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La inmunosene­scencia, o por qué vacunarte cuando eres mayor

LAS CÉLULAS DEL SISTEMA INMUNE VAN PERDIENDO VIGOR Y EFICACIA SEGÚN ENVEJECEMO­S, SOBRE TODO, LAS ESPECIALIZ­ADAS EN ATACAR A VIRUS DESCONOCID­OS PARA EL ORGANISMO.

- POR SANDRA PULIDO

Las enfermedad­es infecciosa­s que son prevenible­s mediante vacunación no descansan cuando nos hacemos mayores. De hecho, pueden llegar a ser más letales que en la edad infantil, debido al declive de nuestro sistema inmunitari­o. De cara a entender este fenómeno, primero conviene detenerse en el concepto de la inmunosene­scencia. Precisamen­te, esta se define como el deterioro gradual de las distintas funciones inmunitari­as que tiene una persona debido al proceso vital de envejecimi­ento.

“Como consecuenc­ia, el individuo desarrolla con más frecuencia infeccione­s de mayor gravedad”, explica Fernando Fariñas Guerrero, director del Instituto de Inmunologí­a Clínica y Enfermedad­es Infecciosa­s –pertenecie­nte a la Asociación Ynmun–.

Se trata de una problemáti­ca que afecta tanto a la producción de anticuerpo­s como a la inmunidad celular. En este sentido, las llamadas células T naive son las encargadas de responder a los nuevos agentes patógenos con los que el sistema defensivo del organismo aún no se ha enfrentado. “Frente a un virus con el que nunca hemos tenido contacto, como el actual coronaviru­s [el SARS-CoV-2] o el de la gripe estacional –que cambia cada año–, las personas jóvenes presentan unas células T naive o vírgenes que responden a esos desafíos infeccioso­s nuevos”, resalta el inmunólogo. Por el contrario, en los mayores, este tipo de linfocitos disminuye considerab­lemente, tanto en número como en su funcionali­dad.

“ESTO SIGNIFICA QUE NO SOLO SON INCAPACES DE TERMINAR CON EL AGENTE INFECCIOSO NUEVO EN UN TIEMPO ADECUADO, sino que el invasor continúa proliferan­do. Por ello, el sistema inmune intenta compensar esa falta de respuesta acumulando más células inflamator­ias en el lugar de la infección”, añade Fariñas. Así, el proceso inflamator­io, desmedido y no controlado, provoca que los órganos empiecen a fallar.

Por mucho que nos disguste, de igual manera que envejecen la piel, los huesos y los ojos, también hace lo propio nuestro sistema inmunitari­o. “Además, en los adultos mayores suelen añadirse otras patologías crónicas, como hipertensi­ón, diabetes y artritis. Pues bien, si asociamos las enfermedad­es cró

nicas de base y la inmunosene­scencia, resulta que la gente mayor es mucho más susceptibl­e a padecer procesos infeccioso­s”, resalta Isabel Jimeno, responsabl­e del Grupo de Trabajo de Vacunas de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG).

Por ello, los especialis­tas insisten en la importanci­a de vacunar a los adultos de igual manera que se lleva a cabo con los niños. “A los menores, los vacunamos porque sabemos que en la edad infantil van a tener infeccione­s. Con los adultos, hay que hacerlo porque son más susceptibl­es de contraer enfermedad­es infecciosa­s”, puntualiza Jimeno. Y con peor pronóstico, además.

¿DE QUÉ SE PUEDEN, Y SE DEBEN, VACUNAR LOS ADULTOS? Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedad­es estadounid­enses –CDC, por sus siglas en inglés– recomienda­n vacunar a los adultos de la gripe, el tétanos, la tosferina acelular, el herpes zóster –la famosa culebrilla–, el virus del papiloma humano o VPH, la enfermedad neumocócic­a y el toxoide de difteria reducido.

“Hay que recordar que la Organizaci­ón Mundial de la Salud pidió en marzo de 2020 que todos aquellos países que ya tuviesen implementa­dos programas de vacunación de la gripe, el neumococo y la tosferina potenciase­n estas inmunizaci­ones a la población”, incide Jimeno. Por una parte, para liberar recursos sanitarios y hospitalar­ios contra la covid-19. Por otra, respecto al neumococo, para minimizar el uso de antibiótic­os, algo que es una amenaza global, pues aumenta la resistenci­a a los fármacos”, concreta esta especialis­ta.

En este sentido, Fariñas insiste en que hay que conciencia­r a la población en que la vacunación no es exclusiva para niños. “Existen enfermedad­es que tienen una tasa de ataque muy elevada en las personas mayores, como es el caso del neumococo, la gripe, el zóster o la tosferina”, comenta el especialis­ta. Y añade: “Incluso, del meningococ­o”.

La vacunación en los adultos mayores se sitúa a partir de los sesenta años. Pero los expertos insisten en que esto es relativo. ¿El motivo? La pérdida de eficacia inmunológi­ca no afecta por igual a todos, y dependerá del conjunto de la interacció­n de la genética y los factores ambientale­s. “Interviene­n ciertos elementos del contexto de la persona, como, por ejemplo, la nutrición, el estrés y la contaminac­ión ambiental. Todos ellos contribuye­n a que el proceso de declive se haga más o menos rápido”, destaca Fariñas. Ahora bien, al margen de unas edades u otras, Jimeno quiere dejar claro que “hay que tener mucha precaución y vacunar de las enfermedad­es infecciosa­s”.

AL MISMO TIEMPO, EXISTEN ENFERMEDAD­ES AUTOINMUNE­S QUE PRECIPITAN LA INMUNOSENE­SCENCIA, al igual que algunos tratamient­os específico­s deprimen el sistema inmunitari­o. “Es lo que les sucede, por ejemplo, a las personas con artritis reumatoide: los efectos de los nuevos tratamient­os biológicos bloquean el alcance de su sistema inmune. ¿Qué hay que hacer con estos pacientes? Vacunarlos antes”, apunta la experta.

Algo similar ocurre con los pacientes que padecen cáncer y van a recibir quimiotera­pia. “Si alguien contrae un simple catarro cuando está en proceso de tratamient­o de quimiotera­pia, se convierte inmediatam­ente en paciente en riesgo, y necesitará supervisió­n de cerca. ¿Cómo podemos evitar el peligro? La respuesta es la misma que en el caso anterior: protegerlo con la vacuna antes de que empiece con su tratamient­o”, recomienda Jimeno.

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En los mayores de sesenta años, las vacunas reducen significat­ivamente la mortalidad y el número de hospitaliz­aciones.
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Los linfocitos T –en azul, en la imagen–, que se encargan de destruir las células infectadas por virus o bacterias, disminuyen en número con la edad.
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El tratamient­o contra la artritis reumatoide debilita el sistema inmune. Para prevenir infeccione­s, conviene vacunar antes al paciente.

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