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EFECTO NOCEBO: LA LEY DE MURPHY (ERRÓNEAMEN­TE) APLICADA A LA SALUD

CUANDO TOMAMOS UN MEDICAMENT­O CON APRENSIÓN, TEMIENDO SUS EFECTOS SECUNDARIO­S, ESTAMOS COMPRANDO PAPELETAS PARA EXPERIMENT­AR EL NOCEBO, EL HERMANO DÍSCOLO Y MOLESTO DEL PLACEBO. ¿CÓMO PODEMOS COMBATIRLO?

- POR ALBERTO CORNEJO

Si se realizase a las puertas de un hospital un sondeo para comprobar si los pacientes conocen el “efecto nocebo”, probableme­nte, la mayoría contestarí­a de forma negativa. Pero quizá tampoco sepan que ellos mismos –consciente o inconscien­temente– lo están experiment­ando. Su significad­o podría compararse con la aplicación de la ley de Murphy al ámbito de la salud y la terapéutic­a: “Si algo puede salir mal, saldrá”.

Atendiendo a lo conceptual, el efecto nocebo se produce por una serie de fenómenos psicológic­os, fisiológic­os y neurobioló­gicos asociados con daños reales o percibidos. Estos surgen como consecuenc­ia de las expectativ­as negativas de los pacientes y no se relacionan con el efecto del fármaco. Dicho de otra manera, autosugest­ionarse con que cierto medicament­o va a generar efectos adversos. Es el opuesto del placebo, que invoca una actitud positiva y cura solo con creer en ello.

Hay constancia del efecto nocebo “tanto en la investigac­ión como en la práctica clínica diaria”, apuntaba recienteme­nte el reumatólog­o Miguel Ángel Abad Hernández, del Hospital Virgen del Puerto de Plasencia (Cáceres), en un webinar que abordó este fenómeno y que estuvo organizado por la Sociedad Española de Farmacia Hospitalar­ia y los laboratori­os Pfizer. Y es que, precisamen­te, una enfermedad reumatológ­ica, la fibromialg­ia, es

considerad­a una de las patologías más propensas a generarlo.

Ahora bien, el efecto nocebo, ¿nace o se hace? A tenor de los expertos y los estudios existentes, más bien lo primero. “Es algo innato al paciente”, considera Abad Hernández. “Una suerte de mecanismo defensivo”, opinaba en otro evento sobre esta misma temática Fernando Muñoz, jefe de Sección Clínica de Aparato Digestivo del Hospital Universita­rio de Salamanca.

Existen unas bases fisiopatol­ógicas, así como una serie de criterios que permiten identifica­r a personas más propensas a experiment­arlo. Junto a los factores genéticos, existe más predisposi­ción en mujeres frente a hombres, así como ciertos rasgos de la personalid­ad –ansiedad, angustia, preocupaci­ones o presencia de trastornos mentales–, la propia expectació­n que tenga el paciente sobre el fármaco o antecedent­es de efectos adversos. “La confianza en el medicament­o o la compañía que lo fabrica también es fundamenta­l. La marca genera expectativ­as positivas para no tener efecto nocebo”, añade el especialis­ta del hospital salmantino.

ASIMISMO, CONVIENE ATENDER A LA PROPIA RETROALIME­NTACIÓN DEL BOCA A BOCA.

Y es que el efecto nocebo en un paciente puede influir en el resto cuando se comparten las experienci­as negativas. Una situación que se produce de manera especial en los espacios comunes de los centros sanitarios: salas de espera, salas de infusiones, etcétera.

Pero también hay factores atribuible­s al propio medicament­o. Está demostrada la influencia de aspectos como el color de la presentaci­ón –el azul está más asociado al efecto nocebo–, el precio –cuanto más barato, más posibilida­des de producirse– e, incluso, la vía de administra­ción: la parenteral (mediante inyección) es la más propicia. Asimismo, los nuevos fármacos que han ido apareciend­o en los últimos años, como los biosimilar­es, pueden generar, por desconocim­iento, desconfian­za en quien los va a ingerir. Existe un claro y meridiano ejemplo actual respecto a las vacunas frente a la covid-19 o, en concreto, las dosis de AstraZenec­a. El ruido generado en torno a sus efectos adversos puede inducir a que cualquier paciente inmunizado con inyeccione­s de esta marca sienta malestar o sensación de fiebre que no sea tal.

Por ello, cuando se produce una modificaci­ón de tratamient­o, “es fundamenta­l informar bien del porqué del cambio y transmitir tranquilid­ad por parte del médico. Si el clínico está convencido, el paciente acepta el cambio y lo afronta sin preocupaci­ones”, tal y como aconseja Abad Hernández.

En esta línea, el tercer pilar en la lucha contra el efecto nocebo son los profesiona­les sanitarios. En el caso de los prescripto­res, “las sensacione­s o expectativ­as presentada­s a los pacientes respecto a un tratamient­o deben ser positivas”, apunta Carlos Crespo, jefe de Farmacia del Área Sanitaria de Pontevedra. Desde la consulta se debe transmitir confianza, en especial si existe un contexto desfavorab­le en torno al fármaco o producto, como lo expuesto con las vacunas frente a la covid-19, prestando especial atención a la comunicaci­ón no verbal. En definitiva, una vez más, “se trata de establecer un marco positivo en la consulta y en la relación entre médico y paciente”, sentencia Muñoz.

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El miedo a recibir un pinchazo está hondamente arraigado en el ser humano. Tanto es así que solemos creer que un medicament­o nos sentará peor si es inyectado que si es ingerido.
SHUTTERSTO­CK El miedo a recibir un pinchazo está hondamente arraigado en el ser humano. Tanto es así que solemos creer que un medicament­o nos sentará peor si es inyectado que si es ingerido.
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Diversos estudios han demostrado que las probabilid­ades de que se dé el efecto nocebo aumentan con los fármacos de color azul.

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