NOMBRANDO LAS MARAVILLAS
Existía una palabra en griego, kolossós, de origen religioso, que definía las enormes estatuas egipcias que tanto impresionaron a sus contemporáneos. Del griego pasó al latín, colossus, con idéntico significado y mucho más tarde, en 1780, a nuestro Diccionario, con el mismo sentido: “Estatua de una magnitud que excede mucho a la estatura natural, como fue la de Rodas”. Esto se cuenta en el libro 300 historias de palabras
(Espasa, 2015), en el que se habla, entre otras voces, de coloso y colosal, que en 1852 recibieron la acepción figurada: “Enorme, de dimensiones extraordinarias”.
El Coloso de Rodas fue una de las Siete Maravillas del mundo antiguo. Era una estatua gigantesca –más de 40 metros– fundida en bronce sobre un armazón de hierro, que presidió durante años la ciudad de Rodas, en la isla griega homónima, antes de que un terremoto la derribara en 226 a. C. De ella nos queda hoy el testimonio de los historiadores, y ese adjetivo, colosal, al que dio el significado que hoy se mantiene. De otra de las Siete Maravillas del mundo antiguo, el Faro de Alejandría, en Egipto, nos llegó también otra palabra. Era una torre de más de cien metros de altura que dominaba, imponente, la entrada del puerto, muy cerca de la legendaria biblioteca de la ciudad, el gran templo del saber humano en ese momento. La torre, que se veía desde cientos de kilómetros de distancia, estaba construida de bloques de mármol blanco que se ensamblaron con plomo fundido. Debía de ser una visión impresionante. Constaba de cuatro cuerpos, y en el más alto había un espejo que de día reflejaba la luz del sol y de noche indicaba con un fuego el camino a los navegantes.
Estaba construido en el islote de Pháros, junto a la ciudad, y fue precisamente el topónimo de la isla el que dio nombre a los faros en muchos idiomas europeos: phare en francés, faro en italiano, farol en porgugués… El de Alejandría lo derribó en el siglo XIV un terremoto que lo dejó en ruinas. Luego, en 1480, el sultán de Egipto utilizó sus restos para construir un fuerte.