UN MAREO LINGÜÍSTICO
Es una de las palabras que tiene un mayor poder de evocación poética: mar. Puede decirse el mar o la mar, ya que se trata de un sustantivo ambiguo –admite ambos géneros–, si bien en plural suele enunciarse en masculino: “los más lejanos mares”. Hay decenas de expresiones náuticas y frases hechas que la incluyen: mar arbolada, mar de fondo, mar rizada, mar sorda…. A veces llueve a mares, y alguien puede estar hecho un brazo de mar y encontrarse la mar de a gusto.
Además, existen multitud de términos que se derivan de ella: en primer lugar, marea, que es como se llama la subida o la bajada del nivel de las aguas debido a la influencia gravitatoria de la Luna. En su momento de mayor crecida se define como pleamar, y en el contrario, bajamar.
También tenemos maremágnum –en latín, ‘mar grande’–, que define una situación de grandeza o confusión; o la palabra que hace referencia a los movimientos moderados o fuertes de las olas: marejada, que puede utilizarse en sentido figurado, como exaltación de los ánimos y señal de disgusto. Y desde luego está mareo, efecto de marearse, como se lee en el Diccionario, aunque se usa asimismo para expresar molestia, enfado o ajetreo. Viene, obviamente, de la desagradable sensación que provoca el vaivén de las olas. Este verbo tiene muchos más significados, algunos inesperados. Por ejemplo, en el caso de una verdura, se marea al rehogarla, y también puede estar mareado un vino, cuando ha perdido calidad en el transporte, o un libro, si presenta desperfectos y manchas provocadas por el uso. Por no olvidar expresiones de uso más frecuente como pato mareado –que designa confusión, atolondramiento– o marear la perdiz, es decir, perder el tiempo en circunloquios o dilaciones innecesarias.
Hay que finalizar, aunque la lista es interminable: marisco, marisma, marinar, ultramar –y, por tanto, ultramarinos–... y ese azul intenso y limpio, marino, que tan placentero resulta a la vista. ¡El mar, la mar, ya saben, que gran tema para hablar!