La constante cosmológica
El descubrimiento, por parte de Edwin Hubble, de que el universo se está expandiendo resultó perturbador para muchas personas, incluyendo a algunas de las mentes más brillantes de la primera mitad del siglo XX, entre ellas Albert Einstein. Curiosamente, eran las propias ecuaciones de la relatividad, la magna teoría desarrollada por el genio de Ulm, las que llevaban a la inexorable conclusión de que el cosmos era una realidad dinámica, que cambiaba con el tiempo, tal y como se encargaron de demostrar el matemático ruso Alexander Friedman en 1922 y el físico y sacerdote belga Georges Lemaître en 1927.
Einstein, quien diez años antes ya se había percatado de las consecuencias de su teoría con respecto a la cosmología, había introducido en sus ecuaciones del campo gravitatorio una constante, llamada constante cosmológica, que representó con la letra griega lambda (Δ), para forzar una solución que correspondiese a un universo estático. Esta constante no tenía justificación alguna, y su presencia obedecía únicamente al intento de acomodar la teoría a la visión mayoritaria acerca del universo entonces reinante, algo poco habitual en el siempre revolucionario Einstein. Arrepentido después del descubrimiento de Hubble y de que el astrofísico Arthur Eddington demostrase que la constante conducía a un universo inestable, Einstein llegó a declarar que la introducción de dicha constante fue el “peor error de su carrera”. Paradójicamente, el descubrimiento de la aceleración cósmica en 1998 ha renovado el interés en la constante cosmológica, dentro del contexto del estudio de la misteriosa energía oscura y sus implicaciones.