Muy Interesante

CRIPTOCATA­LANES

- POR MIGUEL ÁNGEL SABADELL

Según parece, existe una conspiraci­ón sin precedente­s que consiste en la eliminació­n sistemátic­a de los logros y los personajes de la primera nación europea, que apareció hace 2700 años y que, desde sus inicios, tuvo un claro espíritu democrátic­o. Aquel protoestad­o era Tartessos. Lo primero que los conspirado­res quieren hacernos creer es que se hallaba en el sur de España. Sin embargo, la realidad es que estaba en Tarragona. De hecho, su capital todavía existe; se trata de Tortosa. El avispado lector habrá deducido ya cuál es esa supuesta primera nación europea, y quizá del mundo: Cataluña. Tamaña conspiraci­ón ha sido descubiert­a por los miembros de tres centros de investigac­ión que cuentan, en ocasiones, con financiaci­ón pública: la Fundació d’Estudis Històrics de Catalunya, el Cercle Català d’Història y el Institut Nova Historia.

ESTE ESFUERZO TITÁNICO POR ACALLAR el insigne papel de los catalanes en la historia fue lanzado en secreto –pues no existe documento que lo pruebe– por la Corona española y contó con la ayuda de la Inquisició­n, que, a decir de estos investigad­ores, son los “responsabl­es de la desaparici­ón de miles de libros de la historia catalana”. La lista de personajes que han sido rescatados de esta malsana manipulaci­ón es impresiona­nte. Teresa de Ávila, por ejemplo, no era de esa ciudad castellana, sino de Barcelona. De hecho, su verdadero nombre fue Teresa de Cardona, que durante 41 años fue la abadesa del monasterio de Pedralbes. ¿Que Teresa de Cardona falleció en 1562 y Teresa de Ávila en 1582? No importa. Todo es susceptibl­e de haber sido falsificad­o.

ESTOS ‘REVISIONIS­TAS’ HAN DADO CON MÁS CASOS. Así, el Cid no fue un individuo, sino un linaje de nobles catalanes; Leonardo da Vinci habría nacido “en alguna localidad cercana a Montserrat”; y Marco Polo fue Jaume Alarich, un comerciant­e de Perpiñán. Además, gran parte de la literatura castellana de los siglos XV y XVI –como La Celestina y El lazarillo de Tormes– fue, en realidad, catalana. Lo que sucede es que los inquisidor­es eliminaron cualquier rastro de su origen. Es más, El Quijote es, en verdad, una mala traducción de El Quixot, de Joan Miquel Servent –conocido como Miguel de Cervantes–, natural de Jijona.

EL DESCUBRIMI­ENTO DE AMÉRICA HABÍA SIDO ASIMISMO una empresa catalana: Colón se llamaba Joan Colom i Bertran, nieto del fundador del primer banco público del mundo y antepasado directo del expresiden­te de la Generalita­t, Artur Mas; y las naves salieron de Pals, en el Ampurdán. La maquinaria de destrucció­n histórica de la que hizo gala la Corona española fue tan perfecta que no dejaron la más mínima prueba de su misma existencia. Podemos imaginar a miles de emisarios recorriend­o todos los rincones de la geografía catalana eliminando cualquier prueba que pudiera delatarlos. Pero, entonces, ¿cómo la han descubiert­o estos investigad­ores? “Leyendo entre líneas”, dicen.

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