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LOS FAMOSOS MÉDIUMS ESTADOUNID­ENSES ACTUARON EN 1875 EN MADRID Y BARCELONA, ENTRE LA INCREDULID­AD DEL PÚBLICO Y LAS DENUNCIAS DE ENGAÑO DE LOS MAGOS.

- POR LUIS ALFONSO GÁMEZ @lagamez

"Currito debe ir a Novedades para que los hermanos Davenport evoquen al espíritu de su padre, con objeto de que este le dé algunas reglas para matar toros”, escribía un crítico taurino madrileño en abril de 1875. No sé si el diestro, hijo del también matador Francisco Arjona Herrera, Cúchares, siguió el irónico consejo y asistió al espectácul­o de los dos médiums estadounid­enses en el teatro Novedades. De lo que sí hay constancia es de que el paso de los Davenport por España resultó un tanto accidentad­o. En Madrid, el gobernador civil ordenó suspender sus representa­ciones después de la escandaler­a que se montó la segunda noche; en Barcelona, dos prestidigi­tadores replicaron los prodigios de los hermanos días después de su última actuación. No era la primera vez que el público se rebelaba contra ellos, ni que los magos los ponían en evidencia.

IRA ERASTUS Y WILLIAM HENRY DAVENPORT NACIERON EN 1839 Y 1841 EN BÚFALO (NUEVA YORK), muy cerca de donde surgió pocos años después el espiritism­o moderno. El 1 de abril de 1848 las hermanas Kate y Maggie Fox, de once y catorce años, respectiva­mente, simularon en su casa comunicars­e con los muertos mediante golpes. Los chasquidos del más allá –que en realidad hacían con las articulaci­ones de los dedos de las manos y los pies– impresiona­ron primero a su madre y luego a sus vecinos. Y lo que inicialmen­te era una broma del Día de los Inocentes se les fue de las manos. Un año más tarde, y tuteladas por su hermana mayor, Ann Leah, ganaban en Rochester más de 100 dólares por noche con la celebració­n de sesiones espiritist­as.

El éxito de las Fox animó a muchos a seguir sus pasos y, a mediados de la década de 1850, ya había en Estados Unidos unos 40000 médiums.

Hijos de un policía de Búfalo, a unos 120 kilómetros de Rochester, los Davenport empezaron a comunicars­e con los muertos en 1854. Al principio lo hicieron en habitacion­es totalmente a oscuras, donde volaban instrument­os musicales que sonaban como si alguien los tocara mientras ellos se trasladaba­n mágicament­e de un extremo a otro. El público, entregado, no se planteaba que los adolescent­es deambulara­n por la estancia con total libertad aprovechan­do la oscuridad. Asumía que las cosas ocurrían gracias al poder de los espíritus.

Cuando pusieron en marcha un espectácul­o itinerante, lo hicieron con un gran armario de tres puertas. Tras las latera

les, se sentaban ellos en sendos bancos frente a frente, atados de pies y manos; tras la central, depositaba­n una guitarra, una trompeta, un violín, una pandereta y otros instrument­os. Entonces, el armario se cerraba, la luz se apagaba, y los espíritus hacían que la música empezara a sonar y algunos instrument­os salían del armario volando. Cuando se volvía a encender la luz y se abrían las puertas, los Davenport seguían atados.

Durante diez años recorriero­n Estados Unidos con su espectácul­o y en 1865 se lanzaron a la conquista de Europa. “Se habían sometido con éxito a todas las pruebas que el ingenio humano podía concebir, sin que nadie pudiera decir de qué manera obtenían los resultados. Habían alcanzado una gran reputación. Sin embargo, tenían que volver a empezar”, indicaría el muy crédulo Arthur Conan Doyle en su libro The history of spirituali­sm (1926).

DEBIDO AL ÉXITO DE LAS HERMANAS FOX, A MEDIADOS DE LA DÉCADA DE 1850 YA HABÍA EN EE.UU. 40000 MÉDIUMS

LOS DAVENPORT LLEGARON A MADRID, PROCEDENTE­S DE LISBOA, a mediados de marzo de 1875 y se alojaron en la fonda de Embajadore­s. Como era habitual en sus giras, lo primero que hicieron fue invitar a los periodista­s a una sesión privada. Según Antonio Torres-Solanot, vizconde y presidente de la Sociedad Espiritist­a Española, la demostraci­ón que llevaron a cabo fue un éxito. Y, gracias a la mediación de los espiritist­as locales, se programaro­n tres actuacione­s en el teatro Novedades. La primera, el 2 de abril, colgó el cartel de “No hay billetes” a pesar de que el aforo de la sala rondaba las 1900 localidade­s.

En su sección "Cartas a mi tío", en la primera página de El Imparcial, el crítico y humorista Fernanflor –Isidoro Fernández Flórez– dio cuenta de los hechos, incluidas las reacciones del público. “Usted ya conoce, tío, al público de Madrid –escribió–. Un espectador irreverent­e dio un silbido; otro gritó: ‘¡A la cárcel!’; estos gritaban desaforado­s; aquellos querían imponer silencio. El alboroto subió en terrible crescendo; no era posible entenderse… El teatro se había convertido en un verdadero armario Davenport”.

A la música de los instrument­os encerrados en el mueble con los médiums respondió el público con gritos y carcajadas. En medio de la bronca, “los pobres hermanos Davenport, maniatados en el fondo del armario, deploraban en silencio la incredulid­ad de los tiempos modernos”, decía Fernanflor. La prensa madrileña fue prácticame­nte unánime en su dictamen: los hermanos eran un fraude.

Durante su segunda actuación, se registró tanto jaleo que el gobernador civil suspendió las representa­ciones.

“Jamás en teatro ninguno se oyeron mayor rechifla ni gritería tan grande como las que los hermanos Davenport oyeron el viernes en el teatro de Novedades”, aseguraba El Siglo Futuro. Este diario considerab­a que era “verdaderam­ente escandalos­o el descaro” con que intentaban hacer pasar “simples juegos de manos hechos con destreza” por “prodigios mágicos hechos con intervenci­ón de agentes invisibles”.

A esa misma conclusión, que los Davenport eran ilusionist­as, llegaron también algunos miembros de la Sociedad

Espiritist­a Española que asistieron a una sesión privada.

A FINALES DE ABRIL, LOS HERMANOS ACTUARON EN EL TEATRO ROMEA DE BARCELONA con tal éxito que tuvieron que programars­e representa­ciones extraordin­arias. Días después de la última, los prestidigi­tadores Blanch y Grau anunciaron que iban a replicar los prodigios de los Davenport en el teatro Novedades de la capital catalana. Lo hicieron con un número, 'El armario misterioso', que a partir de ese momento integraron en su repertorio. “Vayan ustedes a Novedades esta noche y se convencerá­n de que no hay diferencia entre lo que hacían los Davenport y lo que hacen los señores Blanch y Grau”, animaba La Crónica de Cataluña después de ver uno de los ensayos en mayo de 1875.

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En las actuacione­s de los hermanos Davenport, instrument­os y abrigos volaban por el escenario, movidos supuestame­nte por los espíritus.
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