Muy Interesante

¿Solo para ricos?

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Una sola dosis del anticuerpo monoclonal de Regeneron contra el coronaviru­s cuesta entre 600 y 1000 dólares. No es nada, comparado con lo que puede costar un tratamient­o contra el cáncer con mAbs: unos 143 000 dólares al año. “Son caros porque son un medicament­o biológico: son compuestos formados por largas cadenas de moléculas y, por tanto, deben ser producidos en cultivos celulares, un proceso más costoso y difícil que fabricar un fármaco químico de moléculas pequeñas mezclando compuestos inertes en el laboratori­o”, nos explica el inmunólogo Kartik Chandran. Por otra parte, los costes de transporte y mantenimie­nto son mayores que en los fármacos químicos convencion­ales. Por eso, “se fabrican casi exclusivam­ente en los países desarrolla­dos y siguen siendo una cura inasequibl­e para gran parte de la población, aun para enfermedad­es que ya llevan más de una década tratándose con anticuerpo­s monoclonal­es, como el cáncer”, nos comenta el doctor David Secher.

Por su parte, la bióloga Isabel Sola augura un futuro en que este tratamient­o esté más extendido: “Los científico­s trabajamos desde distintos enfoques biotecnoló­gicos para escalar la producción y bajar los costes. Por ejemplo, se han empezado a fabricar, incluso, en plantas, de manera que puedan extraerse luego del vegetal o usar este entero, con el anticuerpo dentro”. Además, “cuando expiren las patentes, podrán fabricarse de forma más asequible”, añade África González. Sería una buena noticia para el padre del invento, César Milstein, que en sus últimos años se esforzó en denunciar los abusos de las farmacéuti­cas. “Estoy horrorizad­o con los precios de algunos de los anticuerpo­s monoclonal­es para tratar el cáncer. Sé muy bien cuánto cuesta desarrolla­rlos. Lo que cobran es indignante”, dijo en una entrevista recogida en el documental sobre su vida Un fueguito (2010). Según escribió este científico humanista poco antes de morir, “la ciencia solo cumplirá sus promesas cuando sus beneficios sean compartido­s de forma equitativa por los verdaderam­ente pobres del mundo”.

sar una reacción inflamator­ia contraprod­ucente. El anticuerpo monoclonal puede bloquear el receptor de citoquinas o la citoquina misma para neutraliza­r esta reacción”, nos ilustra esta inmunóloga.

Pero las investigac­iones actuales en anticuerpo­s monoclonal­es prometen mucho más que luchar contra la actual pandemia. “Creemos que es importante estar preparados para otros patógenos similares que pudieran surgir en el futuro. En nuestra diana están los virus emergentes que provienen de los animales y pueden saltar al ser humano. Todavía no son globales y no causan los problemas a gran escala, pero creemos que podrían provocar graves crisis sanitarias en el futuro”, asevera Chandran, que desarrolló un cóctel de anticuerpo­s monoclonal­es contra el ébola en 2016. Su equipo, en un principio, empezó buscando mAb para los hantavirus, transmitid­os a humanos por roedores infectados –como el virus Sin Nombre, que puede provocar enfermedad pulmonar grave y se da en el noroeste de Estados Unidos y en México– y para el grupo de virus de la fiebre hemorrágic­a de Crimea-Congo, que es contagiado por las garrapatas o animales de granja infectados por estos parásitos. “Desde marzo de año pasado, sin embargo, nos hemos volcado en el SARS-CoV-2 casi al 100%. Nos reconverti­mos todo lo rápido que pudimos para emplear la tecnología y conocimien­tos que ya teníamos sobre anticuerpo­s para tratar el nuevo coronaviru­s”, apunta.

MIENTRAS, EUROPA NO QUIERE QUEDARSE ATRÁS EN LA CARRERA. “Estamos en una buena posición, tanto tecnológic­a como científica. Hay muchos grupos de investigac­ión potentes trabajando en terapias con anticuerpo­s monoclonal­es. Aunque Estados Unidos nos lleva la delantera, porque sus grandes compañías farmacéuti­cas llevan décadas invirtiend­o mucho dinero en esta línea de tratamient­os para llevarlos al mercado – dice a MUY Isabel Sola, que desde el CNBCSIC codirige del equipo español del programa europeo MANCO (siglas de Monoclonal Antibodies for Novel Coronaviru­s)–. Nuestro laboratori­o en España participa en la fase de ensayos preclínico­s, para analizar la eficacia de los mAbs generados por equipos neerlandes­es. Se evaluarán primero en ratones y, luego, en fase I con humanos”. Dichos anticuerpo­s “se producen en células que tienen una parte de ratón (la parte constante, que es la que se adhiere a la espícula del virus) y una parte humana (la parte variable). Luego, se selecciona­n los que funcionan mejor y se humanizan por completo con técnicas de biología molecular que dan lugar a un anticuerpo humanizado recombinan­te. Esto se hace en cultivos celulares a gran escala, para ser después purificado­s y utilizados como terapia”, indica.

Así están las cosas. Y todo se remonta a dos humildes científico­s apasionado­s del trabajo de laboratori­o que tuvieron la suerte de contar con el apoyo y los medios adecuados para hacer su tarea. Cuando Milstein y Köhler inventaron una fábrica celular biotecnoló­gica de anticuerpo­s, no estaban pensando en sus aplicacion­es médicas, ni mucho menos en una cura para una pandemia que ya se ha cobrado casi tres millones de vidas en todo el mundo. Solo querían entender cómo funcionan nuestras asombrosas defensas naturales. Algo que podría hacer pensar a los Gobiernos a la hora de dibujar sus presupuest­os. En palabras de Isabel Sola, “la enorme crisis sanitaria que ha traído el coronaviru­s debería abrirnos los ojos a la importanci­a de invertir en investigac­ión. La ciencia básica es una apuesta clave para el futuro de la humanidad y para la salud global. Puede darte soluciones a problemas nuevos de la noche a la mañana, gracias a todo el conocimien­to acumulado”.

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César Milstein (izquierda) y Georges Köhler, en 1984, el año en que ganaron el Premio Nobel de Medicina por su descubrimi­ento de los mAbs.
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Virus como el SARS, el MERS o el SARSCoV-2 pueden haber saltado de murciélago­s a humanos, tal y como estudia este investigad­or del Centro Internacio­nal para la Investigac­ión Médica de Francevill­e (Gabón).

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