONES GENÉTICAS Y MOLECULARES, LO QUE FACILITA PROPORCIONAR EL MEJOR TRATAMIENTO INDIVUALIZADO PARA CADA PACIENTE.
En las más avanzadas estrategias contra el cáncer, como la inmunoterapia y las terapias dirigidas, el diagnóstico molecular es fundamental. ¿Por qué? Porque, según apuntan los expertos reunidos en el VI Simposio Biopsia Líquida, así es posible predecir si un tratamiento puede o no funcionar sobre un paciente determinado.
Ningún enfermo de cáncer es igual a otro, y las diferencias dependen de las alteraciones moleculares que presentan las células tumorales. De ahí que cualquier tecnología que ayude a determinar cuáles son esas marcas distintivas es buena para avanzar en los tratamientos.
Una de las principales herramientas para averiguarlo es la biopsia líquida, técnica de diagnóstico no invasiva del cáncer para la cual basta tomar una o varias muestras biológicas, fundamentalmente de sangre. Con el fin de realizar un diagnóstico temprano, en el laboratorio se buscarán células tumorales que confirmen o descarten el cáncer. Y una vez que el paciente esté en tratamiento, la biopsia líquida también puede ayudar a detectar la enfermedad mínima residual, es decir, la pequeña cantidad de células cancerosas que permanecen en el cuerpo después de la terapia. En resumen, esta técnica revela tanto la situación del tumor en tiempo real como sus alteraciones genéticas y moleculares.
Según explica Rafael López, jefe del Servicio de Oncología del Hospital Clínico Universitario de Santiago (La Coruña), “será, y empieza a ser, la herramienta principal para desarrollar la oncología de precisión”. Esta trabaja con dos ingredientes: los medicamentos y los biomarcadores, como se conocen a las moléculas biológicas que indican la presencia de la enfermedad. “Un 60% de los fármacos que se registran ya se asocian a un biomarcador”, precisa López. El presidente de la Fundación para la Excelencia y la Calidad de la Oncología (ECO), Vicente Guillem, considera que la identificación de biomarcadores es uno de los avances más importantes en la lucha contra el cáncer.
PERO ¿SE ESTÁ UTILIZANDO EN ESPAÑA ESTA TECNOLOGÍA? La respuesta es no, y el motivo resulta claro: no existe ninguna estrategia nacional que permita extender su uso en la red hospitalaria de manera equitativa. Así lo lleva advirtiendo desde hace tiempo la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), que, como explica su presidente, Álvaro RodríguezLescure, hace unos meses remitió la lista completa de biomarcadores necesarios en cada tipo de tumor al Ministerio de Sanidad para que los integre en la Cartera Básica de Servicios del Sistema Nacional de Salud. “Es necesario contar con una o varias estrategias que los incorporen”, remarca López. Porque al igual que es importante garantizar el acceso de los pacientes a las nuevas terapias, lo es hacerlo con los biomarcadores, sostiene Rodríguez-Lescure. “A día de hoy, es imposible manejar a pacientes oncológicos sin disponer de estas determinaciones moleculares”, explica Guillem.
El número de terapias dirigidas –aquellas que, a diferencia de la quimioterapia convencional, apuntan selectivamente a ciertos genes o proteínas tumorales– no deja de crecer: ya hay más de doscientas aprobadas por la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA). De hecho, en 2019, más del 50 % de todas las terapias eran de este tipo y requerían un biomarcador.
Desde la aparición del SARS-CoV-2 el pasado año, los esfuerzos por descubrir nuevos métodos de identificación y prevalencia del virus no cesan; la financiación en investigación ha comenzado a ser una prioridad para los Gobiernos.
En este contexto, un equipo de científicos de la Universidad Politécnica de Valencia (UPV), apoyados por la Generalitat Valenciana, ha apostado por adaptar a la nueva coyuntura un dispositivo de su invención, originalmente creado para detectar enfermedades autoinmunes. El objetivo de los investigadores era evaluar la calidad del aire e identificar de manera precoz la presencia del coronavirus en espacios interiores. Para ello, los expertos han utilizado un biosensor másico –relacionado con la masa– de alta sensibilidad que monitoriza los aerosoles atmosféricos.
LA METODOLOGÍA QUE UTILIZAN ESTOS BIOSENSORES SE BASA EN UN PRINCIPIO LLAMADO DE NANOBALANZA. El dispositivo cuenta con un elemento biológico –un anticuerpo– que, inmovilizado en la superficie de un electrodo, es capaz de reconocer una de las proteínas expresadas por el virus; en concreto, la subunidad S1 de su espícula, protuberancia externa con la que el agente patógeno penetra en las células humanas. Cuando lo detecta, se produce una diferencia de masa que determina la presencia del virus. Así lo ha explicado Sergi Morais, investigador del Instituto Interuniversitario de Investigación de Reconocimiento Molecular y Desarrollo Tecnológico (IDM), perteneciente al UPV. Morais destaca que este tipo de herramientas analíticas podrían ayudar al control de la enfermedad: “En el ambiente hay muchos más virus de lo que pensamos”, ha señalado.
Al tratarse de un agente patógeno altamente infectivo, los investigadores han desarrollado las simulaciones del dispositivo con VLP (siglas de virus like particles). “Son partículas virales creadas en laboratorio con el mismo tamaño y número de partículas del virus, pero sin el ARN [su material genético]”, ha explicado Morais.
LOS EXPERTOS CALIBRAN EL BIOSENSOR CON CONCENTRACIONES CONOCIDAS DE CARGA VIRAL. De esta forma, cuando el dispositivo identifique dicha carga puede relacionarla con curvas de referencia archivadas en el software. “Si pasa todos los controles de calidad que estamos valorando, el sistema podría detectar el virus en una habitación sin necesidad de hacer PCR”, ha subrayado el experto. El aparato se colocaría en un lugar representativo del habitáculo que se desea analizar. Cuando la carga vírica fuera elevada, el sensor emitiría una señal de alarma, visual o sonora.
Actualmente, el proyecto se encuentra en fase de prototipo y está siendo evaluado en el Hospital General de Castellón, en habitaciones con un tamaño de aproximadamente cuarenta metros cúbicos. Si los resultados preliminares del equipo de investigación continúan teniendo éxito, el dispositivo podría comercializarse para analizar espacios cerrados como viviendas, aulas, restaurantes, cines y medios de transporte.