Solo alrededor del 30 % de nuestra respuesta de glucosa ante los alimentos que tomamos está relacionada con nuestros genes
Uno de los hallazgos más impactantes es la confirmación de que las dietas de talla única no funcionarán para todos. La nutrición personalizada es el resultado natural”.
Los grandes organismos que financian estos proyectos también respaldan este nuevo campo de estudio. En mayo, los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos anunciaron que la nutrición de precisión sería una prioridad de investigación durante los próximos diez años, y que su objetivo no será otro que “transformar de manera fundamental la ciencia de la nutrición”.
UNA TRANSFORMACIÓN QUE PUEDE PRODUCIR ES LA REHABILITACIÓN DE LA REPUTACIÓN DECADENTE DE ESTA CIENCIA. La respuesta altamente individualizada a los alimentos puede ser la razón por la que tan a menudo falla, en opinión de Sarah Berry, del King’s College de Londres: “Mucha gente critica la ciencia nutricional. Dice que no sabemos de qué estamos hablando porque las recomendaciones siempre cambian. En realidad, eso se debe a que la comida es muy complicada y las personas también lo son”.
Pero Berry advierte acerca del riesgo de llevar los nuevos conocimientos al extremo. Aunque nos estamos alejando de la idea de recomendar una dieta genérica, eso no da licencia para ignorar todos los consejos anteriores. “No vamos en contra de las pautas de alimentación saludable aceptadas de manera general —apunta—. Todos deberíamos seguir comiendo una dieta diversa con alimentos ricos en fibra, frutas, verduras, nueces y legumbres, y con una cantidad adecuada de grasa y de alimentos procesados. Pero dentro de este amplio espectro, existe un gran potencial para personalizar la dieta. Me preocupa que algunas personas digan: ‘Oh, tal vez eso signifique que puedo comer chocolate todo el día y no necesito ingerir fruta”.
“Todavía hay algunos paradigmas de alto nivel que se mantienen —coincide Elinav—. Las calorías siguen siendo importantes. Incluso si descubres que el helado es uno de tus mejores alimentos, si comes diez kilos al día engordarás igualmente”.
Enero de 2017. En el laboratorio de Nancy Moran, en la Universidad de Texas en Austin (EE. UU.), las abejas obreras duermen plácidamente en una placa de Petri con hielo debajo, mientras Kasie Raymann, una de las biólogas del equipo, se dedica a marcar sus lomos con un rotulador rosa. Tras una siesta de diez minutos, las abejas se desperezan. Poco después, son trasladadas a las colmenas que han sido instaladas en la azotea del edificio del laboratorio. El equipo de Moran las ha marcado y tratado con un antibiótico que los cultivadores de las abejas de la miel o melíferas (Apis mellifera) usan para proteger a estos insectos de un asesino microscópico, una espora producida por una bacteria, la Paenibacillus larvae, que se ha especializado en matar exclusivamente a las larvas de las abejas.
La espora se pega al cuerpo de las obreras adultas, y las usa como mensajeras para extender la muerte a otras colmenas sanas. No hay cura, y, para contener las infecciones, a los apicultores no les queda otra que rociar a las abejas infectadas con el antibiótico. Pero el equipo de Moran descubrirá, en las semanas siguientes, que las abejas tratadas morirán antes que sus compañeras. El antibiótico es útil, pero acorta sus vidas.
LA ESPORA ASESINA Y LOS EFECTOS SECUNDARIOS DE LOS ANTIBIÓTICOS son una pequeña parte de un problema mucho más grande y preocupante. Desde hace más de una década, la entomóloga Moran y su equipo intentan resolver el misterio de por qué las abejas están desapareciendo de nuestro planeta. Otoño de 2006 marcó el comienzo del desastre: un apicultor estadounidense llamado David Hackenberg descubrió que más de la mitad de sus tres mil panales se habían quedado vacíos. Las abejas se habían esfumado. Sus colegas lo acusaron de descuidado, pero comprobaron, un año después, que el colapso se había extendido también a sus colmenas. Al menos una cuarta parte de sus abejas había desaparecido.
Según un informe de un consorcio que agrupa a los apicultores estadounidenses