La llegada del insectoapocalipsis
Se estima que podría haber treinta millones de especies de insectos en la Tierra, aunque solo es una cifra especulativa. El entomólogo británico C. B. Williams calculó en su momento que podría haber un trillón en todo el planeta, pero nadie se ha puesto a contar, por ejemplo, cuántas hormigas pueblan el planeta. Los insectos son, por naturaleza, no rastreables y resultan imposibles de cuantificar. Sin embargo, en los dos últimos años, han aparecido artículos en revistas de prestigio que aseguran que estamos siendo testigos de una catástrofe en cuanto al número de insectos que hay en el mundo. Y dan la voz de alarma de un insectoapocalipsis.
El primero lo publicó Biological Conservation. Se trata de una revisión de 73 trabajos históricos que sugieren una disminución drástica en las poblaciones de lepidópteros (mariposas), himenópteros (abejas y avispas, entre otros) y coleópteros (escarabajos). El estudio indica que el 40 % de las especies de insectos podrían estar en peligro de extinción y desaparecer durante las siguientes décadas.
Otro trabajo, recogido por
y realizado en Alemania,
Criar abejas más inteligentes —y, por tanto, eficaces a la hora de polinizar— es solo una buena idea para intentar contrarrestar las pérdidas mundiales, pero no basta. Esta investigadora se apresura a rechazar el estereotipo del científico que se dedica a criar abejas para modificar o dirigir su comportamiento, un argumento propio de las películas de serie B de ciencia ficción de los años cincuenta. Nada de abejas asesinas diseñadas por la ingeniería genética; es más inteligente criarlas mucho más robustas y saludables frente a sus habituales enemigos. “Hemos publicado ya un estudio que abre la posibilidad de modificar la microbiota de las abejas para hacerlas más resistentes a parásitos, virus y ácaros. Desarrollamos una manera de manipular genéticamente estas bacterias para reimplantarlas en las abejas y observamos cómo se comportan”, comenta.
MORAN Y SU EQUIPO HAN LOGRADO CULTIVAR ABEJAS QUE SE TRANSFORMAN EN UN ARMA MORTAL CONTRA LOS VIRUS o contra el temible ácaro Varroa destructor. Algo que mereció la portada de la revista Science a finales de enero de 2020 con titulares que se refieren al microbioma como “una bala de plata para proteger a las abejas”. La manipulación de la flora bacteriana de la abeja obra un pequeño milagro: la víctima se convierte en verdugo. Nuestra protagonista se transforma en un arma mortal para sus enemigos. El cuerpo del insecto genera moléculas de ARN que se dirigen como torpedos contra los virus y el temible ácaro llevada a cabo en Puerto Rico arroja una disminución de los insectos de entre el 75 % y el 98 % en los últimos 35 años.
Además existe otro factor menos científico: la experiencia. Todos recordamos los tiempos en que los parabrisas de nuestros coches se llenaban de insectos al circular; el número hoy ha bajado drásticamente.
Con respecto a este insectoapocalisis, la investigadora Nancy Moran admite que, pese a que los estudios sugieren que este podría ser el caso, faltan referencias. “Es complicado, puesto que estos estudios se refieren a conteos que fueron tomados hace veinte años o más, y, por entonces, a la gente que recolectó estos datos no se les pasaba por la cabeza estudiar la abundancia de insectos en las siguientes décadas, ya que nadie pensaba que las poblaciones de insectos estaban en crisis. El estudio hecho en Alemania consistía en un conteo de las trampas para insectos que se habían hecho en los mismos lugares, al igual que el estudio realizado en América”. Moran cree, no obstante, que estos trabajos están dando una señal de alerta: “Indican que las poblaciones de insectos están cayendo, pero los motivos no son claros. Quizá se deba al uso de los pesticidas, aunque hay otros factores, como la pérdida de los hábitats. O la globalización. Existe un gran número de especies que se están trasladando de un país a otro, hay una gran mezcla entre Norteamérica, Europa y Asia. Y cuando estas aparecen, traen con ellas un gran número de patógenos que ni esperábamos, y que pueden saltar a otras especies”.
destructor. El objetivo no es otro que atacar los genes vitales de estos agentes patógenos.
Los investigadores alimentaron a los insectos con estas bacterias modificadas en cebadores especiales, de forma que se incorporaron a sus gargantas e intestinos. Cuando las abejas son atacadas por los ácaros, estos mueren en un 70%. Y cuando son infectadas por ciertos tipos de virus que deforman sus alas, logran sobrevivir un 37 % más a los diez días de la infección con respecto a las del grupo de control.
Es un experimento de laboratorio. Aún no se ha llevado a escala para tratar a una colmena con miles de obreras, pero supone un avance. En cierto sentido, las investigaciones de Moran y el equipo de investigadores de la Universidad de Texas en Austin abren la puerta a una especie de superabejas en sentido inmunológico, criaturas más resistentes frente a sus enemigos. “Seguiremos investigando todas las posibilidades que nos ofrece este estudio para el futuro”, concluye Moran.