Bacterias domesticadas para vomitar plástico
En el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa de Madrid (CSIC-UAM), Jorge Barriuso experimenta con microorganismos que pueden degradar polímeros de origen natural, para que, tras las oportunas modificaciones genéticas, sean capaces de atacar también a los plásticos –que son más duros de pelar porque los enlaces de sus moléculas son más fuertes–. Y no solo eso, sino además “producir compuestos de valor añadido”, según explica a MUY. Por ahora, al degradar el plástico, los microoganismos producen CO2 y agua como productos de desecho del proceso de mineralización. En vez de esto y para evitar soltar más dióxido de carbono a la atmósfera, su objetivo es que “la bacteria procese y transforme los componentes del plástico para dar lugar a productos nuevos, como bioplásticos”. En concreto, el conejillo de Indias que Barriuso más utiliza en su laboratorio es la bacteria pseudomona, “porque es buena colonizadora, es fácil de manipular y versátil genéticamente. Además, produce bioplásticos como parte de su metabolismo natural”.
Los bioplásticos, por cierto, están formados por enlaces más débiles que los plásticos artificiales y son mucho más fáciles de degradar en la naturaleza. Un ejemplo es el biosulfactante PHA, que es el que produce la pseudomona. Por eso, esta bacteria “ya se utiliza de forma industrial para producir bioplásticos, pero el alimento que le dan para que lo haga es caña de azúcar. Sería mucho menos costoso y más ecológico que pudiera hacer lo mismo pero comiendo plástico no reciclable como fuente de alimento. Eso haría que el PHA resultante fuera más accesible y su uso se extendiera”, observa. Hoy en día, los bioplásticos no se emplean mucho, “por una cuestión de precio, pero con las regulaciones de la UE cada vez tendrán que usarse más”, advierte Barriuso, que también forma parte de la plataforma SUSPLAST del CSIC.
Su equipo pone a prueba estas bacterias domesticadas con el PET y el polietileno. También emplean hongos con capacidad oxidativa para el polietileno y otros que segregan cutinasa, una enzima que come PET. “La idea es aprovecharnos de una acción combinada. Mientras un organismo degrada –rompe los enlaces del plástico–, el otro se come esos pedazos y los transforma en bioplástico”, nos explica.
En cuanto a las ventajas del reciclado mediante microorganismos, Barriuso resalta que “no hay que usar productos químicos contaminantes y no tiene el coste energético del reciclado químico o mecánico. Es una alternativa más limpia y más beneficiosa en términos de coste económico”. Por otra parte, los productos reciclados no tendrían menor calidad que su original, como ocurre en las plantas mecánicas. Incluso podrían aportar un valor añadido. “Costará hacerlo una realidad”, dice. Aun así, Barriuso es optimista y recalca que “hay empresas potentes que se están interesando en explorar e invertir en estas opciones”.